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Afganistán, país de conflictos
El reinado del terror
El Mercurio
Domingo 7 de octubre de 2001

La historia del país musulmán está plagada de reyes dictadores, asesinatos políticos, revueltas sociales, persecuciones sangrientas y colonialismos.


INVASORES.- En la segunda guerra anglo-afgana, los oficiales británicos se apoyaron en soldados indios. La fotografía es de 1878.
Pamela Aravena Bolívar

A pesar de ser uno de los países donde los científicos han encontrado evidencias de las más tempranas comunidades agrícolas del mundo, lo que sugiere un gran progreso para su época, Afganistán ha sido azotado desde sus inicios por constantes invasiones imperiales y guerras civiles que se han empecinado en impedir su progreso.

Su historia plagada de dictadores, asesinatos políticos, revueltas sociales y colonialismos se inicia con los primeros asentamientos de comunidades no nómades que datan desde el año 1500 antes de Cristo. Esos pueblos viven en libertad hasta el 545 a.C., cuando el imperio persa toma el control del territorio por casi 200 años, hasta que un nuevo invasor proveniente de Occidente, Alejandro Magno, en el 328 a.C. los derrota.

Sólo cinco años después el pueblo afgano vuelve a ser sometido por un imperio: el reino griego de Bactria, que permite el encuentro de culturas griegas, hindúes y budistas, las que durante casi mil años se disputan el territorio.

En el 634 d.C. otra vez los persas invaden la zona, iniciando la islamización de los pueblos que viven en él, y logrando el control absoluto de todo Afganistán en el siglo XI.

Sin embargo, en 1220, Gengis Khan, al mando de los mongoles, invade casi todo el territorio del actual país, quedando sólo una parte en manos de los persas.

Hacia el 1500, Afganistán nuevamente es invadido y disputado por distintas dinastías musulmanas, que con sus guerras impiden su desarrollo: en el país prevalece aún una organización política feudal y una estructura social netamente medieval.

La moderna nación afgana sólo surge a mediados del siglo XVIII cuando Ahmad Sha Durrani unifica a todas las tribus, combate a persas e indios y funda el Reino de los Afganos, con una dinastía que durará casi cien años.

La era británica

En el siglo XIX los intereses del imperio británico en la zona empiezan a intensificarse. Ya asentado en la India, estrecha relaciones con el reino afgano, sobre todo cuando el Imperio Ruso apoya en 1826 a los rebeldes - liderados por el autodenominado emir Dost Mohammad Khan- que intentan derrocarlo.

El Reino Unido invade el territorio e inicia la primera guerra anglo-afgana en 1838, que terminará en 1842 con su desastrosa retirada.

Con el fin de la guerra cae también la dinastía Durrani y se afirma en el poder el autonombrado emir. En 1878, cuando gobierna su heredero y hermano Yakub Khan, Afganistán estrecha sus lazos con Rusia, lo que nuevamente despierta la hostilidad del imperio inglés. Ante el peligro inminente de una invasión británica, el emir le entrega el manejo de su política exterior.

Pero las tropas afganas se sublevan ante tamaña humillación y asesinan a la delegación diplomática invasora. El Reino Unido envía tropas que ocupan Kabul, derrocan al emir y nombran en su reemplazo a un títere suyo, el nieto de Dost Mohammad Khan.

Los partidarios del gobierno derrocado proclaman la "jihad" contra los invasores, iniciándose la segunda guerra anglo-afgana, que ahora fue favorable a los imperialistas occidentales que convirtieron a Afganistán en un estado asociado a la India Británica.

Se introduce tecnología europea moderna, mientras los ideales occidentales europeos penetran en la corte afgana y las clases altas.

Pero la Primera Guerra Mundial obliga a Afganistán a definirse. El siguiente emir, Khan Habibollah, impresionado por el poder británico, no se une a Rusia ni le declara la guerra al Reino Unido, como le exigen los grupos nacionalistas y su propio hijo. El monarca cree en la promesa del imperio británico de otorgarle la independencia a Afganistán a cambio de declararse neutral.

Pero al término de la guerra los británicos no cumplen su palabra. La sociedad afgana se divide entre pro y antibritánica, asesinando éstos al emir en 1919.

La influencia soviética

Amanollah, el hijo del monarca muerto, asume el poder, proclama unilateralmente la independencia de su país y ataca la frontera india, dando inicio a la tercera guerra anglo-afgana, que dura escasos meses. En agosto de 1919 el Reino Unido reconoce formalmente a Afganistán como nación independiente.

El emir establece relaciones diplomáticas con países de Asia, América y Europa, pero da especial importancia a la Unión Soviética. Su recompensa: ayuda material por su "heroica lucha" contra el imperialismo británico.

Los teléfonos y telégrafos llegan de la mano de los soviéticos, también los entrenamientos de pilotos de la naciente fuerza aérea afgana.

Aprovechando la estabilidad, Amanollah inicia una osada, acelerada e imprudente serie de reformas. El emir cambia su título al de rey y establece que el heredero de su trono no será su hermano, sino su hijo. Elimina el uso del velo para las mujeres y crea escuelas públicas.

Pero los grupos religiosos más conservadores y las tribus rurales se sienten agredidas, iniciándose en 1928 una guerra civil que termina con el rey exiliado en Italia.

Nuevas luchas internas ponen en el trono a su primo lejano, Nadir Khan, quien inicia una persecución sangrienta en contra de sus opositores, pero aplacar a los líderes religiosos y tribales conservadores no es una tarea fácil: el rey es asesinado en 1933, siendo sucedido por su hijo, el príncipe Zahir Sha, de tan sólo 19 años.

La liberalización afgana

El joven rey intenta modernizar su atrasado país, pidiéndole ayuda a EE.UU. para explorar los recursos naturales y ofreciendo incentivos a las empresas que se instalen en el país e impulsen el desarrollo de áreas geográficas improductivas. Pero EE.UU. no es capaz de medir la importancia estratégica de Afganistán y no se involucra.

A medida que avanza el gobierno del rey, permite elecciones libres y una incipiente libertad de prensa.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Afganistán deambula solicitando ayuda a los dos frentes de la guerra fría: la URSS y EE.UU. Pero éste exige demasiado: quiere que el país termine con su tradicional neutralidad y lo apoye en esta guerra silenciosa. Por su parte, los soviéticos defienden a Afganistán en su diputa con Pakistán por una zona fronteriza, y se convierten en sus principales socios comerciales y militares.

Políticamente, el régimen se hace más liberal, permitiendo trabajar a las mujeres y usar voluntariamente el velo, pero continúa reprimiendo a la oposición.

En 1964 el rey aprueba una nueva Constitución que crea dos Cámaras Legislativas y permite los partidos políticos, que deben respetar tres condiciones: el Islam, la monarquía constitucional y la libertad individual.

Se prohíbe, así, indirectamente la creación de partidos marxistas. Pero al no ser explícita la proscripción, los grupos izquierdistas se organizan e inician una campaña amparada en la libertad de prensa que cala fuerte en los jóvenes.

La apertura política trae consigo la inestabilidad. Los primeros ministros no alcanzan a estar meses gobernando el país. Pronto se hace demasiado pesado continuar con el modelo. Los grupos liberales son sacados del gobierno y la Constitución es sólo parcialmente aplicada. La Corte Suprema de Justicia no se crea ni se promulgan la ley de partidos políticos ni el acta de asambleas provinciales.

En medio del complejo problema, el cuñado del rey, Mohammed Daud Khan, lidera el 17 de julio de 1973 un golpe de Estado, apoyado por la mayor parte de las Fuerzas Armadas (que habían sido entrenadas por los soviéticos). Se da por terminada la monarquía y se declara la república.

La invasión soviética

A pesar de no ser comunista, Daud inicia su gobierno con reformas sociales y económicas promovidas por el marxismo. Sin embargo, desde 1975 comienza a dejar de lado a sus asesores de dicha tendencia. Luego, en 1977 proclama una nueva Constitución, donde se permite la existencia de un único partido: su partido personal, no el comunismo.

Nuevamente se inician revueltas sociales y políticas, que se agravan con la persecución sangrienta que el Estado hace de sus opositores. Las dos facciones comunistas del país se unen en un movimiento contra el dictador. En 1978, apoyado por las Fuerzas Armadas y por la URSS, da un golpe de Estado, asesinando a Daud y a todos sus familiares.

El 27 de abril se proclama la República Democrática de Afganistán, con claro tinte marxista.

Sus reformas liberales le dan igualdad de derechos a las mujeeres, terminan con la usura y establecen la reforma agraria. Pronto, sin embargo, comienzan a notarse las diferencias entre las dos facciones comunistas al interior del gobierno, que no se ponen de acuerdo sobre cómo enfrentar las revueltas opositoras.

En septiembre de 1979, la facción comunista menos ortodoxa rompe relaciones con la otra - el Partido Popular- , realiza un golpe de Estado, asesina a los líderes salientes y pide apoyo a Pakistán y Estados Unidos.

La noche del 24 de diciembre de 1979 el ejército soviético cruza la frontera e invade el país, asegurando que responde al llamado del régimen de Hafizullah Amin para controlar las insurrecciones rurales. Pero Amin y sus seguidores cercanos son ejecutados tres días después.

La URSS apoya un nuevo gobierno - siempre formado por los dos partidos comunistas, pero ahora claramente liderado por el grupo más cercano a los soviéticos- , lo que genera fuertes fricciones sociales y una guerra civil.

Los refugiados en Irán y Pakistán se cuentan por millones, la crisis social es incontrolable. En 1986 los soviéticos, después de siete años sin conseguir el control del territorio, declaran el cese unilateral del fuego durante seis meses a contar del 1 de enero de 1987. Los líderes rebeldes radicados en Pakistán se oponen.

Los países limítrofes alientan la creación de movimientos de resistencia que sean proclives a sus intereses políticos y militares. EE.UU. otorga formación militar y ayuda económica a los rebeldes. Junto al Reino Unido y a China, provee, además, sofisticadas armas a los mujaidines del mullah Mohammed Omar y Osama bin Laden. En tanto, el ejército afgano pro soviético - producto de deserciones y bajas- es víctima de una gran merma: de 105 mil efectivos en 1978 baja a 30 mil en 1987.

Los esfuerzos de la ONU por terminar con el conflicto surten efecto en 1988, cuando se firma un acuerdo de paz. El líder ruso Mijail Gorbachov ordena la salida de las tropas en mayo. El 15 de febrero de 1989 se retira el último soldado soviético de Afganistán.

La llegada talibán

A pesar de que las predicciones eran que el régimen comunista caería rápidamente sin el apoyo soviético, se mantiene en el poder y la guerra civil continúa. En 1992 las fuerzas rebeldes logran derrocar al régimen comunista, estableciendo un gobierno interino musulmán de débil unidad interna.

Pero las milicias en el poder continúan rivalizando entre ellas, las luchas étnicas se intensifican, la crisis económica es incorregible.

Años de luchas tribales, sumen al país en un caos, donde nadie sabe quién manda.

En septiembre de 1996, la milicia talibán controla Kabul después de meses de asediarla.

Desde que los talibanes llegan al gobierno consiguen controlar tres cuartas partes del país, donde imponen un riguroso orden social islámico. En el norte del territorio las otras facciones se unen en la Alianza del Norte para atacarlos.

La tensión interna nunca ha terminado en Afganistán. Menos ahora.

 

 

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