Charles Leclerc siendo galardonado en Bahréin.
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Charles Leclerc vivió un fin semana de sensaciones encontradas en la Fórmula 1. Se convirtió en el segundo piloto más joven en lograr una pole, la primera de su vida, y dominaba con una insospechada autoridad el GP de Bahrein.
Sin embargo, su felicidad se evaporó de un momento a otro. A diez vueltas del final, el motor de su Ferrari se rompió y terminó en el tercer lugar. Quedó en el suelo.
"Has pilotado de forma fantástica este fin de semana. Tienes un largo futuro por delante. Sé que ahora mismo apesta, pero tienes mucho por delante y un largo camino que recorrer", le dijo el multicampeón Lewis Hamilton una vez finalizada la carrera.
Las palabras de consuelo del británico no le bastan al monegasco de apenas 21 años. Es la gran promesa de la F-1. Bajo esa cara de niño bueno se esconde un competidor feroz. Lo quiere todo y lo quiere rápido.
Solo dos carreras ha necesitado para discutirle el mando a Sebastian Vettel en Ferrari. En Australia parecía que se llevaba por delante al teutón y solo lo frenaron las órdenes que recibió de su equipo. Nadie quería que el emblema de la escudería quedara en ridículo ante un recién llegado. En Bahrein le volvieron a decir que se quedara detrás de su compañero. Esta vez no hizo caso. El tetracampeón de la categoría no le aguantó el ritmo.
El ascenso de Leclerc ha sido tan rápido como él en la pista. Pero no ha sido un camino de rosas. Antes de debutar en la élite tuvo que sobreponerse a una muerte dolorosa. El piloto francés Jules Bianchi vio truncado sus sueños y su vida cuando un camión lo impactó en el GP de Japón en 2015. Fue un mazazo brutal para el nacido en Montecarlo. Se conocían desde niños. Bianchi era un hermano mayor, un espejo en el que mirarse.
"Nunca lo superé. Quizá nunca lo haga. Pero nunca tuve ninguna duda acerca de continuar. Todo lo que siempre he querido es correr", afirmó el llamado "Príncipe de Mónaco".
En el nombre del padre
Tras dominar la Fórmula 2, hace tres años se anunció que sería piloto de desarrollo en la F-1. Sauber lo vio y levantó el teléfono. Sin embargo, el olor de la muerte nuevamente lo amargó. Mientras estaba en negociaciones para firmar el contrato, su padre, Hervé, agonizaba. Sabiendo que ya no había posibilidad de mejora, el corredor decidió darle una última alegría. Le contó que su salto a la principal categoría ya estaba sellado.
"Fue un poco antes de que firmase, pero al final no le mentí, porque estoy aquí y, ahora, en Ferrari", declaró a la BBC.
Tres días después de la muerte de su papá, Charles se impuso en la cita de la Fórmula 2 en Azerbayán. "Fue muy duro de asimilar, porque le perdí el miércoles antes de la carrera. Era muy reciente. Lo único que me dije a mí mismo es que verme correr lo era todo para él, y que él no hubiese querido que estuviese destrozado y que hiciese una mala carrera. Lo que él habría querido es que yo ganase la carrera para él", expresó.
Con su padre y Bianchi en la mente, el joven Leclerc quiere seguir creciendo. La siguiente parada es en China y en el horizonte asoma la historia.