Svetlana Artemisa junto a Mariana Pinedo, su alumna más aventajada.
Archivo personal
SANTIAGO.- Una fuerte lluvia se deja caer en Minsk, Bielorrusia. Estamos a fines de abril de 1986, y las familias preparan el próximo feriado por el día del trabajador. Es la oportunidad ideal de reunirse. Pero sigue lloviendo, y no son gotas que caen del cielo.
Era la radiación del desastre nuclear más grande del siglo XX: Chernobyl, actual Ucrania. Svetalana Artemieva, ex gimnasta rítimica nació a kilómetros de ese lugar.
Ahora empieza a recordar: "Yo estaba ahí, y de verdad vi sufrir a mucha gente, recuerdo esa lluvia muy fuerte y todos nosotros perplejos sin entender nada. Después vino un silencio total para esconder el desastre, pero todos vivimos bajo esos efectos. Fuimos los primeros en recibir el golpe de algo que se expandió por el mundo".
Y también agradece: "Nos hicimos muchos exámenes y gracias a Dios en mi familia no pasó nada, hasta ahora".
Ahora, Svetalana está en la Tortuga de Talcahuano, en el sur de Chile, su país desde fines de los ochenta. Son los Juegos Deportivos Nacionales y mira fijamente a una pequeña niña desplegándose en la competencia de gimnasia rítmica: Mariana Pinedo, una santiaguina de 13 años.
Observa, luego corrige. Su pequeña , que considera como su "segunda hija" que conoció cuando tenía solo 5 años, muestra sus primeras credenciales, y ella se conmueve.
Al final de la jornada, la gimnasta nacional se coronó como la gran sorpresa; clasificó a la final en el primer lugar de la categoría aro con una sólida puntuación de 11.57. Finalmente se quedó con el bronce, y Svetlana, otrora seleccionada nacional de Bielorussia, y de la extinta Unión Soviética, evoca nuevamente imágenes del pasado.
Amor por los movimientos
Cuando tenía solo un par de años menos que Mariana hoy, la europea conoció el ballet. "Mi mamá a los siete años me llevó a una escuela que estaba al lado de mi casa. Pero solo impartían clases desde los nueve". Sin embargo, en ese lugar había un curso de gimnasia rítmica, y dice que "simplemente me olvidé del ballet, y me enamoraba de esta disciplina cada vez más".
En su sangre corría la gimnasia. Así lo demuestra su hijo, Alexander Artemev, medalla de Bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. "Lamentablemente no hemos hablado mucho el último tiempo, pero yo siempre estaré orgullosa y pendiente de él", dice.
La europea tiene sus modos. Hay temas que prefiere guardar. ¿Por qué llegó a Chile? "Por amor, pero es un tema cerrado", relata.
Ella es la única entrenadora que, en el certamen de los Juegos Deportivos Nacionales, da instrucciones desde la tribuna. En su escuela en el Estadio Sirio cuenta con más de 15 alumnas, desde ese lugar entrega sus enseñanzas.
Trata de inspirarlas para que sean mejores y que puedan sentir lo que siente ella por la gimnasia rítmica, que para ella "es como el aire, no podría estar ningún momento sin el".