Antony llegó en el último mercado al Manchester United proveniente del Ajax. No fue una negociación fácil para los "Diablos Rojos". Tuvieron que poner sobre la mesa 100 millones de euros.
El atacante fue la transferencia más cara del año y se convirtió en la segunda contratación más cara en la historia del United. Hoy vive tranquilo, feliz, es millonario. Pero su infancia fue diametralmente opuesta.
El zurdo de 22 años nació en febrero del 2000 en una favela de Sao Paulo llamada "Inferninho". Su familia ni siquiera podía costear lo básico.
"No tenía dormitorio, dormía en el sofá. No tenía botas para jugar al fútbol. Yo vivía en pleno centro de la favela. A veinte metros de mi casa había narcotraficantes", contó en entrevista con Sky.
Antony era un niño, pero se daba cuenta de lo que pasada alrededor. Arrestos, tráfico de drogas, asesinatos. No decía nada. Entendía que así era mejor. Sin embargo, el miedo lo carcomía.
"A veces, estabas viendo un partido un domingo y había ese olor, un olor a cannabis entrando en la casa. Había momentos en los que mi hermano, mi hermana y yo llorábamos y nos abrazábamos pensando en nuestras vidas", declaró.
Como muchos otros, encontró en el fútbol una vía de escape. "Nunca tuve otro plan", manifestó. Se formó en las inferiores del Sao Paulo, jugó 52 partidos con el primer equipo del "Tricolor" y en 2020 lo vendieron al Ajax. Los neerlandeses lo vieron jugando para la selección brasileña en el preolímpica de ese año.
En octubre de 2021 debutó con la selección adulta de su país. Fue contra Venezuela y convirtió un gol. Su gran desafío ahora es meterse en la lista de convocados para el Mundial de Qatar. Le preguntaron si siente presión.
"La verdadera presión fue cuando vivía en una favela y me iba a la escuela a las nueve de la mañana sin saber si podría volver a comer hasta las nueve de la noche", expresó.