Nibali celebra su segundo Giro.
EFE
TURÍN, Italia.- Vincenzo Nibali, que en 2013 fichó por el equipo kazajo Astana después de ocho años como profesional en equipos italianos, tiene dos retos pendientes en su carrera: ganar el Mundial (fue cuarto en Florencia 2013) y convertirse en campeón olímpico.
El ganador del Giro de Italia el pasado domingo conquistó en 2014 lo que él llamaba su "objetivo absoluto": ganar al menos una vez las tres grandes carreras (Giro, Tour y Vuelta). Ese año se impuso con categoría en el Tour de Francia, transformándose en uno de los seis únicos corredores que han logrado esa gesta en la historia del pedal.
Aunque puede parecer un pura sangre, Nibali es sobre todo un corredor de instinto, capaz de desestabilizar a sus adversarios cuando menos se lo esperan.
Las malas condiciones climáticas pueden incluso espolearle. Ya en 2013 se impuso bajo la nevada que caía en las Tres Cimas de Lavaredo en su primera victoria de etapa en el Giro.
Buen escalador, aún se le da mejor bajar puertos que subirlos. "El descenso como la subida es una fase de la carrera", recordó tras la caída el viernes de su adversario Steven Kruijswijk en las primeras rampas del Puerto de Agnel.
El siciliano de ojos oscuros es uno de los reclamos de su tierra natal, abundante en prejuicios y clichés. Tiene muy presente los recuerdos de su infancia en el seno de una familia modesta, cuando acompañaba a las carreras a su padre, un ciclista que no llegó a profesional y que vivía de un pequeño laboratorio de fotos y vídeos.
Apodado el "Tiburón" de Mesina (su ciudad natal), es aún más peligroso cuando está herido en su orgullo. "Siempre he realizado mis mejores actuaciones tras una derrota", dijo seis días antes de su triunfo en Turín.
Hombre tranquilo pero desconfiado y reservado, tras su triunfo en la etapa de Risoul no pudo contener las lágrimas durante varios instantes, abrazado a su bicicleta. Lejos de estereotipos, Nibali encarna una forma romántica del ciclismo, aunque sabe acomodarse a las nuevas circunstancias del deporte.
Y esa transformación es la que lo puede llevar a una nueva conquista, dentro de los próximos cuatro meses. Y lo haría en su ultimo año en el Astana, tal como empezó, inmerso en la gloria de la victoria.