Walker se encuentra en los años finales de Derecho, aunque aclara que "no estoy ni ahí con ser un abogado litigante". Según cuenta, se decidió a estudiar la carrera por "una inquietud académica", y tiene claro que su futuro seguirá ligado a la música.
Luciano Riquelme
SANTIAGO.- "Cuando dicen mi nombre y voy para arriba... Ya no me acuerdo, estaba muy eufórico", dice Benjamín Walker, intentando revivir el momento en que era anunciado por Álvaro López, ex vocalista de Los Bunkers,
como ganador del Premio Pulsar en la categoría Artista Revelación.
El cantautor coronó así una temporada en la que ha cosechado aplausos gracias a su primer disco,
Felicidad, adscrito a la tradición hispanoamericana de cantautoría, con temas en que el sello acústico se mezcla con el vuelo poético.
Una tradición ligada también a lo popular y lo discursivo, planos que marcan el contrapunto entre lo que Walker quiere desarrollar y lo que muchos perciben a priori de él, por el hecho de ser hijo del senador Ignacio Walker (DC) y la cantante Cecilia Echenique.
"Hay algunas mochilas, sería ingenuo que no reconociera que hay filtros que median con la gente, cuando tienes cierto apellido", reconoce. Sin embargo, asegura que "siempre lo enfrenté con mucha tranquilidad, confiado en que tenía algo que mostrar".
"Incluso pensé en ponerme un seudónimo para evitar el tema del apellido, pero casi por llevar la contra me dejé el nombre que llevo, que soy. (...) Ojalá que la gente se dé la oportunidad de dar el juicio que corresponda a lo que está escuchando, independiente del apellido que haya de por medio", agrega.
Tras lanzar su primer disco en diciembre de 2014, y empezar una promoción formal recién en marzo, Walker ha vivido un meteórico ascenso, con "tocatas en las que ya no hay solo amigos y familiares", hasta coronar el despegue con el Premio Pulsar este lunes.
El galardón, afirma, "te da una intyección de confianza enorme, que espero utilizar bien en adelante", aludiendo a un horizonte para el que ya tiene algunos planes. "Hay ganas de explorar otras cosas en el futuro. Reinventarse, replantear el género, buscar nuevos arreglos. Hay mucho por donde explorar para hacer subir las canciones", dice, aunque dejando en claro que lo suyo siempre irá por la cantautoría.
Pero aunque su acercamiento a ese género llegara de la mano de su madre y veladas en el Café del Cerro, en las que aún fluían los aires puestos a circular en los años 80, no se siente presionado a que su obra derive en lo político-social.
"Milito en la Izquierda Autónoma, no tengo pudor en hablar de lo político, y creo que todos deberíamos hacerlo, pero no he escrito canción política por respeto al género. Me ha sido más propio hablar de procesos y emociones personales, más que de política, y no quiero forzar algo sólo por el hecho de hacerlo", afirma.