Viernes,
24 de Septiembre de 1993
GRANDE
NIRVANA
El
grupo norteamericano, los héroes del sonido grunge de Seattle,
están de vuelta. Con In Utero, su cuarto disco, que por poco
se salvó de no nacer.
Parieron gritando insultos y amenazando de muerte. Con los ojos hinchados
de puro odio y las venas de la garganta a punto de explotar. Con esa
misma cara de ira que pusieron esa vez que alguien les preguntó
sobre Axl Rose. Con la misma sonrisa asesina con la que respondieron
que querían ser recordados sólo como una banda de imbéciles.
Y es que esta vez el enojo iba en serio.
Tanto, que pensaron bautizar su nuevo álbum con el suicida nombre
de I hate my self and want to die (una de las canciones del disco) sólo
para molestar a los ejecutivos de su compañía discográfica,
la multinacional Geffen Records. Todo porque, según la norteamericana
revista Newsweek, alguien se atrevió a pedirles que bajaran un
poco la acidez corrosiva de sus letras, porque de lo contrario el asunto
era sencillamente impublicable. Y para ellos, los héroes del
sonido grunge de Seattle, eso fue como una abierta declaración
de guerra.
Por
eso, su cuarto trabajo estuvo a punto de no existir. O al menos hubo
un momento en que el malcriado líder y vocalista Kurt Cobain,
el espigado bajista Chris Novoselic y el infantil batero Dave Grohl,
los miembros de la banda, anunciaron al mundo que ya no soportaban más.
Y empezaron las conversaciones.
Primero,
después de un convencimiento envidiable, los hombres de Geffen
consiguieron que sus estrellas cambiaran el nombre del elepé
por el de Dumb.
Más
tarde, ya con las relaciones más cordiales, los chicos de `Smells
like teen spirit' aceptaron titular el disco como In Utero (que salió
el martes pasado en todo el mundo, menos en Chile cuya fecha será
la próxima semana) y las cosas parecieron volver a su cauce normal.
Por cierto, antes dejaron en claro algunos puntos.
``Nunca
hubo presiones del sello para cambiar las canciones que hicimos con
el productor Steve Albini. Nosotros tuvimos el control del cien por
ciento de nuestra música. Lo que pasó fue que estuvimos
un par de semanas trabajando con Albini, haciendo las mezclas y las
grabaciones de sesión, pero luego nos dimos cuenta de que las
canciones no sonaban lo suficientemente potentes. Y quisimos cambiar
eso'', explicó Cobain en una sorpresiva declaración pública.
Cierto
o no, más allá de la polémica, lo que importaba
era el resultado.
Y
Nirvana, cargando sobre sus hombros la pesada carga de superar el éxito
de su premiado álbum anterior Nevermind, con este nuevo pegó
muy fuerte. Es más, la crítica especializada calificó
a In Utero casi como un disco perfecto. Como esa muestra de talento
y desgarro que hacía falta en un mundo tan lleno de máquinas
y sonidos prefabricados.
Qué
se puede decir. Grande, Nirvana.
Mama
Fans La historia comienza en el pequeño y perdido poblado de
Aberdeen, allá en Washington, cuando Kurt Cobain y Chris Novoselic
se dan cuenta de que tienen gustos en común y empiezan a meter
bulla. Siendo breves, hay que decir que en diciembre de 1988 editan
bajo el alternativo sello Sub Pop una copia limitada de mil ejemplares
del single `Love buzz/Big cheese'. Eran los tiempos recuerda Novoselic
``en que tocábamos para shows de beneficencia los domingos por
la tarde y apenas salíamos al escenario se iban todos''.
Pero
a pesar de la indiferencia del respetable, la compañía
se armó de valor para editar el álbum debut de la banda,
Bleach, que apareció a mediados de 1989. La grabación,
que sólo costó algo más de 600 dólares,
fue hecha con un baterista llamado Chad Channing y en los títulos
también apareció gratuitamente el nombre del guitarrista
Jason Everman (``El no tocó ningún instrumento en el disco,
pero como nos acompañaba en los shows, quisimos que se sintiera
parte del grupo'', explico más tarde Kurt Cobain).
La
cosa anduvo bien. Por lo menos, sirvió para que Nirvana no bajara
los brazos y así pudieran encontrar en Dave Grohl, ex baterista
de la banda hardcore Scream, al hombre que les hacía falta para
lograr un sonido más demoledor. Y lo consiguieron.
Porque,
dos años después, su segundo elepé Nevermind fue
durante varias semanas número uno, vendió más de
nueve millones de copias en todo el mundo y se transformó en
el trampolín comercial de un tipo de rock acústico y directo.
En la cara oficial del grunge, ese sonido quejumbroso y potente, nativo
de las montañas de Seattle, que, sin querer, se levantó
como la banda sonora de la escéptica generación norteamericana
de los 90. Entonces, entre otras, pudieron salir del underground bandas
como Soundgarden, Alice in chains, Pearl Jam y los gruñidos rebeldes
pasaron a ser parte de la moda.
Por
eso, luego de una gira mundial que pasó muy cerca, allá
por el bonaerense estadio de Vélez Sarsfield la noche del 30
de octubre del año pasado, los Nirvana pudieron convertir en
éxitos de ventas sus primeras grabaciones inéditas para
Sub Pop con Incesticide, su tercer álbum.
Y
así, después de hacer noticia por sus históricas
presentaciones en favor de las víctimas de la guerra entre las
repúblicas de la ex Yugoslavia, meses más tarde de los
rumores y los desmentidos, el trío volvió al ataque muy
seguro.
Con
sus inconfundibles quiebres melódicos que mantienen despierto
a la fuerza. Con canciones tan viscerales e intensas como `Scentless
apprentice', la desgarradora `Rape me' (dedicada a las mujeres bosnias
violadas por los soldados serbios) y el frenesí rockero del single
`Heart-shaped box'. Con las ganas intactas de una guitarra sucia en
`Dumb' y la irreverencia irónica al tope en `Frances farmer will
have her revange on Seattle'. Con la fuerza viva en `Milk it' y el relajo
tenso de `All apologies'.
``A
mi mami le gusta nuestra música. Y si la podemos agradar a ella,
entonces significa que estamos por el camino correcto'', fue una de
las razones dadas por el rubio líder para editar el reciente
disco. Ojalá a ella le guste In Utero. Hasta podría ser
un lindo homenaje para el día de la madre. O algo así.
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