Chile no tiene obras del pintor
El Mercurio, sábado 29 de marzo de 2003

Expertos analizan y opinan sobre los principales aportes del artista.

La evidente repercusión que ha tenido la obra de Van Gogh en el mundo occidental lo convierte en uno de los pintores más cotizados por los coleccionistas. Lamentablemente, en Chile no se sabe de alguna adquisición de sus trabajos. Expertos aseguran que es prácticamente imposible que exista alguno de sus cuadros en el país.

El pintor José Balmes recuerda que hace 15 años intentaron autentificar un supuesto cuadro de Van Gogh en Chile, pero rápidamente se descubrió que era falso. Su influencia en Chile no fue inmediata, si comparamos los pintores de esa época que estaban en el país, como el francés Monvoisan, que era un artista académico, mientras que Van Gogh fue esencialmente experimental .

Fracisco Briugnoli, director del Museo de Arte Contemporáneo, destaca que el artista holandés dio un gran paso en los conceptos de autonomía del arte y en la comprensión de la necesidad de aproximarnos a las distintas expresiones artísticas del mundo, entre ellas Asia y el Oriente. Él fue un artista magistral en ese sentido. El problema fundamental del arte es el lenguaje y Van Gogh fue uno de los principales pintores que concibió el lenguaje como nexo entre manifestaciones tan distantes geográficamente. Él estudió acuciosamente el arte japonés y reprodujo su pintura. En el siglo XIX, el arte nipón empieza a revelarse para los jóvenes artistas franceses y en Van Gogh este descubrimiento es fundamental, constituyéndose en un aporte decisivo para el arte contemporáneo, especialmente para la abstracción. Le debemos mucho a Japón.

Para el escultor y docente Gaspar Galaz, el legado de Van Gogh es archiconocido, ¿qué podríamos agregar...? Creo que tanto en sus autorretratos como en los de Rembrandt destacó la entrega, una especie de catarsis entre arte y existencia. Las palabras quedan cortas con Van Gogh: complementó la vida perceptual y la pintura, la experiencia sensorial y la pintura, lo que en esa época no hizo nadie. Dio un carácter místico a la pintura, quiso resolver su mirada del mundo a través de ésta. Incluso en los paisajes de 1888-89 hacía que el color hablara por sí solo de la eternidad, de la soledad, de la decadencia. El color era autónomo. Uno de sus últimos autorretratos es muy crispado, muy fuerte, de una pintura como erizada.

 
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