A veces, la maldad parece apoderarse de las cosas. Simples objetos inanimados se convierten en instrumentos de destrucción y muerte para todo aquel que los posea. Uno de ellos fue un automóvil Graef und Stift, cuya maldición comenzó cuando fue protagonista del comienzo de una guerra donde morirían millones de seres humanos.
Era un Graef und Stift Double Phaeton de 1910, una limusina convertible de 6 plazas con un motor de cuatro cilindros y 32 cv. Un vehículo salido de una de las fábricas de autos más prestigiosas y elegantes de Europa y cúspide del lujo tecnológico austrohúngaro. Su color original, rojo sangre, no podría haber sido más apropiado para la historia trágica que estaba por empezar a escribir.
Sangre real
El 28 de julio de 1914, su propietario, el archiduque Francisco Fernando y su esposa, la archiduquesa Sophia, circulaban por Sarajevo a bordo del elegante auto cuando, de entre los transeúntes, apareció Gavrilo Princip con una pistola en la mano. Éste, miembro del grupo “La Joven Bosnia”, procedió a asesinar a tiros a los nobles ocupantes del auto.
Este evento fue la chispa que provocó el estallido de la Primera Guerra Mundial y las primeras muertes en las que este automóvil estuvo involucrado.
Saga de dolor y locura
Temprano ese mismo día, otro atacante había lanzado una granada al auto del archiduque sin éxito, pero aún así, su jefe de seguridad, el general Oskar Portiorek permitió que Francisco Fernando fuera a ver a los heridos del atentado. Portiorek vio cómo asesinaban a sus protegidos, lo que no impidió que terminara convirtiéndose en el siguiente dueño del auto.
Después de esto y de un par de derrotas militares graves, el general fue relevado de sus cargos, comenzando a tener problemas mentales y tendencias suicidas. Murió en un manicomio.
Tragedia en el campo
El nombre del siguiente propietario de este auto se desconoce. Todo lo que se sabe de él es que era un capitán del ejército.
Solo nueve días después de haberlo comprado y mientras lo conducía, se encontró de improviso con dos campesinos que caminaban por la vía. Intentó esquivarlos bruscamente sin poder evitar atropellarlos, perdiendo el control y estrellándose contra un árbol. Los tres murieron en el accidente.
la maldición continúa
Luego y sin hacer caso de la saga de tragedias por las que ya empezaba a ser conocido este auto, pasó a manos del gobernador de Yugoslavia. Durante el tiempo que tuvo el vehículo, sufrió cuatro accidentes en uno de los cuales su propietario perdió un brazo.
Solo entonces se convenció de que el auto le traía mala suerte, así que decidió venderlo a un médico de apellido Srikis. Éste lo consideró una ganga, pues lo compró muy barato riéndose de las supersticiones del gobernador.
Seis meses después, Srikis se sumaba a la lista de muertos por este Double Phaeton, tras volcar de forma inexplicable.
La maldición de los coleccionistas
Posteriormente, este auto fue adquirido por Simon Mantharides, un joyero coleccionista de antigüedades que seis meses después se suicidó sin dar explicaciones.
El auto pasó a manos de otro coleccionista. Se trataba de un médico que al poco tiempo de comprar el auto maldito, comenzó a perder pacientes y a tener problemas económicos.
Antes de que fuera tarde, el hombre lo vendió a un corredor suizo que tampoco creía en maldiciones. Y no alcanzó a creer en ellas, porque tras ponerlo en una pista y acelerar, se mató rápidamente tras salirse en una curva.
El asesino descubre su rostro
Hasta ese momento, el Graef und Stift había sido un asesino oculto tras la coartada del accidente y de la coincidencia. Pero con su siguiente víctima, ya no habría más máscaras.
Su siguiente dueño fue un terrateniente de Sarajevo. Un día, mientras paseaba feliz con su nueva adquisición, el vehículo se detuvo sin motivo aparente en un camino apartado. Cuando estaban amarrándolo a unos bueyes para remolcarlo al taller, el auto infernal simplemente se puso en marcha y atropelló a su dueño, matándolo.
El auto siguió su camino como si tratara de escapar de la escena del crimen, pero cayó por un barranco resultando gravemente dañado.
Con disfraz azul
Aún estando destrozado, Tiber Hirshfield, propietario de un negocio de arriendo de autos, lo compró, restauró y pintó de azul. Quizás esperaba que el cambio de color terminara la maldición. Se equivocaba.
La primera vez que lo arrendó para un matrimonio, el chofer trató de adelantar a otros autos, pero misteriosamente se salió de control y se estrelló a gran velocidad. Cuatro de los cinco ocupantes murieron. Por supuesto, su dueño estaba entre los fallecidos.
Con su carga histórica de tragedias, este auto terminó en un museo de Viena con menos de 9.000 km recorridos. Este museo fue brutalmente bombardeado en la Segunda Guerra Mundial, quedando gran parte del edificio y sus piezas en ruinas. Pero el Graef und Stift no sufrió ni un rasguño.