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¡El final de verano, llegó, y tu partirás…!

18:00 horas y ha sido una tarde agitada, de conversación, pichangas, con tiempo para jugar naipes, cachos, hacerse trenzas bahianas, comer pan de huevo, y en el caso de muchos embriagarse un poco.

Desde arriba del escenario, la gente de la FECH insta a los muchachos a no dejar botados a sus compañeros y a cuidar sus mochilas, porque ya se acerca la hora de la partida. Este año, no hubo baile de la reinas en bikini, no estuvo Tommy Rey, pero igual aparentemente están todos felices.

Ángel, de Ingeniería, es un veterano de mil batallas. "Llevo seis años en la U, y he venido los seis, vengo porque es la raja, hacemos nuevos amistades y se pasa bien, también venimos a ver mechonas, todo bien, el próximo año no me la pierdo".

Para Marisol de Ciencias, está todo bien en su cuarto año consecutivo de paseo. "Es una tradición de la U, si no vengo me voy a convertir en una vieja fome. Después me voy acordar de estos viajes, así que hay que puro venir, aunque sé que este año es el último porque egreso", dice con algo de tristeza en la voz.

Opinión contraria tienen algunos, por ejemplo, Julio de Historia viene "porque le gusta el mar", y para Eleonor, de Licenciatura en Ciencia, es su "primera vez y encuentro que está la caga’, está entretenido, pero encuentro que la gente se distorsiona, toman un poco, y como no están acostumbrados, al primer copete y pito que se fuman se distorsionan y empiezan a ponerse giles".

Pero, sin lugar a dudas el que más "choreado" estaba era, Sebastián Troncoso, secretario ejecutivo de la Federación de Estudiantes de la Universidad: "Yo no soy particular fan de Cartagua, lamentablemente hay que seguir haciéndolo porque es una tradición universitaria, creo que de a poco hay que empezar a cambiarle el sentido a Cartagena, que efectivamente los cabros vengan a divertirse, pero esto es una masacre, los cabros vienen a puro tomar, no hay ninguna instancia de tirarles un rollo porque los cabros llegan curaos", alega mientras trata de bajar a los últimos rebeldes del escenario.

En la costanera, un cuartel móvil de Carabineros recoge las denuncias de inconsolables mechonas que han perdido sus mochilas o que les han robado la billetera. Los policías reportan que no han detenido a nadie, conscientes de que se trata de una actividad normal mientras no molesten a los vecinos, e incluso cuando conversan conmigo, sonrien con los desinhibidos estudiantes que bromean en la calle. "Llevenme mi cabo, cache, estoy sin zapatos", danzan en la Costanera del Mar.

¡Al final, de este viaje!

Comienza el triste éxodo hacia el aparcadero municipal de buses, más cansado que Kung Fú de tanto caminar, inicio el peregrinaje de vuelta, sólo porque no encuentro a nadie entre la multitud. Llama particularmente la atención, cómo se manifiesta Cupido en estas instancias, algunos que partieron solos, casi sin conocer a nadie, regresan con algún pololo ocasional, aun cuando al otro día deberán hacer más que un esfuerzo para recordar los rostros y los teléfonos anotados con lápiz pasta apenas distinguibles en los brazos.

Aparecen los "sanitos" acarreando a los caídos en acción, buscando desesperados el número del bus,…. "Loco, te acordái que número era, 45 ó 69". Son cerca de las 19:05, y comienzan a llegar los primeros guerreros, cansados, eufóricos, en calidad de bulto, a intentar encontrar el 87 en un mar de buses que supera fácilmente las 100 máquinas.

El espectáculo de desorden inicial se repite, "faltan compañeros, …, no nos podemos ir si ellos", dice una lola preocupada, "Vámonos, si se van a subir en otro bus, no te preocupí", le responde otra.

La realidad de los buses más vacíos de la partida, al regreso es caótica. Son 44 asientos, y ya no son 63 pasajeros: son 75; hacinamiento total, de frentón los que agarran asiento se largan a dormir, mientras el encargado del bus intenta bajar infructuosamente a los convidados de piedra.

Muchos seguimos la 'conversa', discusiones van y vienen, y afloran las pasiones más sublimes y las más terrenales. Como por arte de magia aparecen reflexiones kantianas sobre la vida y el ser, declaraciones de amor baratas sacadas de las más notables canciones de Chayanne o Cristián Castro, y los infaltables abrazos llorados entre los amigos. "Yo te quiero amigo, vamos a serlo toda la vida amigos, ¿cierto compadre?","cierto compadre", responde Daniel a Matías.

Es el momento de la pausa, se acabó el copete, y uno que otro saca la cartita bajo manga, todo tipo de "arreglados" sirven para seguir la fiesta, vino con jugo, y más de algún resucitado lo único que pide es agua.

De vuelta en Santiago la historia continúa con el desafío de llegar a la casa sin demasiadas evidencias de la batalla vivida, mientras los choferes ven con resignación como sus máquinas terminan manchadas con vino, el suelo lleno de puchos, y nauseabundos olores; pero ese es otro cuento. Mañana el dilema: ¿a clases o a dormir hasta tarde?

En tanto, en Cartagena anochece, y comienza el trabajo de limpieza en una playa que ha quedado inmunda y que al día siguiente aparece "soplada" con todo limpio. Errantes se ven personajes con mochila que recién despiertan en busca de un lugar donde pasar la noche, porque el bus 87, ni ningún otro está ya en el aparcadero municipal. Habrá que dormir en la plaza, o hacer dedo. "Ya me quedé botado de nuevo,…, ¡no tomo nunca más!".

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