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Páginas del deporte: El lado B de Manuel Pellegrini, muy cabalero a su pesar y cantante ocasional

Habla cuatro idiomas, toca piano y aunque dice que no es nada esotérico, repite religiosamente las rutinas que le resultan. En River campeón, por ejemplo, debieron contratar un camión especial para trasladar los ravioles sagrados de la cena.

12 de Noviembre de 2017 | 21:30 | Leonardo Salazar M.
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El libro que habla de las cábalas y la historia del "Ingeniero".

La Segunda
SANTIAGO.- Metódico, ordenado y sistemático. Sobre su escritorio de entrenador todo está clasificado y pulcro. Manuel Luis Pellegrini es "El Ingeniero" por donde se le mire. Su trilogía del éxito, según lo confiesa, está clara: vocación, preparación y dedicación.

Aunque sus dirigidos destacan su cercanía -antagónica al hombre aparentemente frío- el sello del entrenador más relevante internacionalmente en la historia del fútbol chileno, es claramente el tinte científico. Pep Guardiola dijo: "Me siento un seguidor de Pellegrini".

Habla español, inglés, francés, italiano y estudió alemán, no obstante asegura que no logra expresarse en ese último idioma.

Pero el fútbol es el fútbol y los códigos de camarín, las arengas llenas de pimienta mística y las cábalas con sazón escatológica, son insoslayables.



¿Pueden convivir ambos mundos? Por cierto. Y sí, Pellegrini -el tipo serio y adusto, "the charming man", ingeniero civil con mención en construcción de la Pontificia Universidad Católica de Chile (generación 1978), casado con una compañera de facultad- no escapa a ello: las cábalas son parte de su lógica racional. O como dijo Jorge Valdano: "Muy ingeniero será, pero en el fútbol las cábalas son intransables".

Es precisamente el campeón del mundo con Argentina 86 quien revela una de las tantas cábalas de Pellegrini: "Teníamos un ritual gastronómico en Real Madrid. Cada vez que el equipo ganaba, nos juntábamos a cenar en el restaurante Ox's cerca del Bernabéu. Si las cosas andaban bien, él se repetía siempre el mismo plato: lubina (róbalo) salvaje".

Los ravioles en River


De comidas cabaleras también se habló en Buenos Aires. La Cantina de David, en el barrio Chacarita, recibió al Pellegrini campeón del Clausura 2003 con River Plate. A él y a sus pupilos cuando la cábala funcionó.

Porque tras la intoxicación de un par de jugadores con el proveedor anterior –y en medio de un arranque en falso en el torneo- La Cantina envió ravioles para todo el plantel. Acto seguido, River logró su primer triunfo del año. Fueron ocho victorias consecutivas precedidas de la cena con ravioles, preparados en La Cantina.

Habla Antonio La Regina, dueño del restaurante: "Viajar por avión era una locura. Yo le explicaba a Manuel que por leyes sanitarias no podíamos volar al extranjero con los ravioles, pero él me decía que ese era mi problema y que llegara con la pasta adonde fuera necesario. Ahí tuvimos que idear un sistema de contrabando con los utileros: metíamos las cajas de ravioles en el medio de las camisetas y el equipaje. Afortunadamente en las bodegas de los aviones siempre hace mucho frío por la altura, así que las pastas se mantenían frescas".

"Cuando íbamos a enfrentar a Olimpo nos fuimos al aeropuerto con el equipo y los ravioles obviamente, pero hubo un problema con la neblina y el avión no pudo despegar a la hora prevista. Manuel me advirtió que no nos arriesgáramos con la pasta, así que tuve que correr a conseguirme un camión refrigerado para mandar vía terrestre la comida", sigue don Antonio. Llegaron los ravioles tras 10 horas de viaje; jugó River y ganó. Esa noche fue campeón.

A Antonio La Regina, también, le pasó que en una concentración lo llamó por teléfono su hermano. Estaban en la cena y Pellegrini tenía prohibido los celulares en la mesa. La Regina contestó y se fue de multa.

Pero al día siguiente River ganó. "Dígale a su hermano que lo llame cuando estemos comiendo", le dijo Manuel en la previa del siguiente partido. Y así, otra y otra vez, hasta el final del torneo.



"Pellegrini es bastante cabalero", reconoce Pablo Zabaleta, su dirigido en Manchester City. "Cuando ganábamos repetía los trabajos de la semana anterior y pedía el mismo hotel para la temporada siguiente si nos iba bien en una visita", complementa.

Txiki Begiristain, director deportivo del City, manifiesta entre risas: "Son datos, no cábalas, me explicaba. Una vez le bromeé diciéndole que no necesitaba preguntarle por qué estábamos practicando ahí (en el estadio). Él, serio, me respondió que son simplemente datos y no supersticiones. Es decir, hasta en esos temas irracionales trata de argumentar con algo racional. Ni él se lo cree".

¿Lo admite el "Ingeniero?


¿Qué dice Manuel? Francisco Sagredo, autor del impecable libro "El Método Pellegrini" –de donde provienen todos los datos y citas descritas aquí- se lo consultó para la mencionada obra.

- "Me sorprendió enterarme que era cabalero", le pregunta Sagredo.
- "Yo no soy cabalero, para nada", respondió serio Pellegrini.
- "¿Cómo que no? ¿Y lo que cuentan quienes lo conocen?"
- "No son cábalas. Simplemente pienso: para qué cambiar lo que funciona".

Aparte de la versión esotérica de Pellegrini, está la preparación. Primordial y en todos los frentes. Tanto, que a la par de sus sesiones de golf, de sus lecturas –cuatro libros al mismo tiempo- y de su afinidad por el cine, la pintura y tocar piano, Pellegrini tomó clases de canto, para perfeccionar el modo de llegar a sus dirigidos.

"Tomé clases con una profesora de canto en una academia en Castellón (N. de R: cuando dirigía a Villarreal). Mi idea no era aprender a cantar sino que necesitaba empezar a cuidar mi garganta y adquirir la técnica para sacar la voz desde el estómago. Para mí no tiene nada de extraordinario. Simplemente es buscar herramientas que me permitan estar mejor preparado. Necesitaba aprender a impostar la voz. Y claro que me hacían cantar…", cuenta el propio "Ingeniero Pellegrini" en el libro.

Al final, y como explica la RAE, "ingeniero es la persona que discurre con ingenio las trazas y modos de conseguir o ejecutar algo".
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