A finales de la década de los 90 Ford presentó en Australia la sexta generación de su popular Falcon, modelo que llegó con un diseño renovado y atrevido y que tenía la misión de reencantar al público que durante esos años había perdido interés en este coche.
Fue así que el vehículo lució durante esa época un motor base de seis cilindros en línea de 4.0 litros con cuatro velocidades controlado electrónicamente y un asiento con posición más baja que su antecesor.
Aunque más silencioso y suave, el coche “sonaba como un halcón”, lo que encantó a los fanáticos de ese entonces, según destacó la prensa internacional.
Sin embargo, una de las mayores innovaciones que presentó este modelo fue en el diseño de su habitáculo que incluyó un paquete de oficina móvil.
Según destaca la publicación de la revista Wheels de 1998, el coche contaba con una pequeña mesa que se anclaba a la transmisión automática y al espacio del portavasos, creando una verdadera oficina dentro del vehículo.
El paquete “incluye una pequeña mesa diseñada (...) para formar una superficie de trabajo estable para su computadora portátil o documentos, un soporte para teléfono móvil en el reposabrazos central, tomacorriente de 12 voltios y lámparas de lectura para el asiento delantero”, dice la revista.
Por razones de seguridad, Ford solo permitía la instalación de esta mesa cuando el auto estuviera detenido.