MARCONA.- Son pasadas las siete de la mañana de ayer martes en el campamento de San Juan de Marcona, una pequeña ciudad peruana que alberga el Rally Dakar.
La cuarta etapa de la prueba ya está en marcha. Sólo falta que larguen todos los competidores de autos, categoría que presenta la figura de un ilustre debutante.
No es cualquier persona. Hace siete años salió campeón de la Europa League con el Porto y supo dirigir al Chelsea de Didier Drogba y Frank Lampard. Es André Villas-Boas, quien en sus inicios trabajó como asistente del mediático Jose Mourinho.
El portugués, cuya última experiencia como DT fue en el Shanghai SIPG de China, decidió darse un descanso en el fútbol para incursionar en el mundo tuerca.
Así, Villas-Boas tramitó su debut en el Dakar para correr con Toyota. En vez de un equipo, ahora tenía el desafío de conducir una camioneta Hilux.
Estuvo en el podio en Lima y así llegó el día de la cuarta etapa, en el que Villas-Boas se levanta sonriente y acompañado de sus asistentes, realiza la revisión previa de su vehículo.
Se le ve con ganas y muy concentrado. Se sube al asiento de piloto acompañado de su navegante Rubén Faría y enciende el motor de su camioneta.
Ya está en marcha para encarar los 330 kilómetros de la especial cronometrada, con salida y meta en la misma ciudad peruana.
Nada hacía presagiar que esa cara llena de ilusión iba a terminar en desazón y tristeza. Un inconveniente a la altura del kilómetro 165 acabó con sus ilusiones, luego de impactar y sufrir una contusión lumbar. El Dakar para el luso se había terminado.
A su llegada en el campamento en Marcona, su semblante de frustración es evidente. Trata de pasar la decepción con una comida en su motorhome.
Ante la consulta de si puede relatar esta nueva experiencia, el lusitano se disculpa haciendo un gesto de dolor. La amargura pudo más para Villas-Boas, quien de esta manera supo conocer también la crudeza de la carrera más peligrosa del mundo...
