Un escándalo sacudió el martes al tenis nacional. Juan Carlos Sáez, ubicado en el escalafón 1.082 de la ATP, fue sancionado con ocho años sin jugar por no cooperar la Unidad de Integridad del Tenis (TIU), "sobre posibles violaciones del Programa Anticorrupción del Tenis (TACP), y de no denunciar un enfoque corrupto".
Lejos del glamour de la élite del circuito, "Juanca" intentaba sobrevivir con su raqueta. Llegó a ganar nueve Futuros. En enero de este año, admitió haber sido tentado para dejarse perder y que inclusó pensó en aceptar. Sin embargo, ahora defendió su inocencia.
"Lo único que puedo decir es que señalan ranking y yo ya hace casi un año que no compito porque me casé y me vine a vivir a Estados Unidos. Me retiré por lo mismo, por plata. Eso es mentira. Yo el año pasado dejé un día mi teléfono con ellos en Bélgica, en Duinberger. Tengo testigos. A los tipos les pica el 'orto' porque sigo teniendo ranking y ya no juego", aseguró el deportista en conversación con Emol.
Pero no es la primera polémica de este tipo que salpica a tenistas chilenos. También en enero de 2019, a Cristóbal Saavedra (284° en su apogeo) se le impuso una multa de ocho mil dólares y un castigo que lo tendrá hasta abril de 2020 sin jugar. ¿La razón? La misma. Negarse a cooperar en una investigación sobre corrupción.
Vivió varias penurias a lo largo de su carrera, Viajaba a todos los torneos con una vieja máquina de encordar para ganarse unos euros y en el Roland Garros de 2008 le tuvo que pedir prestado a Fernando González porque no le quedaba nada.
Poco después del caso de Saavedra, en marzo, Mauricio Álvarez-Guzmán (1050° en su mejor momento) fue castigado de por vida. El deportista, nacido en Inglaterra, nunca pudo dar el salto en sus 13 años como profesional y habría arreglado partidos en torneo de poca relevancia, en los que se produce la mayoría de los amaños.
La Unidad de Tenis Integral lo acusó de pactar resultados, de convencer a jugadores de no hacer su mejor esfuerzo y de prometer beneficios a cambio de ello.
Es el lado oscuro del tenis, donde no hay estrellas, pero sí negocios que traspasan la frontera de lo legal.