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Tribuna
Los tiempos del Islam
El Mercurio
Martes 27 de noviembre de 2001

El Islam fue la potencia civilizadora más importante de la humanidad durante cinco siglos, intermediaria por excelencia entre Oriente y Occidente.

Hernán Montealegre

Hoy preocupa el Islam. Pero esta preocupación no se va a dilucidar correctamente si no es dentro de un contexto amplio de historia. Cada civilización tiene su tiempo histórico. Este tiempo es el de su creación, su crecimiento, su auge y, muchas veces, su declinación y hasta su caída o término. Grandes civilizaciones, como las de Egipto, Mesopotamia y las amerindias, o incluso el mundo griego y el Imperio Romano, han pasado por todas estas etapas. Hoy existen cinco, como ya lo señalé en un artículo anterior: la china, la hindú, la africana, la islámica y la occidental. Lo que quiero destacar en esta breve nota al referirme al Islam es el diverso ritmo de crecimiento de las civilizaciones, el cual nunca ha sido uniforme en la historia.

Desde cierto punto de vista, y en concreto en aspectos tecnológicos y materiales, no puede discutirse que hoy día la civilización más avanzada es la occidental. Pero éste no es un rasgo permanente de la civilización a que pertenecemos, incluida América Latina, sea que se mire hacia el pasado o hacia el futuro.

Si miramos al pasado, la civilización más adelantada del mundo entre los siglos VII y XI, esto es, durante cinco siglos, fue la islámica, en todos los aspectos, ya sean materiales o culturales.

Durante esos siglos Europa fue un mundo pobre y anárquico, cuyo único orden lo imponían, dentro de lo posible, las débiles monarquías merovingias, la Iglesia y sus monasterios y el sistema feudal.

Uno de los factores que contribuyeron al desarrollo cultural y material de Europa fue precisamente el de los aportes culturales que recibió del Islam, ya sea desde el Oriente Próximo - Damasco y Bagdad- , Sicilia en el Mediterráneo, el Norte de África y, especialmente, la España Islámica, cuya Escuela de Traductores de Toledo fue decisiva para la recepción por Europa de las obras clásicas del mundo antiguo y en particular de la filosofía aristotélica que llevó a Santo Tomás de Aquino a escribir su Suma Teológica. Para él, Averroes, el filósofo árabe comentador de Aristóteles, tenía una jerarquía especial.

En los siglos XIII, XIV y XV hubo una detención del desarrollo de la civilización islámica, pero también de todas las demás en el mundo. Fue un período general de declinación, muy bien aprovechado por los mongoles. En el siglo XVI, el Islam volvió a relucir desde tres frentes - no obstante haber perdido su predominio en España- : El imperio otomano que se extendió por todo el mundo árabe, el sureste de Europa y el norte de África, cambio fundamental dentro de una civilización basada en la inspiración árabe; el imperio saváfida en Irán y el imperio mogol - o moghol- en la India (origen, junto al sultanato de Delhi del siglo XIII, de la influencia del Islam en el subcontinente indio que dio origen a Pakistán).

Pero también en el siglo XVI Europa dio un paso enorme con sus descubrimientos y conquistas ultramarinas que la llevaron, a partir del siglo XIX, a desempeñar un papel hegemónico en el mundo.

Con la descolonización de la segunda mitad del siglo XX, el mundo comienza a quitarse el peso que carga sobre sus hombros del predominio industrial, económico, militar y político de Occidente, últimamente concentrado en los Estados Unidos.

Junto a la prodigiosa renovación de las civilizaciones india, china y - aunque más postergada- africana, el Islam debe recuperar en la historia de la humanidad el lugar destacado que siempre ha estado llamado a tener como potencia civilizadora.

Por eso, si nos inquieta el presente y miramos al futuro, la historia enseña que nada es permanente en los tiempos de las civilizaciones; que nada está fijo o es definitivo dentro de una historia universal de auges y pérdidas de crecimiento.

La que hoy día está en la cumbre, mañana puede declinar, y viceversa. En el caso del Islam, cuenta con un factor de confianza innegable: de hecho, fue la potencia civilizadora más importante de la humanidad durante cinco siglos, intermediaria por excelencia entre Oriente y Occidente. Como lo expreso, no para dominar a esa humanidad, sino para civilizarla y poner en contacto sus puntos más remotos y separados.

La recuperación de este papel único debe ser el destino del Islam: No sólo para sí mismo sino para todas las civilizaciones, lo que ya ha probado que es capaz de ser.

 

 

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