BUSCAR

Volver al home

El objetivo prioritario de Estados Unidos
La tierra de los guerreros eternos
El Mercurio
Domingo 23 de Septiembre de 2001

La expresión máxima del Islam. Un país de montañas, seco y empobrecido, acostumbrado a invasiones y luchas eternas, se apresta a una nueva batalla. Contra la ex URSS no estuvieron solos; ahora, tampoco.

CARPAS MÓVILES.- Las mujeres afganas son las que más han sufrido la rigidez de las normas talibanes. Deben obedecer estrictamente al hombre y cubrirse enteras con tenidas llamadas "burkas", no se les permite reír ni hacer ruido al caminar.
Rodrigo Barría Reyes

La CIA probablemente no tiene ni un solo agente que pueda hacerse pasar por un musulmán fundamentalista y que esté dispuesto a pasar varios años de su vida con comida de mierda y sin mujeres en las montañas de Afganistán. Las operaciones que incluyen la diarrea como forma de vida no existen...".

Agentes secretos estadounidenses que han trabajado en las unidades de inteligencia destinadas al espionaje de las actividades terroristas de oriente están claros en las complicaciones - más bien en la casi imposibilidad- de infiltrar con éxito una agrupación talibán, nómade, mal alimentada, perdida entre montañas y de cuyo líder espiritual, Mohamed Omar, no existe ni una mísera fotografía y al que, según se dice, apenas unos cuantos musulmanes han podido ver en persona.

Oficinas sin documentos ni público

Occidente, 2001; Afganistán, 1422.

Las diferencias son abismantes: mientras a este lado del planeta el 2001 comienza a despedirse, allá lejos, al otro lado del mundo, en un país con una superficie algo menor al estado norteamericano de Texas, según su propio calendario, llevan una existencia inmersa casi seis siglos atrás.

Los pocos que han podido recorrer el sinuoso relieve de Afganistán dicen que efectivamente la tierra y los seres humanos que ahí están son una acuarela viviente de un pueblo anclado en el tiempo.

Tierra árida, los afganos sufren el rigor de inviernos cruentos y el furor de veranos agobiantes. Sus cuerpos deben ir en un subir y bajar constante desde los 258 metros del Amu Darya - la más pequeña altitud- hasta los casi infinitos siete mil 485 metros del monte Nowshak.

Salpicados de terremotos y vapuleados con inundaciones, los más de 25 millones de afganos llevan siglos intentando sobrevivir en una tierra poco amistosa de la cual apenas el 12% de su superficie es arable.

Deforestado (apenas tienen un 3% de bosques y lagos), desertificado y con suelo degradado, Afganistán ni siquiera cuenta con la suerte de ser rozado por el mar.

"Afortunadamente", el sufrimiento suele ser breve para los afganos: ni hombres ni mujeres suelen pasar los 46 años de edad.

Mezcla de grupos étnicos de nombres fascinantes como los Pashtun, Tajik, Hazara o Uzbek y de lenguas tan inentendibles como el Dari, Pashtu o Balochi, en el país apenas el 31% de la población sabe leer y escribir.

Si hay algo que los adictos del mundo le agradecen a Afganistán es el comercio de sustancias base para la elaboración de distintos alucinógenos. De hecho, el país asiático es el mayor productor de opio del mundo gracias a las 51 mil hectáreas de cultivo que dedican a la planta de las fantasías que tanta adicción produce.

El pueblo afgano no está regido por una Constitución, carece de un sistema judicial nacional, de un Parlamento y de un gobierno central.

El sistema básico de funcionamiento de las 32 provincias en que está dividido el país es esencialmente fraccionado. Los poderes están profundamente dispersos.

No existen organismos centrales a los cuales se deba dar cuenta. Las determinaciones son locales y se toman en reuniones eternas plagadas de debates.

Las oficinas públicas afganas apenas están abiertas cuatro horas al día, desde las 08.00 horas hasta el mediodía. Después corresponde una extensa siesta y rezos varios.

En los escritorios de los funcionarios no existen expedientes, informes ni archivadores. En las salas de las reparticiones del Estado no hay público.

Básicamente, la forma de vida en el país es trágicamente simple: nadie espera nada de nadie.

La dura existencia de las mujeres

Kabul despierta temprano.

Ya de madrugada los hombres se dirigen en masa hasta las mezquitas de sus barrios para comenzar la primera de las oraciones de la jornada. El desayuno típico en Afganistán consiste en pan con hierbas aromáticas acompañadas de una taza de té verde.

Ciudad gris y polvorienta, en la capital afgana no existen semáforos, letreros luminosos ni estanterías con productos de occidente.

Kabul es un ciudadela armada y desarmada de adobe que suele convertirse a diario en un gran mercado al aire libre que se copa con miles de comerciantes, agricultores y pastores que llegan hasta ella para transar en unos cuantos "afganis" - la moneda nacional- sus productos.

La ciudad y el país es casi puramente masculino. Las siluetas y rostros que se ven en las calles son las de afganos de barbas crecidas y cuerpos semifamélicos.

Las escasas mujeres que deambulan se reconocen porque lo hacen bajo cárceles de tela llamadas "burka", preferentemente de colores azulados.

Ellas no pueden asistir a centros de enseñanza, consultar a un médico varón ni tampoco salir de sus casas sin la escolta de un pariente hombre que las vigile permanentemente.

En los quirófanos de los hospitales se opera en salas distintas a hombres de mujeres.

El terror para las féminas afganas llega a tal nivel que las autoridades han establecido prohibiciones específicas para que no rían ni hagan ruido al caminar.

Una dura legislación que se encargan de hacer cumplir los "maruf", especie de "policía sagrada" dependiente del llamado "Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio".

Obligadas a casarse tempranamente, casi el 55% de las niñas afganas ya tiene esposo.

Pero la existencia reducida a su mínima expresión para las mujeres no significa ni ha significado una vida de placer para los dirigentes afganos.

Plagados de huellas de guerra en sus cuerpos, las autoridades de Afganistán de seguro pueden ser consideradas como las más mutiladas del mundo.

El "mulá" - líder espiritual- Oman Hassan es un hombre que perdió el ojo derecho al recibir las esquirlas de un cohete que explotó cerca de él, mientras que la segunda voz espiritual del país, el "mulá" Mohammed Hassan Rehmani, exhibe una extensión de madera en una de sus piernas.

No son los únicos: el encargado de asuntos judiciales del país también es tuerto y al alcalde de Kabul le falta una pierna y dos dedos de una de sus manos.

Son apenas las heridas más visibles de un pueblo colapsado por un historial que mezcla guerras despiadadas, patriotismo acérrimo, carencias agobiantes, invasiones múltiples y fanatismo a todo dar.

Los estudiantes al poder

La invasión soviética a Afganistán fue un capítulo brevísimo en un historial plagado de intentos de dominación en que ha estado inmersa la nación asiática.

Apenas en el siglo XVIII las dispersas tribus afganas pudieron ser aglutinadas en una lucha común contra persas e indios.

Durante el siglo XIX, Gran Bretaña mantuvo al país como un pequeño satélite simpatizante de la monarquía ubicada a miles de kilómetros de distancia. Los ingleses, después de varias matanzas que sufrieron sus representantes, abandonaron el territorio en 1921.

Luego, a fines de los años '70, fue la ex URSS la que decidió que Afganistán debía convertirse en un hijastro del ideario comunista. Los soviéticos pensaron que era bueno llegar y sacar a un débil gobierno prosoviético e instalar uno decididamente querendón del Kremlin.

Y, nuevamente, como lo habían hecho las primeras tribus nómades que se instalaron en esas tierras unos mil 500 años A.C., los afganos salieron a resistir y sangrar con tal de despojarse del foráneo.

Muchos aportaron generosamente con tal de que un grupo de agricultores y pastores convirtieran a la nación afgana en un Vietnam soviético.

De hecho, se estima que los "muyahidín" - los afamados guerreros que combatieron al estilo de guerrillas a los soviéticos- recibieron unos 10 mil millones de dólares para resistir. Por supuesto, Estados Unidos encabezó la ayuda con tal de conseguir una vergüenza de marca mayor a su entonces oponente de la Guerra Fría.

Cuando se fueron los soviéticos, esos agricultores y pastores quedaron con las manos llenas de armas.

El gobierno afgano que siguió a la partida de las fuerzas de la ex URSS fue una debilitada mixtura guerrillera cargada de componentes de un creciente fanatismo islámico.

A mediados de los '90, un grupo de jóvenes estudiantes asiduos a las "madrasas" - estrictas escuelas de enseñanza del Corán, algunas en suelo afgano y otras en Pakistán- irrumpió en el campo militar y político de Afganistán.

Convencidos de su tarea divina de reconstruir la patria y unificarla en torno a las sagradas escrituras del Islam, los talibanes - palabra del persa "telebeh", que significa "buscadores de la verdad"- iniciaron nuevamente una cruenta batalla. Ahora, para derrotar a sus propios compatriotas que ostentaban el poder.

Lograron el control de Kabul el '96 y del 90% del territorio en poco tiempo.

Entonces, la teocracia talibán se dejó sentir con especial espanto contra los "infieles" afganos y no afganos.

Las ejecuciones públicas y las amputaciones se hicieron habituales en un país que, en realidad, no miró tan a disgusto que los talibanes lograran reabrir rutas comerciales, enfrentaran con dureza la corrupción y mantuvieran una paz aunque fuera armada.

Sobrevivir era más urgente que criticar la estricta política talibana contra las "frivolidades" del cine, internet, televisión y la música.

Pero ese terror fundamentalista talibán llevó a que algunas milicias menos radicales y "liberales" decidieran enfrentar a los nuevos amos de Afganistán como siempre se ha batallado por allá: en base a diminutos grupos con tácticas de guerrillas.

Así, el norte del país se convirtió en el último refugio de esas fuerzas contrarias que aún siguen intentando sacar a los talibanes del poder.

El gobierno talibán apenas ha sido reconocido por sus vecinos de Pakistán - los mismos que ahora apoyan estusiastamente a los EE.UU.- y por Arabia Saudita y los Emiratos Arabes.

¿Quiénes apoyarán ahora a los afganos en la nueva gran batalla que deberán enfrentar contra sus ex aliados estadounidenses?

Ejército de Alá

Los primeros que asumirán la defensa de su líder Osama Bin Laden serán los integrantes del grupo llamado "Al-Qaida".

La organización - con sede en Afganistán- es una suerte de "transnacional fundamentalista" compuesta preferentemente por musulmanes ortodoxos de la secta sunní repartidos por el mundo.

La idea de "Al-Qaida" es establecer gobiernos teocráticos, para lo que buscan liberar a las naciones islámicas de cualquier vestigio de moderación. Su ideario queda claro en sus declaraciones en que llaman como deber de todo musulmán matar a ciudadanos estadounidenses y sus aliados donde quiera que estén.

Pero no estarán solos.

Integrantes de variados grupos preferirán morir atacando cualquier blanco estadounidense o de sus aliados en una batalla que ellos consideran justa, sagrada y que les garantiza llegada directa al paraíso.

"Al-Jihad", una suerte de hermana menor de "Al-Qaida", estará lista a participar en las acciones de sabotaje a los norteamericanos.

No importa que la tarea principal del grupo se haya concentrado en desestabilizar a las autoridades egipcias con tal de lograr en ese moderado país musulmán un régimen más radical: ahora cambiarán sin problema su objetivo.

También se unirán a las fuerzas los comandos selectos de la sección "Izz el-Din Al-Qassan" del grupo "Hamas", una organización que combina el terror y la clandestinidad con la actividad política abierta y legal. Instalados preferentemente en la Franja de Gaza, su ideario se concentra en la aniquilación de Israel.

También, de manera cercana, aparecerá "Hezbolá", grupo nacido en el Líbano y que se opone tenazmente a cualquier proceso de paz israelí-palestino.

Actor preferente en el sur de Beirut, el grupo exhibe una alta capacidad operativa. De hecho, existe variada evidencia que confirmaría su autoría en los atentados a edificios judíos en Argentina.

"Al-Gamaa Al-Islamiyya", agrupación egipcia que decidió un cese al fuego el año '99, tiene a su líder Shayhk Umar Al-Rahman encarcelado en EE.UU., pero puede rearticularse con prontitud. La organización ataca principalmente objetivos al interior de Egipto, pero se reconoce que sus objetivos podrían cambiar en caso de un llamado a una "Guerra Santa".

Sí, pueden ser apenas unos miles. Pero tienen la más mortífera de las armas que siempre ha conocido el hombre: la voluntad ciega de morir por su causa.

 

 

Artículos relacionados

Presidente afgano busca ayuda pakistaní para reconstruir su país
(8/02/2002)

EE.UU. reconoce que Convención de Ginebra rige para talibanes
(7/02/2002)

Crece especulación sobre muerte de Osama Bin Laden
(7/02/2002)

Relativa distensión en Guantánamo con prisioneros de Al Qaeda
(7/02/2002)

Avalancha causa 20 muertos en Afganistán
(7/02/2002)

Liga árabe rechaza acusaciones de Bush contra Irak e Irán
(7/02/2002)

Talibán norteamericano deberá continuar preso durante juicio
(6/02/2002)

Policía paquistaní afirma estar muy cerca de resolver secuestro de periodista
(6/02/2002)

Noticias en línea
Edición impresa

Volver a la portada | derechos reservados | Contáctenos| Créditos
© 2002 El Mercurio. Derechos Reservados.
. Términos y condiciones de la información.
;