Antuco
Testigos directos de las labores de rastreo:

Los crudos relatos de la búsqueda

 

Felipe Gálvez, enviado especial
Domingo, 22 de Mayo de 2005

Los operativos de rescate han permitido recuperar los cadáveres de 21 conscriptos.

Cuerpos enterrados hasta cuatro metros bajo la nieve. Acurrucados, tendidos de espaldas o afirmados de pie contra una roca, como refugiándose del frío.

Así fueron encontrados los soldados que se perdieron tras el temporal de nieve en la alta cordillera en Antuco. Hasta anoche eran 21 los cuerpos hallados y 24 los aún perdidos.

Los crudos relatos corresponden a trabajadores que colaboran con personal del Ejército en las labores de rescate.

Éstas se inician cerca de las 7 horas. Una fila de soldados cubre todo el ancho del camino entre los refugios La Cortina y Los Barros. Se desplazan enterrando unas varas metálicas extensibles -se las conoce como "sondas"- en busca de conscriptos sepultados por la nieve.

Tras ellos, una máquina pisa-nieve empareja el camino. En la misma, al final de la jornada, trasladan los cuerpos, mochilas y fusiles que encuentran a lo largo de la ruta.

Quienes han participado de las labores, coinciden en el relato. Los soldados no aguantaron el frío y trataron de refugiarse, quedándose dormidos. Por eso algunos aparecen ahora acurrucados o abrazados con compañeros. Otros simplemente cayeron abatidos sobre la nieve.

Hubo quienes quedaron en posiciones extrañas, como si una de sus piernas se hubiera enterrado en la nieve derribándolos e impidiéndoles salir de ahí. Otros incluso están de pie, con su fusil y mochila al hombro. Todos congelados.

Las jóvenes víctimas no tenían cómo resistir el crudo clima. Vestían sólo calzoncillos, camiseta y pantalón y chaqueta de tela, estilo camuflaje. Y usaban bototos de campaña.

Además, cargaban mochilas muy pesadas y las carpas que llevaban para dormir no eran de un material que les permitiera capear el frío de la tormenta.

Una vez encontrados y trasladados de vuelta, son recibidos en un refugio en desuso que antiguamente perteneció a Endesa, y que hoy se usa como morgue. Está a metros de La Cortina, el centro de operaciones del contingente militar.

La desesperanza de la gente lugareña y de algunos miembros del ejército es total. Incluso se comenta que no quedará otra alternativa que esperar los deshielos para encontrar a los que faltan.

Pero también hay muchas críticas a la organización del rescate. Ayer el día presentó condiciones muy favorables, con sol incluso, pero a quienes presenciaron las operaciones les quedó la sensación de que se sub utilizaron los recursos disponibles.

Motos de nieve y carros "snow car" permanecieron gran parte del día estacionados frente a La Cortina. Varios voluntarios pasaron horas sin que les dijeran qué hacer.

Las labores finalizaron a las 6 de la tarde, cuando ya estaba oscuro y más frío, pero había luna llena. Y para mañana se espera un nuevo temporal. Y quedan muchos cuerpos por rescatar.

La bajada

Los sobrevivientes del refugio Los Barros bajaron desde Antuco en seis camiones militares. En los primeros cinco iban los soldados, en el último sus bolsos.

Los rescataron en helicóptero, ya que ayer hubo un día despejado, con calor incluso y sin nevada. Estaba despejado y la impresión de todos era que sería un buen día para encontrar a más soldados.

La idea inicial era transportar a los soldados de Los Barros en dos aviones Fach (modelo Twin Otwer) hasta Los Ángeles.

Sin embargo, según comentó el Comandante Fernando Sánchez, de la Brigada Aérea número 5, esa operación se suspendió porque en Los Ángeles había una neblina muy densa y no se quisieron arriesgar.

Los aviones entonces debieron aterrizar en plena carretera de Antuco (a 5 km del pueblo hacia la alta cordillera), en una recta. Carabineros suspendió el tránsito. Eso explica también que los soldados hayan viajado finalmente en camiones.

Recepciónde héroes

Los familiares y amigos del conscripto Héctor Soto le dieron ayer una recepción de héroe durante el encuentro de los 112 sobrevivientes del refugio de Los Barros con sus familiares que se registró en el comedor de los soldados de la unidad. Hubo emoción y gritos.

Pero aunque para ese más de un centenar de familias era el término a interminables horas de angustia, todos los parientes y amigos del conscripto Héctor Soto llegaron al lugar con carteles de colores. El conscripto Jerson Bustamante, 17, tras abrazar emocionado a su padre José Bustamante, contó que ellos se salvaron porque permanecieron en el refugio ya que quienes estaban a cargo no autorizaron que bajaran porque estaba nevando.

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