Uruguay se despidió con una derrota ante Inglaterra.
EFE
LEICESTER.- Uruguay llegó al Mundial de Rugby como un viaje a lo desconocido. Era el único equipo amateur entre los 20 participantes del torneo. Además, el sorteo no había sido magnánimo. En el llamado Grupo de la Muerte debía enfrentarse a cuatro equipos del Top 10 del ranking internacional (Australia, Gales, Inglaterra y Fiyi). Se temían récords de puntuación en su contra, pero se fue con la cabeza en alto.
Contables, herreros, estudiantes, economistas, médicos se juntaron para el proyecto del Mundial. Muchos tuvieron que pedir una excedencia sin sueldo o utilizar sus vacaciones en el Mundial.
No hubo marcadores de escándalo, ni récords en contra. Cayeron, eso sí, como era de esperar, con derrotas claras.
Contra Gales, en el debut en el Millennium de Cardiff, Uruguay llegó a ponerse con un 6-0 a favor, para acabar cayendo por 54-9. Después llegó la derrota más abultada (65-3 contra Australia), un nuevo revés ante Fiyi (47-15), noveno del ránking mundial, donde los Teros apoyaron sus dos únicos tries del torneo, y terminaron con una nueva caída ante Inglaterra en Mánchester (60-3).
Cuando algunos creían que recibirían más de 100 puntos en algún partido, su compromiso, su esfuerzo, impidió el sonrojo. Un ejemplo fue el primer tiempo contra Inglaterra, en que pararon casi todas las acometidas rivales para llegar a un honroso 21-3 en contra en el descanso.
En el equipo había solo cuatro profesionales. Dos en la segunda división francesa (Agustín Ormaechea y Mario Sagario), uno en la tercera del país galo (Felipe Berchesi, aunque la temporada que viene lo hará en segunda con el Carcassonne) y otro en Italia (Gastón Mieres, que no sabe si regresará a Uruguay al rugby amateur en la campaña que viene).
Incluso el otro equipo más débil del Mundial, Namibia, tenía a casi todos jugadores profesionales, con 21 de ellos en ligas extranjeras.
Uruguay no desentonó. La batalla la tenía perdida en el pack de forwards, con unos jugadores mucho más livianos que los de sus rivales, y eran superados en todas las formaciones fijas, en las que nacían muchos de los puntos recibidos.
Uruguay tuvo la pelota
A ello contestaba Uruguay con un gran juego con la mano, que le hacía competir en la posesión de la pelota con sus rivales.
Salvo en el último partido contra Inglaterra, en que se derrumbó en el segundo tiempo en que el carácter amateur de sus jugadores y el cansancio físico del torneo, sobre todo habiendo descansado cuatro días tras su anterior encuentro, tres menos que sus rivales, rivalizó por la posesión de la pelota.
Con excepción de ese duelo con Inglaterra, en que tuvo la pelota un 30% del tiempo, contra Gales la tuvo un 48%, frente a Australia un 47% y ante Fiyi un 46%.
"Intentamos siempre marcar tries. No vinimos a jugar rugby defensivo. Quisimos la pelota y planteamos batalla a los rivales en ese campo. Fue un torneo excitante en el que disfrutamos cada minuto. Hemos ganado mucha experiencia que nos puede servir para el futuro", dijo el técnico uruguayo, Pablo Lemoine.
Uruguay solo había participado antes en dos Mundiales, en 1999 y 2003, pero ahora quiere hacerse un asiduo del torneo.
El Mundial Inglaterra ha sido un punto de inflexión. El deporte ha ganado en popularidad en Uruguay, existe un centro de alto rendimiento en el Estadio Charrúa, su lugar habitual de entrenamiento y reunión, y en los últimos Mundiales B han salido jugadores con una carrera promisoria.
Muchos de esos jugadores estaban en el Mundial de Inglaterra, con un equipo uruguayo que presentó las medias de edad más jóvenes del torneo.
Los Teros, con el nacimiento del Seis Naciones americano e incluidos en el Tier 2, una especie de segunda división internacional, tras su participación en el Mundial, tendrán un mayor roce, por lo que pueden mirar con optimismo su campaña hacia el Mundial de 2019 en Japón.