Roma.- Fiat Chrysler Automobiles (FCA) multiplicó por 20 su beneficio en 2016 al ganar 1.814 millones de euros y afronta un 2017 que estará marcado por la polémica de las emisiones y la política del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
De acuerdo a un informe publicado hoy, la compañía ítalo-estadounidense cerró el pasado ejercicio con un beneficio neto de 1.814 millones de euros, un aumento significativo si se compara con los 93 millones registrados al término de 2015.
Por otro lado, el beneficio neto ajustado en 2016 fue de 2.516 millones de euros, un 47 % más que los 1.708 millones registrados en el ejercicio precedente.
Uno de los datos más sobresalientes en su informe es la reducción de su endeudamiento neto industrial, que pasó de los 5.049 millones de euros registrados en 2015 a 4.585 millones de deuda en 2016.
El beneficio neto de explotación (ebit) ajustado en 2016 fue de 6.056 millones de euros, un 26 % más que los 4.794 millones del ejercicio anterior, mientras que los ingresos fueron de 111.018 millones, prácticamente en línea con los 110.595 millones de 2015.
Con estos datos, FCA estima un 2017 mejor, con un beneficio neto ajustado de 3.000 millones de euros, un endeudamiento neto por debajo de 2.500 millones de euros, unos ingresos netos de entre 115.000 y 120.000 millones y un ebit ajustado de más de 7.000 millones.
El grueso de su negocio se situó en América del Norte, donde ha vendido 2.587.000 vehículos en 2016, un 5 % menos que en 2015 y de donde provienen gran parte de sus ingresos, un total de 69.094 millones, prácticamente en línea con el año anterior.
Situación en Estados Unidos
Es precisamente en EEUU donde FCA encara este año una negociación con las autoridades medioambientales después de que la compañía fuera acusada de trucar los datos sobre las emisiones de unos 104.000 automóviles diésel fabricados entre 2014 y 2016.
La acusación procede de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y del Consejo de Recursos del Aire de California (CARB), y también se han producido en la Unión Europea, concretamente en Alemania.
El consejero delegado, Sergio Marchionne, aseguró que la negociación con esos organismos en EEUU continúa y va bien y expresó su deseo de concluirla rápidamente para regularizar los modelos afectados por esas sospechas.
Una de las principales novedades para la casa automovilística en su región más próspera es la llegada al poder del multimillonario Donald Trump, con quien Marchionne se reunió el pasado martes junto a los otros grandes del sector: Ford y General Motors.
El nuevo presidente quiere que las compañías del motor abran factorías en el país y no ha dudado en amenazarlas con aranceles aduaneros si tratan de vender en suelo estadounidense vehículos producidos en México aprovechándose del menor costo de mano de obra.
Marchionne, cuya compañía ya ha anunciado una inversión de 1.000 millones de dólares para modernizar sus plantas en EEUU, ha afirmado que su opinión sobre el programa económico de Trump es “mayormente positiva” aunque expresó su preocupación por la implantación de posibles aranceles.
Y es que, según el consejero delegado de FCA, una parte muy grande de las camionetas vendidas en EEUU es fabricada en México, aunque “con la motivación apropiada podría llevarse a cabo una repatriación de la producción”, zanjó.