RÍO DE JANEIRO.- No hubo nadie que lo festejara como él. Pasó del llanto tras anotar el penal decisivo a ser el líder de la alocada fiesta brasileña en el Maracaná.
Todos lo seguían. Neymar fue quien se robó todas las miradas en la final del fútbol olímpico. Brilló tanto dentro como fuera de la cancha.
A los 26 minutos clavó un tiro libre imposible para el portero alemán. Golazo y todos sobre él. Y cuando más lo necesitaba su equipo, apareció.
Tomó la responsabilidad del último penal. La serie estaba 4-4 tras el error de uno de los teutones. Si lo hacía Neymar se acababa la maldición de no poder obtener el único título que le faltaba a Brasil.
Tomó la pelota, la besó. Miró al golero teutón, intentó un amague y con unicado remate marcó. Y todo el Maracaná se vino encima.
En camarines siguió siendo el líder. Todos sus compañeros respondían a sus órdenes para las respectivaa selfies. Y a la hora de la premiación apareció con un cintillo en la cabeza que decía "100% Jesús".
No se quería ir de la cancha. La recorrió una y otra vez y prosiguió su fiesta en los vestuarios. Ya había cumplido su misión. Gracias a él Brasil era campeón.