El cartel con que lo despidió su hijo.
Matías Harz, Emol
SANTIAGO.- Es lunes 4 de diciembre a las 19:50 horas y se siente un ambiente tenso entre las cerca de seis mil personas que están en el estadio San Carlos de Apoquindo.
A falta de 10 minutos para que comience el partido entre Universidad Católica y Palestino se señala por altoparlante a los jugadores de cada equipo y a sus respectivos entrenadores, donde generalmente los fanáticos locales aplauden a los suyos una vez que los nombran.
"El técnico de la UC es Mario Salas", dice el locutor y casi al unísono se escuchan pifias desde algunos sectores para el DT cruzado. De esta forma estaba a punto de comenzar el último duelo dirigido por el "Comandante" al mando de los precordilleranos jugando como local.
A pesar de estos desafortunados segundos, apenas saltaron los futbolistas a la cancha, Salas sabía que viviría un día especial. Mientras la hinchada alentaba a su equipo, el cual hasta antes de hoy estaba penúltimo en la tabla del Transición, Roberto Gutiérrez y Darío Melo se acercaron a la banca franjeada desde el cuadro árabe para saludar a su ex entrenador.
Dejaron los abrazos de lado y se escuchó el pitazo inicial. El DT en los primeros instantes se movía de lado a lado pensando y buscando una respuesta al pobre juego que mostraba su elenco. Se notaba nervioso e inquieto. Les gritaba a sus jugadores diversas instrucciones y al árbitro cuando se molestaba por algún cobro. "¿Qué caraj…cobras?", se escuchó que le recriminó al juez Francisco Gilabert cuando apenas iban cerca de ocho minutos de juego. Estaba intranquilo.
Este malestar sólo se dejó de evidenciar en su rostro por algunos segundos en la mitad del primer tiempo, cuando el técnico escuchó desde afuera de la cancha un timbre de voz que pareció descolocarlo.
Se dio vuelta, miró a la gradería que daba hacia su espalda y le lanzó un beso a quien le había gritado. Esta persona era su hijo Raimundo, de 20 años, quien estaba a sólo metros de su padre apoyándolo con un cartel que decía: "¡Hasta la victoria siempre, Mario!".
Después de este breve oasis ocurrido en los primero 45' en los cuales Salas en ningún momento se sentó, se fueron al descanso y al parecer la charla en el entretiempo caló hondo en los jugadores, porque en el complemento se fueron con todo.
49Duelos dirigió Salas por torneos nacionales en San Carlos
A los 50' el recién ingresado José Luis Muñoz abrió el marcador y en ese segundo los gestos del "Comandante" comenzaron a cambiar. Más aún dos minutos más tarde con el tanto de penal que convirtió el capitán Cristián Álvarez, el cual Salas gritó efusiva y descontroladamente como si en este encuentro se estuviese jugando algo más que tres puntos.
La fiesta cruzada no terminó ahí y en los siguientes 10 minutos, Luciano Aued y Diego Buonanotte, estiraron las cifras y pusieron en un corto período de tiempo una inesperada goleada en San Carlos.
Después del brillante inicio del segundo lapso, la inquietud y nerviosismo del comienzo se transformó en alegría y tranquilidad para Salas y hasta las pifias se convirtieron en halagos para el DT. "Grande Comandante", le dijeron desde afuera y él se giró y saludó al fanático con una clara sonrisa en su rosto.
Cuando el duelo terminaba, Palestino descontó mediante un cabezazo de Julián Fernández y a pesar del abultado marcador a favor, Salas no pudo ocultar su molestia y lanzó lejos la botella de agua que tenía en sus manos.
El juez terminó el partido y el entrenador cruzado se dirigió rápidamente al camarín.
Después de este 4 a 1, y de tres años al mando de Católica, se despidió de San Carlos sin un reconocimiento especial de la gente ni de la dirigencia el único técnico en la historia del club en otorgarle un bicampeonato a la UC.
Salas se notó que lo vivió como un partido distinto, pero pareció un duelo más para los que presenciaron el encuentro.