Venganza
de un niño contra los talibanes
El
Mercurio
Lunes
29 de octubre de 2001
Abdul Shahid, de 14 años, fue herido mientras combatía a la milicia integrista que mató a su padre y a su hermano.
Elisabeth
Piqué, La Nación, GDA.
JOJABOHAWDIN, AFGANISTÁN.- Afuera sopla un viento imposible, y Abdul Shahid está acostado en una cama desvencijada, con cara dolorida y un pie enyesado. Ojos cafés y piel curtida, Abdul es uno de los tantos niños-soldado de la guerra, una maldición que aquí se aprende desde que se nace.
Abdul, que tiene 14 años pero parece de 10, fue herido por los fundamentalistas talibanes hace un mes, cuando combatía con los muyajedines de la Alianza del Norte.
"Tuvo suerte: lo operé y le saqué la bala del pie, y pronto estará bien", cuenta con satisfacción el doctor Amruddin, quien desde hace un año está a cargo del hospital de este poblado de Afganistán.
Se trata de un mísero edificio de dos pisos sucio y polvoriento, muy lejano a lo que se conoce en occidente por hospital, sin agua corriente ni electricidad, donde hay 20 camas y 10 pacientes.
En su mayoría, son heridos de combate de la opositora Alianza del Norte - que aquí tiene su cuartel general- o desafortunados que han saltado por el aire al pisar minas antipersonales, otra maldición que aqueja a Afganistán.
Se calcula que desde la invasión soviética, en 1979, se han sembrado unas 640.000 minas en este territorio, algo que ha convertido a Afganistán en el país con más minado terrestre del mundo.
Abdul, que viste túnica y babuchas, cuenta que es originario de Dashty Kalib, una localidad que es parte de ese 10% de territorio afgano que controla la Alianza.
Promesa de venganza
Su padre, de 40 años, y su hermano, de 18, fueron asesinados por los talibanes hace cuatro años. "Fue por eso que decidí unirme a la Alianza del Norte", afirma.
"Mi padre era un muyajedín, y cuando lo asesinaron juré vengarlo, y unirme a su causa. Mi mamá estuvo de acuerdo con que me uniera a la guerra contra los talibanes", dice el pequeño Abdul.
Desde la ventana de plástico se filtra el frío que ha llegado hace pocos días a esta región, a través de una infernal tormenta de viento, polvo y arena - fina como la harina- que no deja ver.
El cambio de clima fue violentísimo. En un día la temperatura pasó de 32 a 5 grados.
Todos parecen fantasmas, ya que para protegerse del polvo y la fuerte ventisca la gente suele envolverse en chales, y flota en una enorme nube gris de polvo.
Varios periodistas que acampan en el comando de la Alianza del Norte en Khoja Bohawdin vieron volar su carpa cuando por la noche se desató la tormenta y observaron cómo ese polvo tipo harina destrozó sus telecámaras.
Hartos de este lugar imposible, algunos decidieron emprender el regreso a Dushanbé, en Tadjikistán.
El niño soldado también parece sentir que se viene el invierno, por lo que cuando por la ventana de plástico entra una ráfaga de viento, se calza más profundamente el "taqin", un gorro tradicional turquesa, parecido al fez.
Volver al frente
"Hay muchos de mi edad que combaten en el frente", cuenta Abdul, quien antes de caer herido pasó semanas metido en trincheras de barro, disparando su Kalashnikov contra los talibanes.
Se trata de esporádicos combates de nunca acabar, donde unos avanzan y otros retroceden.
Estos enfrentamientos desdehace años han convertido este país en una suerte de territorio comanche.
"A la mañana temprano, antes de ir a la primera línea del frente, hacemos las abluciones, y oramos", agrega, Abdul.
Además, cuenta que recibió un entrenamiento de cuatro meses. Como el 95% de los afganos, Abdul es analfabeto. En vez de ir al colegio, prefirió tomar la Kalashnikov.
Abdul recalca que los bombardeos estadounidenses contra el régimen talibán"son buenos, porque hay que castigar al régimen talibán y al terrorismo".
Al preguntársele qué hará cuando sea dado de alta, contesta como sin poder creer una pregunta tan obvia: "Voy a volver al frente para combatir contra los talibanes". |