Un tiro nunca antes visto se robó las miradas el pasado domingo en el Abierto de golf de Nueva Zelanda. Lo que sucedió fue realmente insólito y dejó a todos desconcertados.
El protagonista fue le golfista australiano Shae Wools-Cobb.
El oceánico dejó una pelota en el
rough -lugar del campo con el pasto más alto- y se aprestó para sacarla de ahí, lo que suponía un tiro bien complejo ya que estaba bastante lejos del hoyo.
Wools-Cobb se tomó su momento, evaluó la situación y golpeó con fuerza. Ahí es cuando pasó lo impensado.
Increíblemente, el australiano impactó dos pelotas: Una directo donde él quería que fuera, y otra que avanzó apenas unos metros. Todos miraban incrédulos.
¿Qué pasó? Desde el torneo el explicaron a Wools-Cobb que su bola efectivamente llegó al green y cerca de la bandera, pero que había otra pelota muy cerca de la suya, la que también alcanzó a golpear. Esta última pelota estaba enterrada ahí, quizás desde hace cuánto tiempo.
El tiro del australiano fue válido. La regla sostiene que la intención era pegarle a su bola, por lo que no existe motivo para penalizar, más allá de que movió otra, inexistente para él hasta ese entonces (y que no estaba en juego). Fue un mero accidente. Increíble.
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