Argentina es un país poco habituado a los plebiscitos. En sus más de 200 años de vida independiente, la nación vecina apenas ha realizado dos consultas populares, y coincidentemente,
las dos tienen que ver con nuestro país. La más "reciente" ocurrió hace 40 años, el
25 de noviembre de 1984, con el objetivo de apoyar o rechazar el
Tratado de Paz y Amistad con Chile que puso fin a un complicado conflicto territorial en el extremo sur que casi llevó a ambas naciones a la guerra.
Esta consulta, de carácter no vinculante pero de una relevancia política gigantesca considerando el contexto de ese momento en Argentina, fue promovida por el Gobierno de Raúl Alfonsín, que había llegado de manera democrática al poder 11 meses antes tras siete años de dictadura militar.
Este antecedente, sumado a
la derrota argentina en la Guerra de las Malvinas en 1982, realzaban aún más la necesidad del Presidente radical de legitimarse a nivel interno y de sellar de una vez por todas el conflicto limítrofe con su país vecino y enfocar su administración en otros aspectos.
El proceso -aunque importante en su momento, actualmente es poco recordado en Argentina- no estuvo exento de complicaciones y una serie de críticas vertidas por la oposición peronista, que llamó a abstenerse en la votación. No obstante, el apoyo popular fue categórico y finalmente el Congreso ratificó el Tratado de Paz y Amistad, sellando el conflicto que pudo causar una guerra en 1978.
Revisa aquí los aspectos más importantes de esta consulta.
Antecedentes
Según relata la investigadora María Cecilia Míguez en su ensayo "El Canal Beagle y consulta popular en 1984. Relaciones internacionales y política interna argentina", publicado en la revista sobre estudios fronterizos "Si Somos Americanos", para entender el conflicto entre Chile y Argentina hay que remontarse al 22 de junio de 1971, cuando ambos países firmaron un compromiso de arbitraje "confiando la cuestión a una corte arbitral conformada por cinco jueces de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la cual debía someter su decisión a la reina de Gran Bretaña".
El fallo recién se supo en 1977, después de que tanto Chile como Argentina sufrieran golpes de Estado, en 1973 y 1976, respectivamente. Así las cosas, Gran Bretaña resolvía dejar para Chile las islas Picton, Nueva y Lennox y todas las islas e islotes próximos a ellas. La dictadura trasandina, insatisfecha con esta resolución, declaró unilateralmente su nulidad.
Con este escenario, se llevó a cabo una serie de negociaciones -varias de ellas secretas- que no llegaron a buen puerto. El momento más álgido ocurrió a fines de 1978, con el régimen argentino dispuesto a iniciar la llamada
"Operación Soberanía", para ocupar el territorio en disputa. Ante la inminencia de la guerra, Estados Unidos pidió al Vaticano su intervención, y fue así como el papa
Juan Pablo II anunció en diciembre de ese año el envío de un delegado, lo que permitió descomprimir el ambiente.
El 26 de diciembre de 1978 llegó a Argentina el cardenal Antonio Samoré, para oficiar de mediador. Las conversaciones tuvieron frutos: en enero de 1979, en Uruguay, las partes solicitaron formalmente la mediación del Vaticano con la firma del Acta de Montevideo y un pacto que comprometía el no uso de la fuerza. De todos modos, la tensión seguía: en 1981 hubo una propuesta de paz aceptada por Chile, pero objetada por Buenos Aires.
Luego vino la derrota argentina en la guerra de las Malvinas en 1982 y la caída del régimen militar, que propició la celebración de elecciones democráticas el año siguiente. Justamente, uno de los principales puntos de la campaña de Raúl Alfonsín -que representaba a la Unión Cívica Radical (UCR)- era concretar la paz con Chile.
Tras una serie de conversaciones y peticiones, el 26 de diciembre de 1978 llegó a Argentina el cardenal Antonio Samoré, para oficiar de mediador.
Así, tras la llegada de Alfonsín al poder, los países involucrados firmaron el 23 de enero de 1984 en el Vaticano la llamada Declaración de Paz y Amistad, aceptando la propuesta de presentada por la Santa Sede en 1981 y allanando así la última etapa de las negociaciones.
Las conversaciones siguieron y el 18 de octubre se firmó el acuerdo definitivo, que establecía la soberanía chilena de las islas Picton, Nueva y Lennox y otros siete islotes, "pero incluyó un reconocimiento del principio bioceánico, que implica la soberanía argentina en el Atlántico, limitando a su vez la soberanía marítima chilena a partir de las islas", asegura Míguez.
Un gobierno que buscaba legitimarse
Meses antes, en julio de 1984, el presidente Alfonsín anunciaba la realización de un plebiscito en noviembre de ese año para aprobar o rechazar el acuerdo de paz con Chile. La consulta sería de carácter no vinculante, pero el Gobierno se comprometió a obedecer lo que se resolviera en la votación.
La medida generó toda una discusión jurídica en Argentina, ya que la figura del plebiscito no estaba en la Constitución. Según recuerda Míguez en su texto, desde la oposición peronista aseguraban que solo el Congreso podía convocar por ley a una consulta popular. Tuvo que intervenir la Corte Suprema de Justicia, que votó a favor de la realización del referéndum.
Las papeletas del plebiscito.
Alfonsín, cuya luna de miel con la ciudadanía ya había acabado, aprovechó esta consulta para sumar apoyo popular. De acuerdo con Míguez, "el oficialismo llamó, como parte de una estrategia de legitimación política, a votar a favor de la mediación papal". Un triunfo de la opción "Sí" validaba al mandatario radical.
De este modo, consigna la autora, "el gobierno logró instalar la discusión en términos de democracia vs. dictadura". Esto fue alimentado por la postura de los militares retirados, que llamaron a votar por el "No".
"El gobierno logró instalar la discusión en términos de democracia vs. dictadura"
María Cecilia Míguez
"Esa discusión entregaba cualquier tipo de reivindicación nacional a una versión autoritaria. Es decir, abonaba la confusión y una falsa fusión entre los reclamos soberanos y el autoritarismo", afirma Míguez.
Pero más allá de un triunfo del Sí, lo que más preocupaba al oficialismo era la participación electoral: "Un alto nivel de abstencionismo sería considerado una derrota respecto de la legitimidad del alfonsinismo", dice la investigadora. El propio Alfonsín sostuvo en un acto de campaña que "si votan pocos se han de alegrar los partidarios de la violencia y la dictadura en la Argentina".
La oposición del peronismo y un resultado decidor
Las aspiraciones del Gobierno argentino con este plebiscito chocaban con el Partido Justicialista (PJ, peronismo), que también interpretó la consulta como un intento de Alfonsín de legitimarse ante la ciudadanía. Primero, la colectividad opositora cuestionó el llamado a consulta por el Ejecutivo y exigió que la convocatoria fuera por ley e incluyera otros temas como la renegociación de la deuda externa y la aceptación o rechazo del convenio con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Mientras la Unión del Centro Democrático (UCeDé) y el Partido Comunista aceptaban la consulta popular, el peronismo terminó llamando a un "abstencionismo activo". "La cuestión de la abstención pretendía distanciarse políticamente del radicalismo, sin caer en similitudes con una derecha enfáticamente opositora a la mediación", afirma Míguez.
Entre otros argumentos, el PJ afirmaba que el referendo
buscaba distraer a la ciudadanía del mal momento económico que atravesaba Argentina. Asimismo, la oposición peronista cuestionó que un gobierno democrático haya llegado a acuerdo con la dictadura chilena.
Uno de los pocos peronistas que apoyaron el plebiscito fue el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem, quien años después se convirtiera en presidente de Argentina.
La campaña fue dura. Recordado es el debate televisivo entre el canciller Dante Caputo y el entonces senador peronista Vicente Saadi, quien con un tono bastante duro acusó al gobierno de "traición a la Patria" porque el acuerdo dejaba a Chile las tres islas en disputa, según rememoró Clarín en una nota de 2023.
Por su parte, Caputo -uno de los artífices del acuerdo y gran defensor del plebiscito- aseguraba que el pacto era el "mejor acuerdo posible" si se considera que el país estuvo a punto de ir a una guerra en 1978.
El ex canciller Dante Caputo, en esta foto de 2014 (Foto: El Mercurio).
El 25 de noviembre de 1984, el 82,60% del electorado votó por la opción Sí. La participación también fue una victoria para el Gobierno: 70,09% del padrón electoral. Cuatro días después, Chile y Argentina firmaban en Roma el Tratado de Paz y Amistad.
Pese al amplio respaldo ciudadano, la votación en el Senado para la ratificación del pacto en marzo de 1985 estuvo llena de obstáculos. Uno de los que criticó el acuerdo fue el oficialista Luis León, quien en la discusión legislativa afirmó que "este tratado es en el fondo el sueño realizado de Pinochet".
"Chile siempre esperó que tuviésemos problemas para apuñalarnos
por la espalda", aseguró en su momento el senador radical, quien agregó que "antes de hablar de integración latinoamericana, la Argentina debe exigir que Chile devuelva las costas que le robó a Bolivia".
Tras 24 horas de discusión en el Senado, el acuerdo se aprobó con 23 votos a favor, 22 en contra y la abstención del mencionado Luis León. Con todo, el tratado fue ratificado.