Maité Fernández
El teatro es su vida
Miércoles 11 de junio de 2003, 16:37



Maité Fernández está por cumplir 80 años y no los parece. Cincuenta de estos los dedicó al teatro. Eso es motivo suficiente para celebrar con lo que ella mejor sabe hacer: actuar. Por eso decidió montar nuevamente una obra del dramaturgo nacional Jorge Díaz. Es que según ella sus obras son las que mejor sabe interpretar ya que tienen una complicidad de memorias que los une profundamente. Ambos se nutren de lo que fue la guerra civil española para desempeñarse en su profesión. Y eso que Maité Fernández fue sólo una espectadora de los que fueron realmente los protagonistas de esa historia.

Aunque nació el 1 de febrero de 1924 en Mar del Plata, Argentina, pasó su infancia en Comodoro Rivadavia. Este pueblo estaba constituido en su mayoría por inmigrantes, especialmente de aquellos que venían escapando de la Guerra Civil Española y que llenaron a la curiosa adolescente de miles de historias y recuerdos. Adquirió así una conciencia colectiva. Quizás eso, o la tranquilidad del pueblo, la llevaron a escribir. Eso sí, a escondidas, ya que los padres no se podían enterar de que ella estaba soñando despierta. Su hija tenía que concentrarse en coser y aprender las labores del hogar.

Sin embargo, Maité tenía mayores aspiraciones. A los 21 se trasladó a Buenos Aires y sobrevivió trabajando de día en una fábrica de ajuste de radios y estudiando de noche en un liceo. Fue en esa época en que ella tuvo su primer reconocimiento, cuando una obra suya fue destacada, junta a otros 26 poetas desconocidos de Argentina y Uruguay, por el gran poeta español Juan Ramón Jiménez. Este hecho la llevó a conocer a su futuro marido, al menor de los hijos del poeta Pablo de Rokha. A menos de dos meses de conocerlo se casó con él y comenzó su nueva vida matrimonial al otro lado de la cordillera de los Andes.

Es en Chile donde se despliegan en todo su esplendor las multifacéticas habilidades de esta mujer. Ella pensaba que solamente era escritora. Pero su amiga chilena Margarita Aguirre la anima a ingresar a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile en 1953. Por razones externas no comenzó inmediatamente a actuar, pero integró por varios años el elenco de uno de los grandes radioteatros de la época "El Gran Teatro de la Historia" de Jorge Inostroza. En 1960 es solicitada por la Sociedad de Arte Escénico del Teatro Municipal para integrar el reparto de "El Gran Teatro del Mundo", de Calderón de la Barca. Durante el mismo año, su obra "Un vestido de seda" obtiene el tercer lugar en el Concurso del Teatro Experimental y es montada por el Teatro Bancario con ella de protagonista. De ahí en adelante, su currículum adquirió una extensión difícil de igualar en cuanto a la práctica profesional. Imposible nombrar todo lo que ha hecho esta actriz nacionalizada chilena. Pero para hacerse una idea: montó 35 obras de teatro, algunas de ellas itinerancias a nivel nacional e internacional. En más de diez oportunidades viajó a América y Europa para participar en festivales de teatro, y participó en 12 teleseries nacionales. Y esto no es todo, decirlo de esta manera es casi simplificar los hechos.

A Maité, madre de dos hijas, la marcaron tres compañías, para ella las más míticas de Chile. Primero el Teatro Teknos, de la Universidad Técnica del Estado, que realizaba un intenso trabajo de divulgación cultural llegando a los lugares más olvidados del país, brindando a todos los chilenos la oportunidad de apreciar y gozar de la magia de las artes. Segundo el famoso y legendario Teatro Popular Ictus, del cual fue parte durante 16 años. La última compañía importante fue la que formó ella misma en 1993, el "Teatro Itinerante La Ventana". Con ella trata de recobrar el espíritu de los recorridos de antaño, con los cuales se busca brindar estímulos artísticos a públicos más desprotegido y carente de expresiones teatrales. Innumerables fueron las experiencias vividas en estos viajes de introspección teatral, pero una de las más notables son las funciones realizadas en las cárceles de Iquique (1995) y la función que brindaron en la Cárcel de Mujeres de Arica (1996).

Como si fuera poco, esta mujer, inagotable artísticamente, ha escrito numerosas obras de teatro y algunas musicales para niños, uniendo así su pasión por la literatura, el teatro y la música. Imposible no reconocer su labor. Por eso en marzo de 1999 recibió la "Distinción a la Mujer en el Ámbito Artístico Cultural" otorgada por la Ilustre Municipalidad de Santiago y ese mismo año le entregaron la "Medalla de los 150 años de la Universidad de Santiago", por su recordada participación en el Teatro Teknos. El 2000 ganó el premio APES y el 2001 el premio Altazor como mejor actriz de teatro por la obra "Vírgenes, Santas y Mártires". Esta última, junto al monólogo "Federico, el niño que cumple 100 años" y el actual estreno "Canción de cuna para un anarquista" serán sus montajes para este año. Por eso decir que entregó su vida al teatro no es una exageración sino una realidad. No es de extrañar entonces que esta "negrita de la Patagonia que llegó y que se hizo este espacio modesto y chiquitito", como se autocalifica, aún no esté descansando. Seguirá sobre las tablas hasta que la muerte las separe.

 
     
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