Etimológicamente,
la palabra "terremoto" significa "movimiento
de tierra". Sin embargo, el término es asociado
con movimientos sísmicos de dimensión considerable, producidos
por la brusca liberación de energía acumulada durante
largo tiempo al interior del planeta.
La corteza terrestre está conformada por 12 placas tectónicas,
que tienen cerca de 70 kilómetros de grosor, y diferentes características
físicas y químicas. Estas placas se encuentran en constante
movimiento y a veces chocan entre sí. Cuando esto sucede, una
de las placas se desplaza por arriba o por debajo de la otra, generando
cambios en la topografía terrestre.
Pero también puede ocurrir que el desplazamiento se vea dificultado y es en ese momento en que comienza a acumularse una gran cantidad de energía que se liberará cuando una de las placas impacte con violencia a la otra y la rompa, dando origen a un terremoto.
Las zonas en que las placas ejercen fuerza entre sí se denominan
fallas y es en esas áreas donde existe una mayor
probabilidad de que se produzcan sismos. En el caso de Chile, la mayoría
de los temblores provienen de la interacción entre la Placa de
Nazca y la Placa Continental Americana, donde la primera se hunde bajo
la segunda.
Hipocentro y epicentro
El punto en la profundidad de la Tierra donde se libera la
energía en un sismo se denomina hipocentro o foco.
Mientras más cerca de la superficie terrestre tenga un lugar
un movimiento telúrico, mayor será su poder destructivo.
Es así como un temblor de 7 grados en la escala de Richter, a
sólo 20 kilómetros de profundidad, puede causar más
daño que otro de 8 grados (30 veces más potente), pero
originado de 35 a 120 kilómetros más abajo.
Tomando en cuenta la profundidad donde se generan las ondas sísmicas,
los terremotos pueden clasificarse en tres tipos:
Superficiales: Corresponden a los temblores que ocurren en
la corteza terrestre, hasta los 70 kilómetros de profundidad.
Intermedios: Aquellos movimientos que tienen lugar
entre los 70 y 300 kilómetros de profundidad.
Profundos: Sismos cuyo origen se encuentra más
allá de los 300 kilómetros de profundidad.
El lugar de la superficie terrestre ubicado justo sobre el hipocentro
o foco de un sismo, se denomina epicentro. Comúnmente
se cree que el mayor daño ocurre en o cerca del epicentro de
un movimiento. Sin embargo, esto es un mito, ya que hay que considerar
que las fallas pueden tener varios kilómetros de extensión
y las ondas sísmicas se generan en todo su largo.
Medición
Los
terremotos y temblores en general se miden con un aparato denominado sismógrafo, el cual permite determinar con precisión
la duración, magnitud y lugar en que se produce un movimiento
telúrico.
El sismógrafo registra dos tipos de ondas: las superficiales,
que viajan a través de la superficie terrestre y que producen
la mayor vibración de ésta; y las centrales o corporales,
que viajan a través de la Tierra desde su profundidad.
Estas últimas pueden a su vez clasificarse en dos tipos: ondas
primarias (P) que viajan a través del magma y son las primeras
en llegar a la superficie; y ondas secundarias (S) que son más
lentas.
Una secuencia típica de terremoto sería primero el arribo
de un ruido sordo causado por las ondas primarias (P), luego la llegada
de las ondas secundarias (S) y finalmente el "retumbar" de
la tierra causado por las ondas superficiales.