SANTIAGO.- Ser el vicepresidente ejecutivo de desarrollo global de productos, compras y cadena de suministro de General Motors tiene sus privilegios como el conducir un poderoso Chevrolet Corvette ZR1 durante el desfile de presentación de la segunda carrera del IndyCar que se corrió el pasado fin de semana en Detroit. Lo que no se tenía presupuestado era que el alto ejecutivo de la automotriz destrozara el deportivo tras tomar mal una curva y ocasionara un retraso de media hora en la competencia.
Se trata de Mark Reuss, quien ayer lunes utilizó las redes sociales para disculparse del penoso incidente e hiciera frente a las miles de críticas que los fanáticos hicieron por los mismos medios exigiendo, algunos, que nunca más vuelva a ponerse detrás de un volante, al menos de un deportivo de esas características.
"Fallé con mis amigos, mi familia, la Indy, nuestra ciudad y mi empresa. Las excusas no describen esto. Quiero dar las gracias a nuestros ingenieros que me proporcionaron la seguridad de que yo sé que es la mejor del mundo", dijo el complicado ejecutivo.
Explicó que esa pista no era desconocida para él, y que en muchas otras oportunidades la había recorrido con distintas condiciones climáticas y pilotando autos deportivos como el Z06 o el Grand Sports entre otros.
Añadió que pese a lo espectacular del accidente, él y su copiloto, el oficial de IndyCar Mark Sand, se encontraban en buenas condiciones.
El choque ocurrió durante el desfile de presentación de la segunda carrera y se produjo luego que Reuss perdiera el control de vehículo sobre la loma de salida a la curva dos del circuito de carreras Belle Isle.
Tras perder la dirección del ZR1, el vehículo se estrelló contra el muro de contención de concreto, forzando a la organización del evento a detener por algunos minutos la competencia.
Como no todo puede ser malo, General Motors emitió un comunicado donde lamentaba la situación pero resaltaba que “los sistemas de seguridad del automóvil funcionaron como se esperaba”.
El Chevrolet Corvette ZR1 que chocó el vicepresidente de GM tiene un valor aproximado a los 120 mil dólares ($75.600.000 pesos chilenos) y quedó con todo su frontal dañado y la organización de la prueba tuvo que utilizar otro vehículo, esta vez bajo el mando del piloto Oriol Servia, como Pace Car.