Viernes,
25 de Agosto de 2000
¿QUÉ PASÓ, KURT?
Hace
un par de años, en el festival independiente de Sundance, Kurt
& Courtney, el documental de Nick Broomfield que narra un posible
asesinato del líder de Nirvana, Kurt Cobain, desató la
polémica. Courtney Love, la viuda del astro, se opuso a su difusión.
Los fanáticos de la banda exigieron el derecho a la verdad. Y
ahora que la cinta está en las pantallas locales es un buen momento
para analizar por qué amarla. O, claro, por qué odiarla.
Por
Qué Amar Este Filme
El
cine nació con cara de documental (en el sentido de registrar
llegada de trenes y otras escenas cotidianas), hasta que alguien por
ahí reparó que, aún cuando las imágenes
son objetivas por vocación, la postura de quien se pone tras
el lente no tiene por qué seguir los mismos pasos.
Pese
a todo, hoy día todavía se piensa que los documentales
son una especie de crónica periodística, sin posibilidad
de caprichos u opiniones de parte de su autor. Contrariamente, este
género, ha probado ser tierra fértil de grandes pensamientos
autónomos e incluso ampliar el lenguaje del séptimo arte,
aun cuando no sea, necesariamente, un limpio cristal en lo riguroso
o exhaustivo de su investigación.
Tal
es el caso de esta película, del joven cineasta británico
Nick Broomfield. Con espuma en la boca, este polémico trabajo
sería una prueba más de que el ex líder de Nirvana
no se suicidó, sino que habría muerto a manos de una conspiración
tejida por su esposa, Courtney Love.
Cámara
en mano, el director se pasea por las guaridas de viejos amigos, conocidos
y nanas de la pareja, además del padre y un ex pololo de esta
mujer. A vuelo de pájaro, cualquiera se da cuenta de lo difícil
que es rescatar de esta fauna a algún entrevistado que merezca
el epíteto de sano o normal.
Incluso,
la actitud de Broomfield como reportero deja mucho que desear, puesto
que no sale a la calle a formular preguntas, sino a buscar la respuesta
que necesita: ¡Courtney Love es culpable!.
Puede
que el autor esté en lo correcto, pero su obra jamás podrá
ser tomada en serio en una corte donde la balanza de la justicia esté
bien aceitada. ¿Qué queda en pie, entonces? Si logramos
vacunarnos contra la ingenuidad y la objetividad, Kurt & Courtney
tiene una segunda vuelta. Ya no como una sólida hipótesis
criminal, sino como una película insolente, divertida, arbitraria
y, sobre todo, escandalosa.
Sin
tomarse nada tan a pecho, se trata de un pelambre coherente (o majadero,
si se quiere) en sus postulados y en la espontaneidad (o caos) de su
forma.
Kurt
& Courtney es, en el fondo, un eslabón bien producido dentro
de la cadena alimentaria que rodea al mundo del espectáculo.
Allí, donde siempre están a flor de piel temas como la
naturaleza humana, el precio de la fortuna y otras cosas por el estilo
que involuntariamente salvan a películas mucho más mediocres
y que, más encima, se las dan de poéticas, como The Doors.
Juan
Andrés Salfate
Por Qué Odiar Este Filme
Para
acusar a alguien de asesino y comer pescado, hay que tener mucho cuidado.
Y Nick Broomfield se clava gruesas espinas en la lengua después
de los 95 minutos que dura su documental.
Desde
la muerte de Kurt Cobain, en 1994, se han tejido básicamente
tres teorías al respecto: a) Kurt Cobain se mató porque
odiaba la fama. b) Se quitó la vida porque era drogadicto. c)
No se mató, lo mataron.
Broomfield
se inclina por la tercera. Pero en su documental choca con una enemiga
formidable, Courtney Love, quien no sólo le prohibe usar música
compuesta por Cobain, o por ella, en el filme, sino que mueve todos
los hilos que puede mover desde el mundo de la industria musical para
quitarle financiamiento al director.
Muy
bien. Uno se entera que Courtney Love es pesada. Y, en ocasiones, mala.
En la cinta nos enteramos de que, en el pasado, ella (y Kurt) han amenazado
de muerte a reporteros que han tratado de investigarla. Pero la película
también devela otra cosa: la ausencia de buen periodismo.
Mientras
más dificultades Broomfield encuentra para filmar, más
y más se insinúa la teoría de que el dedo tras
el gatillo fue el de Love. El problema es que los testigos que avalan
la teoría son pésimos.
En
el desfile de personajes que conocieron a la pareja Cobain-Love se destacan
un ex novio de Courtney Love, quien la odia abiertamente y la acusa
de manipuladora; una supuesta amiga de la pareja (en los años
de uso de heroína), quien asegura tener fotos de Cobain inyectándose
droga en la vena y que nunca consigue mostrarlas en cámara porque
están en casa de mis padres.
También
aparece un detective privado, a quien Love contrató para localizar
a Cobain días antes de la muerte y que sobrevive gracias a un
libro que escribió y en el que señala que, justamente,
Love mató a Cobain; un ex punk y actor porno llamado El Duce,
quien asegura que Love le pagó para que matara a Cobain; y el
padre de Courtney, Hank Harrison, que ha escrito un libro en el que
también comparte la tesis de que su hija mató al líder
de Nirvana.
Como
espectador, estuve constantemente dudando de cada uno de los testimonios
presentados. Demasiada gente interesada avalando una misma posición.
Concuerdo con Broomfield: Courtney Love es una tipa dura de roer. Pero
de ahí a insinuar que es una asesina, hay muchísima distancia.
Alfredo
Sepúlveda
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