Ya van 35 años. En 1987 Magallanes jugó por última vez en Primera División y nunca más volvió. Ha sido un período cruel, caótico y deprimente por momentos. Los hinchas han sobrevivido de la nostalgia, del orgullo de ser uno de los fundadores del profesionalismo y el primer tricampeón chileno.
En el plantel actual no tienen recuerdos de la "Academia" en la categoría de honor. La mayoría ni siquiera había nacido. Sin embargo, saben que pueden torcer la historia. El "Manojito de Claveles" es el actual líder de la Primera B con 34 puntos y una campaña casi perfecta. Ganó 11 partidos y solo empató uno.
Desde 2015, Magallanes juega y entrena en el estadio de San Bernardo. Es una tibia mañana de otoño. Por la cancha hay una serie de estacas y elásticos. Los de peto verde tienen la pelota y se enfrentan a los de peto amarillo en un rectángulo de reducidas dimensiones. El objetivo es hilvanar secuencias de pases, romper líneas de presión y convertir en unos pequeños arcos de metal. Demanda agilidad, mental y física. El veloz colombiano Yorman Zapata se frustra por una mala entrega y le reclama a sus compañeros.
"Estai con el game boy", le dicen a la pasada al integrante del cuerpo técnico que maniobra el dron que filma la práctica. El entrenador Nicolás Núñez observa atento y cuenta los pases en voz alta. Interviene seguido. "No hay que estar estático", "No puedes fallar ahí porque es una contra que se pierde", "Tú mismo te quitas espacio por pasar la pelota antes".
Muchos de los dirigidos por Núñez antes fueron sus compañeros. Se retiró en Magallanes y de inmediato asumió como DT. Esta recién es su segunda temporada.
"A mí me gusta el ataque construido, las secuencias de pases. Los ejercicios siempre tienen como objetivo mantener el orden posicional y la conservación del balón. Cuando asumimos, tuvimos que romper con un estigma que hay en la Primera B. Se piensa que esta forma de jugar no tiene validez en la categoría, que no es efectiva. Mi cuerpo técnico y yo creíamos que sí. Siento que estoy en el lugar ideal para haber comenzado. Me sentí valorado por los dirigentes. Era una decisión que requería valentía porque yo no tenía ninguna experiencia", le dice a Emol.
Núñez ve una pelota suelta y tira un caño a alguien que va pasando. Se ríe y se sienta en el banco de suplentes con los brazos cruzados y una pierna sobre la otra. Explica que todas las semanas las inicia analizando al rival de turno junto al grupo. Se le hace difícil planificar los entrenamientos por la dura programación de la Primera B. Mira a un costado. Varios de sus titulares hacen trabajo regenerativo sobre unas colchonetas.
(Crédito: Daniel Orellana)
Siendo jugador, Núñez ya se sentía técnico. Anotaba los ejercicios que le llamaban la atención y hoy los replica. Destaca entre sus influencias a Fernando Carvallo, Jorge Pellicer y también a Mario Salas. El año pasado Magallanes terminó séptimo. El "Carabelero" jugaba bien, pero le faltaba contundencia. Para esta temporada, fueron a buscar experiencia. Llegaron jugadores calados. El arquero Gastón Rodríguez, el defensor Albert Acevedo, el lateral Nicolás Crovetto, el volante César Cortés y el delantero Felipe Flores. Todos ellos se mezclan con jóvenes como Yorman Zapata, Julián Alfaro o David Salazar.
"Las decisiones en cuanto a refuerzos fueron pensadas con distintos objetivos. Uno de los objetivos del club, además de dar un salto radical en relación a años anteriores, es la formación y el desarrollo de los jugadores jóvenes. Cuando se eligen los refuerzos, se piensa que van a aportar en el desarrollo de los más chicos. No nos hemos equivocado. Ha sido importantísimo. Uno como cuerpo técnico cree que puede controlar todo, pero es muy importante delegar y que ellos se autogestionen", apunta Núñez.
Mientras el entrenador habla, un par de perros recorren la cancha buscando el gesto cariñoso de unos funcionarios. Los regadores se encienden y poco a poco se comienza a sentir el olor a pasto mojado. Unos jugadores levantan pesas. Otros hacen abdominales. El ambiente es distendido, abundan las bromas. César Cortés es uno más del grupo, se mueve sin estridencias.
"Chester" tiene 38 años, es mayor que su DT. Jugó por la U y por la selección. Los analistas lo consideran actualmente el mejor jugador de la Primera B, pero no le interesa el rótulo. A fin de año quizá se retire, quizá no. Dependerá de su cuerpo y también de su cabeza. Por el momento, disfruta.
"Aquí hay un camarín y un entorno de mucho cariño. Los que llegan más temprano toman mate, van prendiendo las estufas y se va generando un calor humano importante que después se traslada a la cancha. Esta mezcla entre jóvenes y mayores es muy buena. Ellos aprenden de nosotros y nosotros de ellos. Hay mucho análisis de partido, mucho análisis emocional de distintas situaciones que se nos van generando a través del camino", declara.
El club ya no convoca tanta gente como en otras décadas, pero la histórica "Bandita de Magallanes" sigue acompañando. El Consejo de la Cultura la reconoció como un "tesoro vivo". Varios de sus integrantes son gente mayor. El atacante Felipe Flores contó hace unas semanas que algunos se le han acercado y le han dicho: "Estamos en las últimas, antes de irnos al cielo queremos ver al equipo en Primera".
Hay ilusión. Es la mejor temporada del equipo en mucho tiempo. Núñez lo entiende. "Desde que llegué como jugador, y por el hecho de ser un club histórico, siento que hay una responsabilidad distinta, algo romántico en pertenecer a esta institución. La hinchada es bien cercana, son menos que en otros lugares, uno los puede ir identificando. Pero no basta con lo que hagamos hasta la fecha 12 o 13. Es muy frágil esto, los momentos cambian muy rápido en el fútbol", afirma. "Nadie es campeón a mitad de año. Todavía no ha terminado la primera rueda. La gente nos dice que podemos quedar en la historia del club. Es un aliciente. Magallanes es muy querido en Chile y ha estado dormido en los últimos 35 años", complementa Cortés.
Alexis Moya es utilero del club. Entiende muy bien el sentimiento de los hinchas porque él también lo es. Cuenta que sus papás son "magallanicos" y que se conocieron en la galería.
(Crédito: Daniel Orellana)
Siendo adolescente, entró a las cadetes del "Carabelero". Un compañero, al ver su fanatismo, lo apodó "Manojito". Así quedó. No pudo convertirse en futbolista profesional, pero el técnico Osvaldo "Arica" Hurtado le ofreció el puesto de utilero. Lleva diez años.
"Es difícil trabajar en el equipo del que uno es hincha. Se te tiene que olvidar. Hay buenos y malos resultados. Cuando se pasa mal, lo pasa mal la familia. Con los años he ido aprendiendo a llevarlo mejor", comenta.
En el camarín suenan cumbias y reguetón. El "Manojito" se toma una pausa en el estacionamiento antes de ir a ordenar los zapatos y recoger los implementos. Los jugadores se saludan con los guardias y con el personal de aseo. Moya asegura que Magallanes es un club familiar y el que no se adapta a esa dinámica no entra en el equipo.
"Manojito" reconoce que antes era de cábalas. Muchas. La misma camiseta, los mismos zapatos, varias otras cosas. Dice que ya no tanto. "Hay que creer en el trabajo, hay que creer en lo que estamos haciendo. Vamos bien", cierra.