QUILLOTA.- Siguen pasando los torneos y el destino otra vez los remece en las instancias decisivas. La película puede tener diferencias en la trama, actores y en los escenarios, pero el final parece no variar en cuanto a crueldad y reiteración.
Cuando tenía la gran oportunidad de quedar a sólo un triunfo de lograr la undécima estrella de su historia, la Universidad Católica de Mario Salas otra vez falló en un momento clave, luego de perder ante San Luis y dejarle servido el título del Clausura a O'Higgins, a una fecha del cierre.
El resultado en Quillota enredó seriamente las opciones cruzadas y en caso de un triunfo rancagüino el sábado, el período del "Comandante" sufrirá por tercera vez consecutiva el dolor de dejar escapar un campeonato.
Por lo mismo y terminado el cotejo en el Lucio Fariña, el camarín visitante fue un verdadero funeral. Cuando el árbitro Roberto Tobar decretó el final, se inició el vía crucis hacia los vestuarios.
Fabián Manzano no pudo con la rabia y lanzó una botella contra uno de los muros, mientras que el volante Diego Rojas quebró en llanto, tratando de buscar explicaciones sentado en la banca.
En camarines, el silencio era sepulcral. La puerta totalmente cerrada por varios minutos y la primera vez que se abrió fue para que el presidente de Cruzados, Luis Larraín, ingresara.
El timonel franjeado estuvo alrededor de 10 minutos encerrado con los jugadores y salió visiblemente molesto y sin aceptar ninguna pregunta de los medios.
Luego vino la salida del entrenador Mario Salas, quien casi sólo por compromiso asistió a la conferencia para cumplir con el protocolo. Su rostro evidenciaba que aún no podía digerir lo sucedido hace sólo unos minutos.
Mientras hablaba el adiestrador, uno a uno fueron retirándose sus pupilos en dirección al bus que los traería de vuelta a Santiago. El más afectado era Cristián Álvarez, quien con su cabeza gacha y con lágrimas, reflejaba lo golpeado que quedó el plantel.
Otro de los referentes y que había arengado a sus compañeros antes del inicio del clásico con la U, Franco Costanzo, abandonó claramente ofuscado esquivando todos los micrófonos. El único que dio la cara, como en tantas otras jornadas, fue el capitán Cristopher Toselli.
Afuera, un grupo no menor de hinchas las emprendió duramente contra la dirigencia. "Váyanse hijos de ... . Buljubasich y Larraín fuera", fueron algunos de los duros epítetos proferidos por los enajenados forofos. Pero no sólo hubo aficionados enfurecidos. Un hincha rompía en llanto sujetado de las rejas que separan de la calle al interior del estadio.
Lágrimas que marcaron otra triste jornada para el cuadro precordillerano, que nuevamente ve cómo se esfuma una nítida opción de gritar campeón tras seis años de amargos desenlaces...