Talibanes
realizan una purga interna
El
Mercurio
Sábado
10 de noviembre de 2001
Según un periodista francés que
estuvo preso en Afganistán, la paranoia de los integristas los ha llevado
a apresar a muchos de sus miembros.
PARIS.-
Michel Peyrard, un periodista francés que estuvo preso durante 25 días en Afganistán,
siempre permaneció acompañado por otros numerosos prisioneros en la cárcel talibán
donde fue recluido.
Algunos de sus compañeros de la prisión en Jalalabad
eran mendigos o enfermos mentales. Pero, muchos, cuenta, eran hombres importantes
sospechosos de deslealtad.
Los talibanes, escribe en la edición de esta
semana de "París Match", han estado sumidos en una purga paranoica. "Al ver hombres
de edad, a menudo con reputación de excelentes comandantes, humillados por jóvenes
borrachos", escribe Peyrard, "era imposible no recordar las purgas de la Guardia
Roja durante la Revolución Cultural de China o el régimen del Khmer Rouge de Pol
Pot".
Peyrard, de 44 años, ofrece una imagen a veces aterradora, a veces
divertida, de la vida en Afganistán bajo los talibanes, donde "la ignorancia es
la regla y la sospecha triunfa por sobre el análisis".
Peyrard indica que
aunque el bombardeo estadounidense pueda estar teniendo efectos, la paranoia de
los líderes talibanes y el odio de los afganos comunes por los militantes islámicos
de países árabes que se han unido a la causa talibán podría ser una fuerza importante
para socavar el gobierno de Kabul.
Arrestado el 9 de octubre después de
entrar a Afganistán vestido con la burka, el traje obligatorio para las mujeres
del país, Peyrard fue exhibido en un mercado como espía. Algunas personas le lanzaron
piedras. Pero una mayoría pareció no interesarse y no sufrió ningún otro abuso.
Con
el tiempo, pudo hacerse amigo de sus carceleros y una vez logró un recorrido por
la ciudad al fingir una enfermedad para que lo llevaran a un médico. Una vez en
el auto, ofreció llevar a sus guardias a almorzar si le mostraban Jalalabad. "Seguro",
dijo el guardia a cargo después de dudar sólo un segundo.
Ambivalencia
El
periodista cuenta que al pasar el tiempo, los funcionarios de la prisión revelaron
su ambivalencia. Un guardia joven se quejó: "Esos mullás sólo piensan en ellos.
Cuando los norteamericanos empezaron a bombardear, ellos pusieron a sus familias
a salvo en Pakistán".
Otro le contó que lo habían honrado al incorporarlo
al servicio de inteligencia. "Pero ahora estoy harto. Quiero escuchar música de
nuevo". Después agregó, "un día, Dios mediante, saldré de este infierno".
Incluso
el director del centro de detención, Qari Zever, habló con Peyrard de sus propias
dudas sobre el régimen. Pero Zever creía que dejar su trabajo era imposible. "No
tengo elección", dijo. "Nadie deja el servicio de inteligencia". Hacerlo garantiza
la cárcel por tres meses.
Pero el mismo guardia que quería escuchar música
estaba indignado cuando le mostraron un panfleto de propaganda que dejó caer un
avión norteamericano. "¿Es esto realmente el futuro que desea para su mujer e
hijo?" decía el panfleto. Mostraba una fotografía de la policía religiosa talibán
golpeando a una mujer. "¿Quiénes son estos norteamericanos para interferir en
nuestras costumbres?" preguntó el guardia.
Peyrard precisa que a los guardias
más jóvenes les gustaba practicar su inglés con él, y repetían: "Esta es una cárcel.
Esta es una celda. Este es un ratón". Cuando llegaban los aviones estadounidenses,
gritaban: "Este es Bush". Cuando los bombardeos disminuían gritaban: "Este es
el flojo de Bush".
Cuando Peyrard dejó el centro de detención, el director
Zever le manifestó: "Probablemente lo reemplazaré en esta celda mañana". |