Jugar copas internacionales, sea la Libertadores o Sudamericana, suele ser uno de los máximos objetivos para los equipos chilenos.
Sin embargo, en ocasiones esto se puede volver un arma de doble filo, especialmente para los elencos con planteles más cortos.
En torno a este tema, hay una lamentable coincidencia que ya parece una "maldición" en el fútbol chileno y tiene que ver con los descensos desde la campaña 2018.
En ese año,
Temuco jugó la Sudamericana y quedó eliminado en segunda ronda ante San Lorenzo.
Esa temporada, bajó de categoría.
A la campaña siguiente parecía que la historia se repetía, pero con la Universidad de Concepción. Los penquistas jugaban la Libertadores, siendo eliminados en fase de grupos. Por el estallido social, no hubo descensos. Sin embargo, se implementaron los promedios, método que hizo caer al Campanil a la B en 2020, siendo derrotados por Colo Colo en el duelo de promoción.
Ese mismo 2020, Coquimbo disputó una histórica Sudamericana llegando a semifinales. Pese a darse a conocer en el torneo continental y obtener grandes resultados, en el plano local desentonó y perdió la categoría a fin de año.
En el 2021, Huachipato jugó la Sudamericana, quedando eliminados en fase de grupos. Luego, descendió matemáticamente, aunque un castigo a Melipilla por irregularidades los hizo jugar una promoción y quedarse finalmente en Primera.
En tanto, en 2022, Antofagasta también participó de la Suamericana, sin éxito, siendo eliminados en la fase zonal y posteriormente descendiendo a la B a fin de campeonato.
Y todo se repite este 2023. Curicó, que jugó fase previa de Libertadores cayendo ante Cerro Porteño, pierde la categoría, algo que también podría vivir Magallanes, quien lucha por salvarse.
Los carabeleros este año estuvieron en playoffs también de Libertadores y posteriormente disputaron los grupos en la Sudamericana. Hoy por hoy, son el segundo descendido, pero todavía tienen chances de quedarse en Primera.
