Domingo, 24 de Marzo
de 1996
Y NO SE DESVANECIO
“Es
mejor quemarse que desvanecerse”, escribió Kurt Cobain
el desaparecido líder del grupo Nirvana en su carta póstuma.
Y lo ha logrado. Porque su recuerdo sigue vivo en Seattle, pese a que
los admiradores no tienen dónde rendirle homenaje: ni en la casa
que ocupó, cerrada a los intrusos, ni en su sepulcro, porque
no existe... El 4 de abril se cumplen dos años de su muerte.
Se suicidó
el 4 de abril de 1994. Se van a cumplir dos años.
Oficialmente, la causa del deceso fue un balazo disparado en plena cabeza,
aunque su cuerpo tenía suficiente heroína como para matar
a tres personas.
Kurt Cobain,
vocalista y líder del grupo Nirvana, ya había intentado
irse de este mundo en varias oportunidades. Se lo habían impedido.
Era hermoso, rico y famoso. Pero estaba hastiado. Tenía 27 años.
Y, como lo escribió en su mensaje de despedida, no sentía
entusiasmo por nada.
Millones
de admiradores lloraron su muerte. Incluso tres canadienses veinteañeros
se suicidaron porque su ídolo había partido. Miles de
fans hicieron vigilias en Seattle y acudieron a tocar guitarra y a encender
velas frente a la enorme casa en cuyo garage se disparó.
Fuimos a
conocer esta mansión, en el elegante barrio de Washington Lake
Boulevard, rodeado de parques. No se ve prácticamente nada. La
viuda, Courtney Love, mandó poner unos plásticos negros
que tapan la vista por la parte de atrás de la casa. Y, no contenta
con esto, contrató a un guardia negro, quien, junto a un enorme
perro, se encarga de echar a los intrusos.
Por la entrada
principal todo está cerrado con árboles y rejas inaccesibles.
Sólo
queda un espacio vecino vacío con plantas y césped donde
hay un escaño. Aquí se han realizado verdaderas romerías.
El banco está cubierto de inscripciones quejumbrosas. Todo el
ambiente rezuma tristeza. Dan ganas de llorar.
¿Y
la tumba de Cobain? No existe. Su cuerpo fue cremado una semana después
de la muerte y su viuda se quedó con el ánfora que contiene
las cenizas del cantante. Quiso dejarlas en un cementerio, pero en un
camposanto simplemente no se las aceptaron, para no tener problemas,
y en otro le pedían 75 mil dólares por la lápida
y cien mil dólares anuales para su protección, ya que
suponen que el lugar se convertiría en sitio de peregrinación
y perturbaría la paz del recinto.
Así,
los fans se han quedado sin un lugar donde expresar su afecto al desdichado
cantante.
Al comienzo
hacían viajes hasta Aberdeen, otra ciudad del estado de Washington,
donde nació Cobain. Y hasta levantaron una especie de monumento
en su memoria. Pero el ámbito emocional donde dejó sus
huellas fue Seattle.
LA ACTITUD
GRUNGE Kurt Cobain, con sus canciones ásperas, de amargura y
desencanto tan profundos como la úlcera que le desgarraba el
estómago, fue el máximo exponente del movimiento grunge.
¿Qué
significa grunge? Una actitud distinta frente a la vida, una apatía
mezclada con algo de fatalidad y con ganas de disfrutar lo que venga,
si es que viene. De alguna manera tiene sus raíces en las expresiones
hippies, por la no aceptación del sistema imperante. Sin embargo,
los hippies eran optimistas. Creían que su lema ``paz y amor''
cambiaría el mundo. Luego vinieron los punk, también rebeldes,
pero más agresivos. Con elementos de ambas corrientes, sumados
a una suerte de indiferencia y confusión, nació el grunge.
Su sede, por así decirlo, se encuentra en Seattle, aunque realmente
se extiende desde Vancouver, en la vecina Canadá, hasta Portland,
en el estado de Oregón, y, de alguna manera, por todo el mundo.
¿Por
qué Kurt Cobain fue y es todavía tan admirado? Encontramos
las respuestas recorriendo los barrios por donde deambulan los grunge
cerca del distrito universitario de Seattle. Nos acercamos a ellos y
conversamos con los que estaban dispuestos al dialogo. Le preguntamos
a un muchacho de 19 años si estudiaba o trabajaba. Respondió:
``¿Para qué estudiar? ¿Para obtener un trabajo?
¿Y para qué? ¿Para conseguir dinero y comprar cosas
y seguir luego trabajando para obtener más cosas? No, gracias.
Yo sólo quiero vivir este día y, si es posible, disfrutarlo''.
A una niña
de 14 años le preguntamos si vivía con sus padres. Dijo:
``No.
Ya ni me
acuerdo de ellos. Paso el día en la calle o donde pueda juntarme
con un grupo. Duermo en los albergues municipales o donde alguien me
invite a quedarme''.
Admiten
que entre ellos circulan drogas. ¿De dónde sacan el dinero?
Se encogen de hombros.
Al igual
que otros grunge, no quieren dar sus nombres y menos aceptan que se
les fotografíe. No tienen muy claro por qué. Uno intenta
una excusa: ``Algo del espíritu queda en la foto, ¿no?''.
Otro sencillamente sale corriendo.
Comen lo
que les dan en casas o restaurantes: pan, leche, helados a punto de
caducar, medio sándwich que alguien dejó en un plato...
Se visten
con ropa regalada de segunda o tercera manos. Por eso suelen combinar
prendas de diversos colores y texturas. Les da lo mismo.
Básicamente,
les basta un calzoncillo largo de lana o algodón, un short o
un pantalón, una polera y un abrigo si hace frío. En cuanto
a zapatos, reciben lo que viene y, a veces, los rezagos del ejército.
Saben que lo grunge se ha convertido en moda y que en boutiques de la
ciudad venden ropa nueva, impecable y cara, que intenta imitar eso que
brota de una actitud interna.
Sienten
que no son queridos. La mayoría viene de hogares donde los padres
se separaron cuando ellos eran pequeños. Y creen que esta sociedad
está manejada y muy mal manejada por los Baby-boomers, la gente
nacida después de la Segunda Guerra Mundial y que ahora tiene
entre 35 y 50 años de edad.
"Ellos
tienen el poder, ellos hacen las guerras y propician una estúpida
sociedad de consumo. No tenemos cabida allí y no queremos estar
allí''.
Los grunge
se sienten parte de la Generación X, la que ya encontró
este mundo en poder de los Baby-boomers. Y no desean hacerles el juego.
Por eso se apartan, se marginan. Desearían ser amados, pero no
aman. Desearían ser necesarios, pero no desarrollan sus potencialidades.
Muchos ni siquiera se han planteado claramente cuáles son. Han
optado por la indiferencia y la inercia.
Pero esto
tampoco los hace felices. En un recóndito punto de sus cerebros
o de sus almas saben que hay algo que tampoco esta bien dentro de ellos.
Tienen relaciones superficiales, poco comprometidas, porque no confían
en que los afectos puedan ser permanentes. Y Dios, bueno, es sólo
una idea... Sus frases favoritas son: ``Total, da lo mismo'' y ``No
importa''.
Toda esta
frustración, toda esta confusión fue la que expresó
Kurt Cobain en sus canciones.
LA FAMA
DOLOROSA Hasta los siquiatras y sociólogos han tratado de entender
qué le pasó a Cobain. Muchos afirman que fue el mismo
síntoma que indujo al sucidio a Marilyn Monroe o que hizo matarse
en su auto a James Dean.
Otros dicen
que las drogas llevan a sentir por momentos un estado de euforia o de
paz absoluta que aterriza brutalmente en una realidad insoportable cuando
pasan sus efectos. Y que por eso se suicidó el guitarrista Jimi
Hendrix, también de Seattle, y que por sobredosis murieron la
cantante Janis Joplin y Jim Morrison, el vocalista del grupo The Doors.
Cobain empezó
temprano con las drogas, cuando dejó el colegio. Su padre era
un mecánico; su madre, una dueña de casa. Se separaron
cuando él era un niño y vivió durante algunos períodos
con uno o con otro. Pero tenía talento y quería cantar.
El primer álbum (Bleach) logró grabarlo junto a un baterista
y un bajista en el sello alternativo Sub Pop, que ahora ha subido de
categoría. El presupuesto fue bajísimo: 606 dólares.
Algo bueno
olfatearon los modernos mercaderes de la música, ya que el segundo
álbum (Nevermind) contó con un respaldo más sólido.
Y aunque salió con un tiraje de 50 mil ejemplares, llegó
a vender más de seis millones de copias.
Y el tercer
disco (In Utero) fue apoteósico.
Le habían
llegado la fama y el dinero al joven rubio de jeans y canciones desgarradas.
Y también le había llegado el matrimonio con Courtney
Love, también cantante y líder de una banda feminista
punk llamada Hole, que ahora vende más que antes. Era una relación
autodestructiva, como el mismo Cobain declaró varias veces. Courtney
había sido ladrona de supermercados y se inyectaba heroína.
Incluso siguió haciéndolo cuando quedó esperando
a la hija de ambos, Frances Bean, quien pronto cumplirá cuatro
años.
Las denuncias
sobre la drogadicción de Courtney hicieron que la justicia diera
la tuición temporal de la niña a una tía. Pero
luego la tuvieron de regreso. Cobain dijo que estaba feliz, aunque después
se supo que había ido a la clínica cuando nació
la criatura y había intentado matar a la niña y a la madre,
para suicidarse después. Un integrante de la banda de Courtney
impidió la tragedia. Cobain confesó más tarde que
no quería imaginar que su hija iría un día al colegio
y que tal vez los chicos la maltratarían.
La fama
le permitió adquirir la mansión que costó más
de un millón de dólares; hacer un vuelo directo desde
Estados Unidos a Argentina en avión privado por puro gusto, y
comprar drogas sin restricciones. En Seattle es fácil obtenerlas.
Y también es fácil comprar armas. No hay legislación
que lo impida. Tanto así, que con cierta frecuencia en la ciudad
salen grupos dentro un auto y disparan a los transeúntes por
el placer de hacerlo.
En medio
de este ambiente, con un dolor demasiado profundo y sin claridad para
entenderlo o superarlo, llegó un momento en que sintió
que era un contrasentido cantar protestando contra el sistema y ser
millonario gracias a ese mismo sistema.
Y se mató.
LEGADO TED
Fry es uno de los más respetados y admirados dejota (discjockey)
de Seattle. Toda una autoridad en música pop, actualmente conduce
un programa con comentarios en la National Public Radio. Le pedimos
que nos entregara su punto de vista.
"Cuando
Kurt Cobain se voló la cabeza el 4 de abril de 1994 alcanzó
el rango de héroe de culto, como Jim Morrison, Jimi Hendrix y
Elvis, quienes han inspirado e infectado a una generación con
nuevos y únicos ideales. La madre de Cobain los calificaba como
``ese estúpido club'' y muchas veces le había advertido
a Kurt que no se uniera a ellos. Pero de muchas maneras Cobain estaba
marcado por su destino. No hay dónde ir a verle, pero él
ha logrado el mismo estatus mítico que alcanzaron los otros gurúes
del rock cuando fallecieron.
La muerte
de Cobain marcó un gran giro en el escenario musical de Seattle
e influyó, casi a un nivel global, en todo un estilo de música
y cultura.
Sin embargo,
antes de que Nirvana fuera famoso, ellos sólo eran uno de los
tantos grupos en una gran comunidad de bandas que trabajaban dura y
apasionadamente en los garages para protegerse del frío y de
la lluvia de Seattle rasgando furiosamente sus guitarras baratas y cubriéndose
con camisas de franela compradas en tiendas de ínfima categoría.
Alcanzaron
la gloria. No porque tuvieran algún secreto o hubieran inventado
el grunge. Nada de eso. El fuerte y agrio sonido pospunk que había
sido metido en la amplísima categoría de grunge, ya había
circulado por bares y galpones mucho antes de que Nirvana constituyera
siquiera una unidad.
La razón
del éxito de Nirvana fue el genio de Kurt Cobain como compositor
pop. El tuvo el toque justo para mezclar una música que te pesca
con la rabiosa y distante actitud musical que él y otros de su
generación heredaron de tanto escuchar el punk y el rock pesado
de los setenta.
Y si alguien
hubiera querido inventar en 1992 el supergrupo perfecto, de seguro que
ese conjunto habría tenido una mezcla de los Sex Pistols, Led
Zeppelin y Black Sabbath.
Nirvana
tuvo muchos de esos elementos e hizo la clase de música que mucha
gente estaba lista para escuchar.
LOS
HEREDEROS MUSICALES OBVIAMENTE, Nirvana terminó. Porque Nirvana
era Kurt Cobain. El mostró el movimiento grunge al mundo entero
y, de paso, abrió amplios caminos a otros grupos como Pearl Jam,
Alice in Chains o Nine Inch Nails. Pero dejó un vacío.
Sin embargo,
después de un período de luto, el ex baterista de Nirvana,
Dave Grohl, formó otra banda, Foo Fighters, que combina el punk
rabioso con melodías suaves. Y le ha ido bien.
Seattle
es un excelente lugar para hacer música: existen más de
120 locales, pequeños en su mayoría, donde diariamente
se presentan grupos que muestran todo tipo de creaciones, desde el grunge-jazz
hasta el grunge-rap o grungeadelaia (con la sicodelia de los sesenta).
Y en muchos bares o pubs simplemente hay jazz puro. O poesía.
Hay más
de dos mil bandas en Seattle. No todas famosas o creativas. Pero se
expresan, porque tienen dónde hacerlo.
Los nombres
son variadísimos: Satélite 23, Critters Buggin, Hazel,
Love Battery... Y entre los que han empezado a destacarse figuran The
Presidents of the United States, que expone un grunge liviano y con
melodías sencillas y, por momentos, pegajosas, aunque la letra
parezca un poco incoherente.
No les importa
mucho. Sólo quieren pasarlo bien.
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