Posando con el trofeo de campeón.
AFP
Takuma Sato terminó bebiendo la tradicional jarra de leche que consagra a los ganadores de las 500 millas de Indianápolis. El japonés tuvo una gran remontada, sobrepasó a Scott Dixon y se coronó por segunda ocasión en la mítica carrera.
"Si en 2008 me dices que esto pasaría te llamaría loco, nunca lo hubiese pensado. Ni siquiera soñé con llegar a la F-1", expresó. Esas palabras resumen una historia improbable.
Sato quedó encandilado con el ruido salvaje de los motores cuando asistió en 1987 al GP de Japón. Su referente de la niñez, Satoru Nakajima, remató sexto, mientras que su gran ídolo, Ayrton Senna, fue segundo.
Pero de niño Sato no tenía interés en dedicarse al automovilismo profesionalmente. Su gran pasión era la bicicleta. Ganó varios campeonatos nacionales con su instituto y se le consideraba una promesa. Sorpresivamente decidió cambiar a los fierros. Primero a las motos y luego al karting.
Con 19 años, Sato llegó al Reino Unido. Luego de un sufrido derrotero, consiguió debutar en la Fórmula Uno con la escudería Jordan. Estuvo durante siete años, rompió varios motores y su logro más destacado fue un tercer lugar en el GP de Estados Unidos en 2004. Tras Aguri Suzulki, fue el segundo piloto nipón en subirse a un podio.
En 2010 pasó a la IndyCar y no había muchas expectativas por lo que pudiera hacer. Ni siquiera él las tenía. Era alguien al que no le habían llegado ofertas para seguir en la máxima categoría. "Cuando dejé la Fórmula 1 pensé que mi carrera no iría mucho más allá", comentó.
En 2012 estuvo a punto de ganar por primera vez las 500 millas de Indianápolis, pero se fue al muro en la última vuelta cuando trataba de pasar a Dario Franchitti. Ese estilo agresivo, tan criticado por sus rivales, pudo costarle caro. Él no mostraba arrepentimientos. "Sin ataque, no hay oportunidad", era su lema.
"Mucha gente pensó que esa había sido mi mejor oportunidad. Yo decía: 'bueno, ya veremos, seguiremos intentándolo'", expresó. Ya sabía lo que eran las segundas oportunidades.
En 2017 estaba en el equipo Andretti y parecía difícil que tuviese una oportunidad. Las apuestas eran por el brillante prospecto Alexander Rossi o por el galardonado Fernando Alonso.
Sin embargo, dio el golpe a la cátedra. Y ganándole nada menos que a la leyenda Helio Castroneve en la recta final. Fue un campeón inesperado, al igual que en este 2017.
Sato es el vigésimo piloto que gana al menos dos veces en Indianápolis y el sexto más longevo en conseguirlo. Con 43 años y 26 días, se siente pletórico: "En el automovilismo, mientras estés bien físicamente... ¿por qué no vas a poder ganar? Ahora conozco mejor el coche, el 43 solo es una cifra vacía para mí".
