"Firework" fue la canción encargada de cerrar el show de Katy Perry
SANTIAGO.- Que no se toma tan en serio a sí misma, pero que sí se toma muy en serio tanto a su espectáculo como a su público, es algo que esta noche dejó muy en claro Katy Perry, cantante que aterrizó en la Pista Atlética con un show que quedará inscrito entre lo más colorido y recargado que haya pasado por Santiago esta temporada.
Porque lo de la norteamericana está lejos de ser un simple concierto: Lo suyo es un espectáculo que apunta hacia todo el abanico que encierra esa palabra, y que no pretende menos que divertir y estimular a su público, con las canciones transformadas en soporte para una performance multifocal.
Así lo evidencia desde cerca de las 21:15, cuando arranca con un segmento de aires espaciales, primero de seis que desarrollará en la próxima hora y 45 minutos. De ese modo, y acompañada de bailarines y de una gran pantalla de fondo, la cantante desenfunda temas como "Roar", "Part of Me" y "Wide Awake", en un inicio energético, que tiene a los músicos casi como espectadores en un entorno principalmente electrónico.
Un arranque prometedor, pero que se topa con un problema: Ya en ese momento pareciera quedar en evidencia que la Pista Atlética no es el espacio que este evento, tan visual como musical, merece. En una cancha vip llena de sillas, basta que las luces se apaguen para que aquellas rápidamente se transformen en alturas sobre las cuales pararse, transformando la visión en simple utopía para los que se ubican en cancha general. Los gritos de "que se bajen", por momentos, son crecientes.
Pero, como siempre sucede en el encuentro con el ídolo de turno, ese inconveniente termina siendo un detalle para los cerca de 30 mil fanáticos que esta noche llegaron a Ñuñoa (buena parte de ellos pertenecientes a todo el rango sub 20), y que se entregaron a la marea de estímulos de la artista.
Más modestos que los que les hemos visto a Madonna y Lady Gaga, por ejemplo, pero absolutamente suficientes y pertinentes en el marco de un show que no pretende sólo espectacularidad, sino sobre todo exacerbación consciente de lo kitsch, lo lúdico e, incluso, de un calculado mal gusto.
Al respecto, son los segmentos felino (con temas como "Hot N Cold", en versión cabaret) y dance (coronado por "California Gurls") los que más lejos llegan, y el propio vestuario de Perry lo demuestra: Como una gata de chicle en el primero, y como una fluorescente go-go dancer noventera en el segundo.
"Firework", uno de sus singles más populares, fue el encargado de cerrar la velada entre entusiasmo y pirotecnia. Velada que, valga la mención, contó con los shows de apertura de la chilena Consuelo Schuster y la norteamericana Tinashe. La primera, cumpliendo en el primer turno y subiendo a su hermano Augusto, para estrenar los chillidos en el recinto; la segunda, con un relleno intrascendente y un intento por recrear el r&b a lo Mariah Carey, aunque sin su prodigiosa garganta (de hecho, a punta de over playback).