El
terror de las armas biológicas
El
Mercurio
Domingo
17 de Enero de 1999
Desde
la guerra del Golfo el temor al hongo atómico ha sido
desplazado por el que provocan las armas biológicas.
Saddam Hussein fue el responsable de que el tema se pusiera
de moda. Pese a todo, poco se sabe del real peligro que revisten
estas armas de destrucción masiva.
Jorge
Allende
La
idea de usar enfermedades para atacar al enemigo en el marco
de una guerra no es nueva. En la Edad Media, los sitiadores
de las ciudades amuralladas lanzaban con catapultas cadáveres
de víctimas de la plaga al interior de la ciudadela
para contagiar a sus enemigos. También se ha establecido
que tropas inglesas que luchaban contra una alianza de franceses
e indígenas por el control de las colonias en Norteamérica
entregaban a los indígenas frazadas contaminadas por
enfermos con viruela.
Evidentemente que el conocimiento que la ciencia ha adquirido
desde entonces en la identificación, crecimiento y modificación
de microorganismos patógenos ha aumentado enormemente la potencialidad
de usar la contaminación con estos organismos como armas que
rivalizan en su carga de muerte y sufrimiento con las más
terribles armas nucleares.
Lo que hace que el peligro de las armas biológicas
sea un motivo de real preocupación es que producirlas
es fácil y muy barato y su uso es invisible, transmitiéndose
por el aire o el agua, y que la detección de su empleo
puede demorar días o semanas.
Dentro de las bacterias y virus patógenos se ha identificado
todo un arsenal de diminutas y mortales armas. Entre éstos,
los más estudiados son el Bacillus anthracis, causante del
ántrax; el Clostridium botulinum, que produce la mortal neurotoxina
botulinum; el virus de la viruela, la Yersinia pestis, causante
de la plaga, la encefalitis viral equina venezolana y los
virus de la fiebre hemorrágica.
La bacteria gram positiva, causante del ántrax, tiene la particularidad
de producir esporas infecciosas que pueden sobrevivir por
muchos años y que se transmiten fácilmente por el aire. La
Oficina para el Análisis Tecnológico del Congreso de Estados
Unidos estimó que 100 kilos de esporas de ántrax diseminadas
desde un avión en condiciones meteorológicas normales producirían
en un centro urbano cerca de 220 mil muertes. Esta mortalidad
es más o menos parecida a una bomba nuclear, pero con la diferencia
de que costaría 100 veces menos producir la bomba silenciosa
de ántrax. La inhalación de esporas de ántrax tiene un período
de incubación de 1 a 5 días y posteriormente causa la muerte
entre 24 y 36 horas. Aunque los tratamientos son poco efectivos,
existe una vacuna que requiere de suplementos anuales. Antrax
fue preparada como arma biológica por Estados Unidos en la
década de los 50 y 60 durante el apogeo de la guerra fría,
pero, al firmar ese país la Convención en contra de las Armas
Biológicas en 1972, se procedió a destruir estos materiales.
Sin embargo, según la revista JAMA, de la Asociación Médica
Americana (número de agosto de 1997), Irak admitió haber explorado
el uso ofensivo del ántrax antes de la Guerra del Golfo y
en 1995 aceptó ante los inspectores de Naciones Unidas (UNSCOM)
haber preparado armas que contenían esporas de esta bacteria.
Según Ray Zilinkas, experto biotecnólogo que visitó Irak como
parte de UNSCOM, Irak hizo crecer 8 mil litros de un cultivo
de ántrax, con una cuenta de 10 células y esporas por mililitro,
usando 6 mil litros para llenar ojivas de cohetes y guardando
2 mil litros en la planta de cultivos celulares de Al Hakam,
ubicada al sur de Bagdad, en las márgenes del histórico río
Eufrates. Esa planta fue destruida por la UNSCOM en junio
de 1996. La ex Unión Soviética también usó ántrax para su
arsenal biológico y, a pesar de haber firmado el Tratado de
1972, siguió secretamente trabajando con esta bacteria, como
se deduce en la epidemia de ántrax que surgió en Sverdiovsk
en 1979, cercana a una planta de investigaciones biológicas.
La viruela
Ante la sorpresa de los expertos occidentales, un cientítico
ruso les informó que durante la guerra fría la Unión Soviética
había preparado el virus de la viruela (virus variola) como
arma biológica. Este virus fue por muchos años el causante
de grandes epidemias culpables de millones de muertes. La
vacunación masiva y mundial con el virus vaccinia, que protege
contra la viruela, fue una de las grandes victorias de la
Organización Mundial de la Salud. Todos los mayores nos acordamos
de que hasta hace 20 años era obligación vacunarse contra
la viruela antes de viajar, y antes de ingresar a cualquier
país era necesario mostrar el certificado de vacuna vigente.
La erradicación definitiva de esta enfermedad en 1977 (el
último caso ocurrió en Somalia) ha permitido eliminar este
requisito, lo cual da como resultado que la población actual
no tiene inmunidad contra la viruela, enfermedad que causa
una mortalidad del 30% de los infectados. Lo que hace a este
virus especialmente temible es su increíble infectividad cuando
es transmitido en aerosoles por el aire. En una conferencia
sobre armas biológicas a la que asistí en Trieste, Italia,
un especialista médico en infecciones relató el caso de un
joven alemán que, a fines de los sesenta, regresó enfermo
a su país desde Pakistán. Los médicos, que ya han perdido
la costumbre de diferenciar a la viruela del sarampión o de
la varicela, no lo diagnosticaron por varios días. Cuando
lo hicieron, sin embargo, reaccionaron con la típica eficiencia
alemana, trasladándolo en cuarentena a un hospital para enfermos
infecciosos, donde era el único ocupante del piso y vacunaron
a 100 mil personas en todo el entorno (en ese tiempo había
muchos ya rutinariamente vacunados). A pesar de las precauciones,
como tenía tos, lo que agudiza la transmisión aérea, 3 enfermos
del segundo piso y 2 en el tercer piso del hospital contrajeron
la enfermedad, y una persona que sólo llegó a la puerta del
recinto también fue afectada. No es difícil imaginarse el
desastre que ocurriría si este virus se diseminara intencionalmente
en un mall de una gran ciudad.
Otros virus en la lista de las posibles armas biológicas,
pero afortunadamente sin historia de que hayan sido utilizados,
son los que causan fiebres hemorrágicas, dentro de los cuales
están el Ebola, que en Zaire, Africa, ha mostrado un 93% de
mortalidad, y el virus Hanta, que en Chile y Argentina ha
causado cerca de un 50% de mortalidad.
Un arma barata
Chile es uno de los signatarios y uno de los países que se
han preocupado de fortalecer el tratado otorgándole capacidad
de monitoreo e inspección para verificar que los términos
de éste no se estén infringiendo. El serio problema para verificar
e impedir que se puedan producir armas biológicas es la facilidad
y bajo costo que tiene su producción. En un laboratorio del
tamaño de un garaje de una casa, con unos pocos miles de dólares
en equipo muy sencillo es posible desarrollar bacterias en
cantidades suficientes para infectar y matar a miles de personas.
Para el virus, los requerimientos son un poco mayores.
Claramente, las imágenes satelitales que se usan para detectar
la construcción de instalaciones nucleares son, para esto,
inservibles, como lo es el control de la venta de equipos,
ya que el que se usa para la preparación de armas biológicas
es estándar para facultades de medicina, laboratorios clínicos
o industrias biotecnológicas.
Cabe hacer notar que esta convención regula la distribución
y almacenamiento de todas las toxinas biológicas y que los
doctores chilenos Suárez, Amaro y Lagos - investigadores del
Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile,
quienes mantienen un estudio sobre las toxinas de la marea
roja que afecta la XI Región- , están involucrados en un esfuerzo
internacional para facilitar los usos pacíficos de estos materiales.
La facilidad y bajo costo de la preparación de las armas biológicas
nos indica que la preocupación no radica solamente en su generación
por estados en pugna con otros países, sino también en su
uso por grupos terrorista que abundan en la mayoría de todos
los países.
Ya existen datos de grupos y sectas que han contemplado el
uso de agentes biológicos. El culto apocalíptico Aum Shinrikyo,
que realizó el ataque con gas sarín en el metro de Tokio,
tenía laboratorios donde estaba creciendo B. Anthracis y Clostridium
botulinum para usarlo contra la población. Si hubieran usado
un sistema de aerosoles para infectar con esporas de ántrax
el mismo escenario, nadie se hubiera dado cuenta por varios
días y los resultados habrían sido devastadores.
En Estados Unidos, en las cercanías de la pequeña ciudad llamada
The Palles en el estado de Oregón, los seguidores del gurú
indio Bhagevan Shree Rajnesh compraron en 1981 una hacienda
con la intención de transformarla en el centro internacional
de la secta. Sin embargo, la autorización para darle este
fin no fue aprobada en base a limitaciones del plano regulador
de la zona. El municipio tenía programadas unas elecciones
para noviembre de 1984, que podrían cambiar la negativa a
las intenciones de la secta.
Durante septiembre y octubre de ese año, repentinamente se
desató una seria epidemia de gastroenteritis que afectó a
751 personas del total de 10 mil pobladores. Las investigaciones
de los equipos de salud y posteriormente del FBI pudieron
aclarar los hechos. Lo que había ocurrido es que en la clínica
instalada por la secta habían cultivado una gran cantidad
de la bacteria Salmonella typhimurium. Miembros de la secta
repartieron cultivos de la bacteria, mezclándola con las salsas
y comestibles de los buffet de ensalada (salad bars) de 10
de los 38 restaurantes de la ciudad. Aparentemente, la idea
de los miembros de la secta, que confesaron y fueron enjuiciados,
era probar este sistema de infección, para hacer algo más
grande, justo antes de la elección de noviembre, ya que una
baja en la votación podría favorecerlos.
Este tipo de terrorismo no sólo puede ocurrir motivado por grupos en sectas o cultos de fanáticos, sino también podría tener motivos económicos como parece haber ocurrido con el envenenamiento con cianuro de uvas chilenas.
La defensa contra las armas biológicas es algo que debe preocupar a todos los países. Los componentes de esa defensa son muy similares a los que de todas maneras debemos establecer para identificar y tratar los brotes epidémicos que ocurren en la naturaleza, especialmente de las llamadas enfermedades emergentes. Esto implica una constante capacitación y alerta de los equipos de salud, la instalación de los más modernos métodos para el aislamiento e identificación de organismos patógenos y la investigación y desarrollo de vacunas o tratamientos que tiendan a prevenir la infección o dispersión de estos mortales e invisibles enemigos.
Si no fuese suficientemente aterrador este panorama, hay que considerar que las técnicas de ingeniería genética podrían agudizar más la virulencia y mortalidad de estos microorganismos. Por esta razón, 156 países ya han firmado la Convención sobre Armas Biológicas y Toxinas. Eticamente es intolerable que científicos y cualquier otra persona pueda trabajar en la creación de armas tan insidiosas y terribles como lo son las armas biológicas.
*Jorge E. Allende es Director del Instituto de Ciencias
Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Chile. |