Romina Arroyo en la cuenta al "Aguja" González.
Photosport
SANTIAGO.- Fue uno de los hechos que más llamó la atención el viernes en la dura derrota del boxeador chileno Miguel "Aguja" González ante Andrew "El Monstruo" Moloney. Una mujer fue la autoridad en el cuadrilátero, algo que no es muy común en este deporte.
Romina Arroyo es el nombre de la argentina que condujo el combate en el Gran Arena Monticello. La trasandina de 35 años marcó un hito histórico cuando en 2011 se convirtió en la primera mujer en dirigir una contienda entre boxeadoras en la que se disputaba un título mundial.
Después impartió justicia en un enfrentamiento entre dos pesos pesados (110 kilos).
Tanto en categorías masculinas como femeninas, nunca una mujer había asumido esa labor.
"Ha sido un camino duro y ahora tengo la posibilidad de trabajar para la AMB, que es una asociación que reconoce el trabajo de las mujeres. Pero en Argentina todavía queda por hacer, todavía hay algo de machismo", comenta a Emol la réferi, que además es concejala por Salta. Un estilo de vida multifacético, ya que también es periodista titulada de Universidad Nacional de Córdoba.
Un rico historial y cómo nació su pasión por esta labor
La pelea que sumó dirigiendo Aguja-Moloney la trajo a Chile en esta ocasión, pero ya carga un registro de 20 conducciones en combates en los que había un cinturón planetario en disputa. Ha viajado por Indonesia, Japón, México, Francia y Perú. Un historial que muchos jueces ya quisieran.
¿Cómo nació su pasión por el boxeo? Desde pequeña su padre la llevaba a las veladas que se realizaban en Salta. "Siempre me llamó la atención", confiesa Arroyo, quien a medida que fue creciendo se fue involucrando aún más con la disciplina. Arrancó incluso portando los carteles en cada intervalo de los asaltos, pero no se quedó en eso.
"Primero comencé arbitrando en luchas amateurs y después pasé al profesionalismo. Es un una actividad complicada, donde aún hay machismo. Fue difícil entrar. El público a veces se sorprende, pero de parte de los boxeadores siempre he sentido respeto", consigna.
Además de ser árbitro, concejala y periodista, Arroyo también es madre. Su bebé nació hace dos años y para no interrumpir su período de lactancia, viajó con él a dos contiendas. Terminados los enfrentamientos, lo amamantaba. Ha sabido combinar sus roles y además destaca el trabajo de su marido, quien en este viaje a Chile se quedó con el menor. "Él es abogado. no entendía nada de boxeo, pero por mí empezó a gustarle", cuenta.
¿Que sintió al sentenciar la suerte del "Aguja" derrotado? Arroyo reconoce que no fue una tarea fácil. "Uno ve todo lo que entrenan y puede sentir la frustración que sienten cuando una da por terminada la pelea. Pero la verdad es que así es este deporte, son las reglas del juego y uno como árbitro tiene la primera obligación de velar por la salud de los púgiles", explica.
Es la historia de esta mujer que a punta de pasión y esfuerzo se adentró en un mundo en el que hace unas décadas atrás era impensado ver mujeres. Hoy ya no sólo hay boxeadoras, sino que también árbitras y la salteña quiere marcar el camino. "Espero que puedan seguir apareciendo más", cierra agradeciendo todo el cariño que recibió en nuestro país.