Loyola se mantuvo activa prácticamente hasta sus últimos días: En 2014 lanzó el libro "50 Danzas Tradicionales y Populares en Chile".
Fabián Ortiz
SANTIAGO.- Con el fallecimiento de Margot Loyola no sólo parte una de las figuras más relevantes en la música popular y tradicional chilena de las últimas décadas: Parte además una forma de enfrentar el trabajo artístico, y se cierra una época de nuestra cultura local.
Nacida en Linares el 15 de septiembre 1918, comenzó tempranamente su andar en la música desde el foclor, en calidad de intérprete. El piano (que empezó a estudiar a los ocho años) y la guitarra serían luego sus instrumentos fuertes, facetas a las que luego agregó la composición.
Tanto era su arraigo por la música, que en la rigidez de los años 30 se atrevió a dejar estudios inconclusos para dedicarse en un cien por ciento a ella. Así, tras cursar la enseñanza secundaria en Santiago, Loyola abandonó la Escuela Normal en 1935, y tomó clases con profesores como Cristina Ventura, Rosita Renard, Elisa Gayán y Blanca Hauser, con el folclor como único norte.
Su primer grupo musical lo formaría junto a su hermana Estela, y lo llamaron simplemente Las Hermanas Loyola. El conjunto lograría cierta notoriedad en los años cuarenta, una década que al finalizar la vio ingresar a la Universidad de Chile.
La razón fue tan simple como poderosa: En 1949, el entonces rector de esa casa de estudios, Juvenal Hernández, la vio bailando cueca y la invitó a participar en las tradicionales Escuelas de Temporada. Así comenzó a dictar cursos hasta 1963, de los que emergieron los ballets folclóricos Loncurahue, Pucará y el grupo Millaray.
Esa semilla, además, germina hasta nuestros días: De allí también emergieron el ballet Aucamán, antecesor del actual Ballet Folclórico Nacional (Bafona), y el grupo Cuncumén, al que en 1957 se integró Víctor Jara, quien además fue su director desde 1961. El conjunto continúa activo.
Pero en paralelo a esa función de folclorista e investigadora, comenzaba el andar en su otra faceta fundamental: La de investigadora. Así, en 1952 se abocó al estudio de la resbalosa y marinera en Perú, para establecer comparaciones con la refalosa y la cueca chilena. En el país vecino además estudió la cultura indígena, en un andar por Latinoamérica que pronto la llevaría también a Argentina y Uruguay.
Sin embargo, su mirada principal siempre estuvo hacia el interior de nuestras fronteras, registrando tradiciones que, sin labores como la desempeñada por Loyola, corren el riesgo fatal de la desaparición sin rastros.
Desde ese rol dio el salto definitivo a la academia: En 1972 volvió desde esa esfera a la Universidad de Chile, y en 1998 recibió el título de Profesor Emérito de la Universidad Católica de Valparaíso. En junio de 2010, la Universidad Arturo Prat de Iquique le otorgó el título honorífico de doctor Honoris Causa, en reconocimiento sobre todo de su papel como investigadora de las culturas pampina y andina.
"Todo lo que yo investigo está relacionado con el hombre", decía Loyola respecto de su método, que tenía un punto de partida claro, experimentando en primera persona y en el mismo medio en que se desarrollaba la expresión cultural que en ese momento le quitaba el sueño.
"Primero vivo, no pienso. Vivo el paisaje, me emociono. Descubro al hombre y aprendo de él todo lo que pueda y quiera enseñarme. Gozo viendo caminar a una mujer. Me gusta oírlas, mirarlas, tocarlas, me gusta descubrir la dimensión humana. Así aprendo cosas que ni he pensado preguntar", decía. Una vez logrado eso, recién venía el la grabación y el estudio formal.
De esos procesos emergieron libros como "Bailes de Tierra" (1980) y "El Cachimbo" (1994), además de los videos "Danzas Tradicionales de Chile" (1994), "La Zamacueca" (1999) y "Los del Estribo, Cantos y Danzas Populares de Chile" (2001). Una discografía amplia, que registra cerca de 14 LP, seis casetes y 7 discos compactos, completan su obra, que —además de Chile— incluyó registros en países como Francia, España, Argentina, Rumania y la Unión Soviética.
Al contrario de lo que sucede muchas veces en nuestro país, toda esa labor pudo ser distinguida medianamente a tiempo, en 1994, cuando Margot Loyola recibió el Premio Nacional de Artes Musicales. Hasta ahora, es la única artista proveniente del mundo folclórico que ha recibido el galardón, usualmente asignado a personajes ligados a la llamada música clásica o docta.