Finalizada la cita planetaria que acabó con Francia como flamante campeón, viene la hora de las definiciones. Y una de ellas pasa por saber qué ocurrirá con los recintos que albergaron los partidos.
¿Un estadio convertido en un mercado? El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, ya lo dijo claramente: "No, lo digo categórico". Y para los gobernadores de las regiones anfitrionas del torneo, el problema comienza.
Una semana antes del arranque del Mundial 2018, el mandamás pidió a las autoridades locales que usaran "con inteligencia" los nuevos recintos construidos a un gran costo para el evento.
"Quiero advertir a mis colegas de inmediato: no debemos permitir que estos lugares se conviertan en mercados al aire libre, como vimos en el estadio deportivo de Moscú a mediados de la década de 1990", sostuvo en su sesión anual televisada de preguntas y respuestas.
Al otro lado de la pantalla, los gobernadores de las once ciudades de la cita se tensaron, incluido el de Saransk, Vladimir Volkov, quien propuso convertir el estadio de su ciudad en un mercado.
Para los fanáticos que compraron su boleto para la final entre Francia y Croacia en el estadio Moscovita en Luzhniki, es difícil imaginar que el local deportivo de 80,000 asientos se convierta en un mercado de pulgas.
Construido en 1956, este estadio, el más famoso del país, fue renovado en 2017 con un costo estimado de 24 mil millones de rublos (332 millones de euros). Fue sede de siete encuentros, incluyendo la apertura y la final del domingo.
Pero el coloso tuvo días más oscuros, especialmente en la década de 1990, cuando el país se sumió en una profunda crisis económica. Para el estadio al borde de la bancarrota, la única solución para rescatar las cajas era alquilar parcelas a los vendedores ambulantes, que montaban sus puestos en la cancha.
Hasta 2011, cuando las autoridades clausuraron el mercado, el estadio Luzhniki fue para muchos rusos un amargo símbolo de la depresión económica del país tras la caída de la URSS.
Sin fanáticos
Para Vladimir Putin, encontrar un futuro para los estadios es un tema importante: si son abandonados, los rusos pueden cuestionar los méritos de la decisión de gastar 3.400 millones de euros para construir o renovar los estadios del Mundial.
Pero si se convierten en un pulmón económico para cada ciudad, el presidente ruso disfrutará de una mayor popularidad.
Si el moscovita Luzhniki puede tener la esperanza de no volver a vivir ese momento, otros once estadios se encuentran lejos de los centros neurálgicos del país; como el Mordovia Saransk Arena, ubicado en una zona conocida por sus centros penitenciarios.
Sólo seis de los estadios construidos tienen equipos de fútbol jugando en la Premier League rusa. Esta categoría atrae únicamente a 13 mil espectadores por juego y los recintos más pequeños construidos para la Copa del Mundo tienen una capacidad de 44 mil. Los otros tienen elencos que juegan en divisiones inferiores, donde el número promedio de espectadores por lance es de poco más de 2 mil.
Reconversión
Los costos de mantenimiento de los estadios se estiman en 86 millones de euros por año, según dijeron las autoridades regionales al diario ruso Kommersant.
El gobierno ruso contribuirá con al menos 172 millones de euros, pero esta suma debe compartirse y se pagará en cuotas durante cinco años.
"Cuando diseñamos el estadio, planeamos incluir muchas opciones para hacerlo económicamente viable", dijo el ministro de Deportes de Samara, Dmitry Chliakhtin. "Pero ahora no entendemos realmente cómo se puede lograr esto".
La compañía estadounidense AECOM sigue siendo mixta: si el estadio Spartak en Moscú puede ser rentable, el futuro de Saransk con sus 45 mil asientos es menos predecible.
"Es muy difícil pensar cómo las capacidades de este estadio pueden ser económicamente viables sin un cambio fundamental en la demografía de los fanáticos", dice AECOM en una nota.
Para enfrentar estos desafíos, los estadios están considerando soluciones integrales: la de Nizhny Novgorod pasaría por formar parte de una clínica médica. Otros podrían convertirse en centros comerciales.
El gobernador de Kaliningrado quiere crear un área de libre comercio alrededor del estadio, mientras que en Ekaterimburgo, las gradas temporales serán desmanteladas, reduciendo la capacidad del estadio a 12,000 asientos, para que sea más barato mantenerlo.
Rusia espera que estas iniciativas eviten seguir el ejemplo de estadios abandonados en Brasil después de la Copa Mundial 2014.