El músico presenta en estos días "Roger Waters. The Wall", filme que alterna escenas de su última gira con pasajes de su historia personal.
AP
MADRID.- Después de más de 35 años desde su publicación, Roger Waters piensa que aún hay mucho que decir en torno al mítico disco The wall, de Pink Floyd, al menos mientras su "historia siga vigente".
Por esa razón, además del documental que estrena mañana en cines y de la gira que protagonizó (con visita a Chile incluida), trabaja en un proyecto para convertirlo en musical para teatros.
"Es un boceto bastante certero de lo que está sucediendo ahora y de qué debe hacerse en el futuro para despojar a los poderosos que rigen el mundo del poder, el cual ostentan a costa del resto de nosotros. Esa historia seguirá vigente mientras eso no se resuelva", afirma el fundador de Pink Floyd.
¿Y nunca se ha cansado de volver una y otra vez sobre este proyecto? "No", dice de forma rotunda, en una de las entrevistas que ha concedido para promocionar "Roger Waters. The Wall".
El músico codirige junto a Sean Evans este trabajo con escenas grabadas entre 2010 y 2013 en las ciudades en que recaló el tour, y las alterna con momentos muy íntimos en los que salen a la luz las personales emociones que sirvieron de germen a este trabajo.
"Durante una parte de mi vida me sentí muy solo. Escribir 'The wall' fue una forma de expresar esos sentimientos que, gracias al tour, se convirtieron en la metáfora de algo más general", explica.
Es conocido que el álbum nació de la frustración que sintió con el público de un concierto de Pink Floyd y que le llevó incluso a escupir sobre ellos. "Probablemente, me arrepentí de aquello al día siguiente de que sucediera", admite.
La evolución de su relación con la audiencia es "notable", afirma. "Cada vez me siento más cómodo en compañía del público", dice sobre esa última gira que reunió a más de 4 millones de personas.
Sobre el show que montó, aclara que "no volveré a salir de gira con él", antes de subrayar que "conllevaba un enorme riesgo, pero también una inmensa recompensa, porque era un trabajo muy interesante y porque el beneficio se podía invertir en otros proyectos, como este filme".
En él, Waters recoge la visita a la tumba de su abuelo fallecido en combate en 1916 en el norte de Francia, y rinde tributo también así a su padre, muerto en Italia en 1943 durante la II Guerra Mundial. Su cuerpo nunca fue hallado.
Uno de los momentos más emotivos del metraje llega cuando la cámara capta las lágrimas del músico al leer por segunda vez en su vida la carta que el comandante de la compañía de su padre le envió a su madre, para que no le cupiera duda de que su marido había muerto.
¿No se sintió demasiado expuesto al mostrar un momento tan íntimo? "No, esa era la clave. No se puede ser artista sin mostrar algo de ti mismo", asevera.
Waters destaca la importancia de sus padres en su visión del mundo. De ellos heredó su compromiso político, "el sentido de la justicia y de qué es lo correcto y qué no, de creer en la cooperación y en compartir los recuerdos entre todos", señala.
"Por eso creo que es nuestro deber acoger a todos esos refugiados que huyen de la guerra en Oriente Medio y en África", destaca, y que "hay que reparar el daño que se hizo a toda esa gente a la que se robó en el pasado".