Antonio Crisóstomo del Pedregal lleva 35 años restaurando autos antiguos y si bien reconoce que no le falta trabajo, explica que cada vez se hace más difícil, no solo por el alto costo que significa sacar adelante los proyectos, sino también porque el oficio de los maestros artesanos que ayudan en el proceso ha ido desapareciendo conforme pasan años, al tiempo que las nuevas generaciones son preparadas para otro tipo de vehículos.
Pasear por su taller es como visitar un museo automotriz donde se pueden disfrutar de autos tales como una Ford A de 1928, a medio armar mientras se le ajusta el motor. Al lado está en restauración un Mercedes 220S Ponton de 1959, un Cadillac Fleetwood de 1939, un Triumph TR3 1959, un Ford convertible de 1938 y una réplica del impresionante Ford Shelby Cobra, entre varios otros.
Explica que su gusto por los vehículos antiguos comenzó siendo muy joven cuando reparaba el auto de su padre, de profesión abogado, y luego los de algunos vecinos. Con el paso del tiempo estudió mecánica y trabajó en algunos talleres hasta que en el año 2000 inició su propio emprendimiento.
“Yo siempre he estado metido en esto de la restauración de autos antiguos. Antes trabajaba para una persona haciendo esto, pero él lamentablemente falleció y yo quedé de manos cruzadas. Como era parte del Club de Autos Antiguos ellos me incentivaron a poner un taller hasta que lo hice en el año 2000 (...) y desde esa época que me dedico 100% a restaurar autos antiguos”, explica.
Recuerda que su primer gran proyecto fue un Buick de 1947 de Federico Strauss que llegó “en condiciones muy malas. Ese fue un auto que nos marcó a los dos, a él como cliente y a mi como restaurador, ya que realmente estaba muy mal y quedó en excelentes condiciones luego de tres años y medio de trabajo”.
De aquello ya han pasado varios años y al menos una treintena de autos totalmente restaurados han pasado por sus manos, lo que no es poco tomando en consideración que “cada auto son al menos dos años de trabajo, mínimo”.
Añade que pese a estar en este negocio no ha conservado ningún auto clásico ya que sus gustos pasan más bien por los Jeep y las camionetas, que son su verdadera pasión.
“Es extraño pero no tengo ningún auto antiguo. Me encantan las ‘burras’, pero no tengo ‘burras’. Yo tengo un Jeep y una camioneta. Me gusta restaurar autos clásicos y después los vendo. La verdad es que me gustan más los desafíos de conseguir la pieza, que la desabolladura, que la pintura. Pero después cuando está listo no tengo ninguna afición por ellos así que los vendo (...) Tener tantos autos para mi solo no me llama la atención”, relata.
Artesanos y nuevos profesionales
Respecto de quienes trabajan en restauración, Antonio Crisóstomo reconoce que cada vez quedan menos artesanos que conocían al pie de la letra este oficio y el recambio no existe, ya sea porque a los jóvenes no les interesa o simplemente porque no existe un lugar donde se enseñe esas formas de trabajar y hoy todo apunta a “reparar” vehículos más modernos, donde casi todo se cambia y poco se arregla.
“Habían muchos maestros que se dedicaban a desabollar, a hacer focos, tapas de rueda y otras piezas. De esos ya no hay y nadie toma el reemplazo, entonces estos conocimientos se acaban”, reflexiona.
Añade que su hijo salió con sus mismos gustos y está tomando la posta en lo que respecta a la restauración de vehículos.
“Se está acabando el proceso manual que se requiere en la restauración”, refirma, instancia que aprovecha para criticar los actuales centros educaciones que enseñan mecánica, ya que los jóvenes salen al mundo laboral sin saber siquiera lo que es un carburador y menos usar herramientas. De hecho, asegura sus último mecánicos provienen de colegios técnicos donde tienen más afinidad con lo manual y el uso de herramientas.
Un gusto costoso
En cuanto al proceso de restaurar un vehículo antiguo y devolverlo a la vida, Antonio Crisóstomo asegura que hoy resulta más bien caro hacerlo en Chile, ya que para dejarlo en su estado original se necesita mucho tiempo y dinero, considerando que muchas piezas deben ser buscadas en el extranjero.
Recomienda que si el auto no es un vehículo realmente clásico y costoso, no vale la pena hacerlo en Chile, ya que existen alternativas más económicas.
“El tema la restauración completa ha ido bajando en su demanda. Hoy en día es muy caro restaurar en Chile, está mejor traerlos desde fuera. Aquí en Chile hay que restaurar autos que realmente valgan la pena, que sean caros. Por ejemplo, si tú restauras una Ford A te va a salir más barato traerla desde fuera que hacerla acá, entonces los procesos de restauración son pocos. Yo estoy en estos momentos solo con dos proyectos completos, un Jaguar MK II y un Jaguar 120 que ni siquiera lo hice completamente yo, sino que me llegó para terminarlo. Lo demás son solo mantenciones mecánicas”, explicó.