La forma en que se organizaron las campañas de manipulación colectiva fue un aspecto fundamental en el desarrollo de los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX, durante la Segunda Guerra Mundial.
La fértil acogida que tuvieron los planteamientos de Adolf Hitler, provocó finalmente el Holocausto judío, el cual es la evidencia más impresionante de los resultados que puede traer el uso de la propaganda.
Este hecho es considerado como el nacimiento de esta herramienta, uno de los métodos más poderosos en la movilización ideológica de nuestros tiempos.
Hitler, un simple cabo de ejército, autodidacta y sin profesión, reconoció su don natural para la oratoria y lo supo explotar como un elemento clave para lograr sus objetivos.
Alguna vez comentó: “Cuando hablo, necesito estar al frente de una multitud que me escuche. En una pequeña rueda de amigos nunca sé que decir. Desilusionaría a todos”.
Otro aspecto relevante fue que tuvo un enorme interés en la propaganda y fue capaz de prever sus alcances para arrastrar a las multitudes. En su libro “Mi lucha” (Mein Kampf) dedicó dos capítulos al análisis de los modelos de propaganda que admiraba: el totalitario –leninista- y el de guerra –británico- a los que se propuso superar.
Consideró a la opinión pública como un arma tan poderosa, que una vez que alcanzó el poder, estableció un Ministerio de Propaganda dedicado exclusivamente a la difusión y mantenimiento de las ideas nacionalsocialistas o nazis.
Convencer al pueblo alemán acerca de lo justa que era la causa de los nazis y de la existencia de una raza aria superior propia de los germanos, fue una tarea en la que se conjugaron la innata capacidad del Canciller alemán como estratega político, y el abatido estado anímico de los alemanes. Lo anterior se origina en el malestar social producto del desastre financiero tras la Primera Guerra -luego del amargo Tratado de Versalles- que tenía en el suelo el orgullo nacional.
Esta combinación fue la base sobre la que Hitler y sus partidarios, llevaron a cabo una extensa campaña de propaganda en la que culpaban al gobierno –la República de Weimar- de todos los males de Alemania y ofrecían soluciones nazis a los problemas.