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Precariedad, ausencia de jugadores, llanto y hasta un robo: Las penurias y problemas del histórico Ferroviarios que se niega a morir

El club se jugará la permanencia en Tercera A en una liguilla. Ha vivido un año nefasto y solo el cariño de un puñado de personas lo sostiene.

15 de Diciembre de 2019 | 11:00 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Diego Carrasco
Ferroviarios tuvo una campaña de espanto en la Tercera A. Apenas ganó tres partidos y terminó con una diferencia de 55 goles en contra. Su descenso estaba consumado, pero en los últimos días la ANFA estableció que disputaría una liguilla con un equipo de Tercera B para jugarse la última opción de mantener la categoría (el sorteo para conocer al rival se realiza este lunes).


Al enterarse de la noticia, Luis Tapia, presidente del club, se apuró en llamar a los jugadores. Sin embargo, muchos estaban ocupados con el trabajo o probándose en otras escuadras. A los primeros entrenamientos, no llegaron ni diez.

Con el tic tac del reloj aguijoneándolo, Tapia escribió una carta desesperada. En la misiva, les prometía a los futbolistas el monto íntegro de la recaudación.

"Nosotros nunca le hemos pagado a nadie, porque no existen recursos para ello. Lo que pasa es que en víspera de pascua, muchos de estos lolitos trabajan y no les dan permiso. Cuatro o cinco que son titulares no han podido cambiar los turnos, por eso no han aparecido. Y cuando uno no juega, una de las alternativas es quedar desafiliado, así lo dice la reglamentación", le comenta a Emol.

Tapia entiende el fútbol más como pasión que como negocio y habla como si estuviese vibrando en la galería. Cada tanto en la conversación, repite que el club fue fundado en 1916 por trabajadores de ferrocarriles del barrio San Eugenio y que llegó a tener más de 14 mil socios.

(Crédito: Ferroviarios)

La mente del timonel hace un rápido viaje a otra época. Recuerda los años sesenta, cuando el aurinegro, fusionado con Badminton, compitió diecinueve años en Primera División. Recuerda los partidos a tablero vuelto contra Colo Colo o la Universidad de Chile. Recuerda a Leonel Sánchez, a Luis Eyzaguirre y a Carlos "Pluto" Contreras -todos miembros de la mítica selección del '62- vistiendo la camiseta "Ferrito". Recuerda el viejo Estadio Hugo Arqueros Rodríguez, donde alguna vez entrenó Pelé, demolido hace años.

Tapia, como él mismo dice, es un hombre criado en los rieles. Se hizo socio el '68, fue funcionario por 30 años de la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE) y es dirigente desde 1998. Evocar tiempos pasados es, al mismo tiempo, alegría y dolor. El equipo fue arrastrado por un espiral de decadencia y en 1982 salió del fútbol profesional para nunca más volver.

"Me duele mucho, he hecho todo lo habido y por haber para cambiar esta situación. He recurrido al directorio de EFE, incluso al presidente de la República. Llegamos a no tener nada, hasta el agua nos cortaron en el estadio y nos echaron. Fui a pedir ayuda, a gente que uno supone son ferroviarios de corazón. Cuando fui a ver un gerente general de EFE, en 2005, me salió con que no ayudaba a Ferroviarios porque él era socio de la Católica. Me dio rabia, impotencia, tristeza", confiesa.

Un año difícil


En 2018 la "Locomotora" subió de Tercera B a la A. En una angustiante serie que se definió por penales, le ganó a Tomás Greig de Rancagua. El capitán Mitchell González lleva tres años en el club y es su recuerdo más lindo, aunque no olvida todo lo que se sufrió para lograrlo.


"El año pasado nos costó demasiado el ascenso con apenas doce jugadores. A veces jugábamos con diez o con los once justos", afirma el mediocampista, que corre después de las prácticas para llegar a su trabajo en el metro de Santiago.

Ya en los festejos se instalaba la incertidumbre de cómo lo iban a hacer para poder costear su estancia en la nueva categoría. Tapia partió mirando esa campaña como hincha, pero con Ferroviarios quebrado lo fueron a buscar a la casa. No pudo decir que no y volvió como socio cooperador. Este año, el presidente se aburrió de los problemas, dejó el cargo y tuvo que asumir él sobre la marcha, metiéndose la mano al bolsillo para poder subsistir. El plantel se armó como se pudo y no se hizo pretemporada.

"A veces no teníamos ni dónde entrenar

Mitchell González, capitán del Ferro

"Aquí competimos con equipos que tienen un capital humano y económico mucho más grande, como Concepción, Limache, Linares. Ellos ponen hartas lucas para subir. Tenemos que darnos con una piedra en el pecho de que pudimos competir", sentencia.

Si el equipo metropolitano subsiste es por el cariño de un puñado de personas. Uno de ellos es Juan González. El "Diablo", como lo apodan, fue campeón en Cobreloa, estuvo en selecciones nacionales y jugó Copa Libertadores con Magallanes. Su hijo heredó el gusto por la pelota y llegó a Ferroviarios. Acompañándolo a los partidos, se acercó al club y comenzó a ayudar en lo que pudiese junto a Silvana, su esposa.

"En un principio, no habían ni camisetas y tenía que hablar con amigos para poder darles una colación a los jugadores después del partido", apunta.

Otro que se sumó sin recibir nada a cambio fue Diego Carrasco, joven de 19 años. Desde que era chico, su abuelo le contaba de Ferroviarios y de las historias del viejo estadio. En 2018 comenzó a seguir al club. Hace de todo un poco. Ha sido periodista, fotógrafo y hasta improvisó como guardia de seguridad en el Estadio Los Nogales, en Estación Central, donde Ferro hace de local.

"Con Linares en Nogales fue pesado. Tuve que limpiar las bancas de ambos elencos, recoger basura y luego hacer de seguridad. Tuve que mover a la gente hacia otro sector. Me reclamaron e insultaron algunos. 'Esta cagada de estadio, club de mierda pobre', me decían", relata.

Carrasco abrazado con Mitchell González (Crédito: La Cancha)

Carrasco sostiene que ha sido un año nefasto, una retahíla de eventos desafortunados. Las anécdotas se agolpan en su cabeza y parecen no terminar. Cuenta que con Mejillones no había arquero y hubo que usar a un jugador de campo, que con Rengo se les quedó el equipamiento en Santiago, que en el entretiempo del partido con Municipal Santiago les entraron a robar al camarín. El día que perdieron con Concepción en Cardenal Caro, la pena lo sobrepasó y terminó llorando, abrazado del capitán Mitchell González.

"Yo compro de mi propio bolsillo bidones de agua para los jugadores. Cuando nos robaron en el camarín, le pase dos 'lucas' a Ignacio Araya (segundo arquero) para que se pudiera devolver a su casa. Vivo en Curacaví, pero no en el pueblo, en el campo. Como sea conseguía dinero para ir a ver a Ferro", manifiesta.

En los últimos días, un tenue optimismo ha penetrado en las filas de Ferroviarios. Se han ido sumando los jugadores y al menos ya tienen los catorce para presentarse a jugar. Los entrevistados coinciden en que esto solo se sostiene por pasión.

1982 fue el último año del aurinegro en el profesionalismo

"A veces no teníamos ni dónde entrenar. Muchas veces tuvimos que entrenar cada uno por su cuenta, hubo días que tuvimos que ir a entrenar a un cerro, a un parque. Me desencanté del fútbol, pero volví con pachorra y con ganas de salir adelante. Este equipo va a todas, es de orgullo obrero, eso es lo que pienso y lo que me meto en la cabeza para poder salir adelante", apunta Mitchel González, quien al igual que sus compañeros espera que los duelos de la liguilla sean una vitrina para poder continuar con sus carreras.

El "Diablo", en tanto, revela que hay proyectos interesantes para el aurinegro de cara al otro año, aunque todo depende de si logra o no mantener la categoría. "Nos sostiene la pasión, Ferroviario es uno de los clubes más antiguos de nuestro país y no puede morir así tampoco. No puedo entender que haya jugadores que no quieran jugar. Es orgullo", apunta.

Luis Tapia aguarda con calma y una moderada ilusión. Sabe que el año ha sido malo, pero dice que en la cancha se ven los gallos. Antes de colgar al teléfono, lanza una promesa propia de un hombre que ama sus colores: "'Ferrito' es un gigante dormido y no lo he podido despertar. Me ha costado, pero lo voy a hacer".
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