Gonzalo Montiel caminó con mucha calma hacia el punto penal mientras millones de personas eran atenazadas por los nervios y las carcomía la angustia. El futbolista agarró la pelota, mandó a volar al arquero de Francia hacia el otro lado y convirtió el penal que le dio el título a Argentina en la final de la Copa del Mundo.
Montiel partió como suplente ante los galos y no le pesó patear uno de los penales más bravos de la historia. Ante Países Bajos, por cuartos de final, también partió en el banco e ingresó para ejecutar uno de los lanzamientos de la tanda. Tampoco falló. Marcelo Gallardo, su éx técnico en River Plate, le tenía un apodo: "El Alemán".
"Es un alemán, un alemán entrenando y jugando, un pibe simple, de pocas palabras. Enseguida te das cuenta que vive para el fútbol. Es una cabeza rara para los tiempos que corren. Muy competitivo, no quiere perder a nada, juega como entrena, esa es la ventaja que tiene. O sea: no es un jugador que se tenga que predisponer mentalmente para jugar porque así como entrena, juega", afirmó el "Muñeco".
El lateral derecho tiene 25 años y juega para el Sevilla de Jorge Sampaoli. Nació en la localidad de González Catán. Su padre era albañil y su madre empleada doméstica. Como ambos trabajaban, el hoy futbolista pasaba mucho tiempo con su abuelo, Jerónimo, un hombre que vendía frutas en un carro para ganarse la vida.
Jerónimo le transmitió la pasión por el fútbol. Era fanático de River y logró que a su nieto le pusieran Ariel de segundo nombre como un homenaje al "Burrito" Ortega. La relación era cercana, de mucho cariño y complicidad. Pero un mal día, Jerónimo defendió a sus perros de una vecina que hace poco había salido de la cárcel. La discusión subió de tono y la mujer lo mató a balazos.
Montiel tenía siete años. Desde entonces, todos sus goles son para su abuelo y le hizo una promesa. Recién iba a dar una entrevista cuando debutara en el primer equipo de River.
"Cachete", como apodan al jugador, estuvo a prueba en Boca Juniors a los diez años, pero no resultó. "No me daban bola", contó. Del xeneize pasó al "Millonario". Se hizo un lugar en las inferiores, pero en un momento se le hizo muy difícil seguir en el club. El viaje de ida le tomaba entre dos y tres horas, lo mismo el regreso, pasando por barrios bravos.
Con 13 años, decidió mudarse a la pensión de River. "Fue fuerte cuando nos dijo", afirmó su madre Marisa. La movida le resultó. Poco a poco fue quemando etapas. Debutó en 2016 y vivió tres años espectaculares. Ganó nueve títulos, incluida la inolvidable final de la Copa Libertadores frente a Boca juniors. En 2019 lo compró el Sevilla.
Pero no todo era felicidad. En 2017, después de un clásico River vs boca, dos de sus mejores amigos fallecieron en el barrio.
"Tuve amigos que fallecieron justo en El Clásico, tras un River Boca. Les pegaron tiros. Era mi primer clásico en Primera. Fue después del partido, sucedió la tragedia. Fue duro... Hay cosas peores que una derrota", comentó.
Antes de eso, había perdido a otro amigo producto de una infección tras una cirugía. Esos golpes lo hicieron reflexionar.
"Son cosas que te marcan. Estamos en una burbuja nosotros. La vida es otra, nosotros somos muy apasionados y estamos todo el día concentrados, entrenando, jugando... y después hay una vida", expresó.
El barrio evoca recuerdos dolorosos, pero siempre vuelve. Se paseará por las calles que recorrió en su niñez como campeón del mundo. Allí están sus seres queridos, también sus muertos.