BERLIN.- Pocos escenarios del mundo traen malos recuerdos a un ganador como Lionel Messi. Uno de ellos es el estadio Olímpico de Berlín, donde el astro argentino del Barcelona buscará el sábado su cuarta Liga de Campeones europea frente a la Juventus.
La ya famosa escena se produjo la tarde del 30 de junio de 2006 en los cuartos de final del Mundial de Alemania que Argentina terminó perdiendo por penales ante la selección local.
Los albicelestes ganaban 1-0 y dominaban el partido, cuando el delantero Hernán Crespo pidió el cambio. Messi se acomodó ansioso en la banca: a punto de cumplir 19 años, era ya una estrella y había convencido en sus primeras actuaciones de su primer Mundial.
Pero en lugar de Messi, el técnico José Pekerman optó por hacer entrar a Julio Cruz. Alemania empató minutos después y forzó la prórroga. La foto de Messi desparramado en el banco con gesto frustrado es historia del fútbol y persiguió al técnico hasta hoy.
"Era un equipo para llegar más lejos. No sé cómo terminó tan mal", lamentó entonces Messi al despedirse de Alemania. Para muchos, su ingreso en el Olímpico de Berlín pudo cambiar la suerte argentina.
Pekerman se defendió el año pasado al ser consultado una vez más por esa decisión: "Se acuerdan solo de que no puse a Messi ese día y se olvidan que fui yo quien lo llevó a jugar para Argentina, casi quitándoselo a España".
Pasaron ya nueve años desde esa tarde. Convertido para muchos en uno de los mejores futbolistas de la historia, Messi pisará el sábado ahora sí la cancha berlinesa para borrar ese mal recuerdo con alguna genialidad que dé la copa a su Barcelona.
Pero no será el primero que busque borrar malos recuerdos en el Olímpico, un estadio cargado de historia que, como tantos lugares de la Alemania y el Berlín modernos, tuvo que reinventarse para dejar atrás el siniestro pasado del nazismo.
Adolf Hitler ordenó construirlo para albergar los Juegos Olímpicos de 1936, donde quedó escenificado el delirio racista y megalómano del régimen nazi. Por los cercanos Campos de Mayo, que conservan hoy una imponente torre, desfilaban las juventudes hitlerianas.
El estadio situado en el oeste de la ciudad y hoy campo del Hertha sobrevivió a la Segunda Guerra, fue ya sede del Mundial de 1974 y se remodeló para el de 2006, por ejemplo sumando una semicubierta de fibra de vidrio, aunque cuidando su arquitectura histórica.
Las frías líneas de piedra, las proporciones clásicas, las dimensiones exageradas y los pilares de caliza que resguardan la entrada siguen estremeciendo a los miles de turistas que lo visitan como una de las atracciones de Berlín.
Otros se estremecerán por motivos diferentes: los cerca de 20.000 hinchas italianos que alentarán a la Juventus pisarán el estadio donde su país ganó a Francia la final del Mundial 2006, la del -también histórico- cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi.
Los veteranos Gianluiggi Buffon y Andrea Pirlo, presentes en esa final, volverán ahora al mismo campo como estrellas de la Juventus.
"Tengo curiosidad por ver si al pisar el césped del Olympiastadion las sensaciones y los sentimientos son los mismos", contó el arquero de 37 años. "Pero no creo que haya grandes diferencias con respecto a hace nueve años".
Para repetir celebración, Buffon y Pirlo necesitarán que Messi esté tan ausente como en 2006. Parece difícil. Pero todo es posible en un estadio condenado a respirar historia.