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Svetlana Alexievich, la cronista del imperio soviético censurada en su país natal

Usando la técnica de la "novela colectiva", basada principalmente en testimonios reales, la bielorrusa ha logrado retratar el mundo soviético desde la posguerra hasta nuestros días, ganándose enemigos en su propio país y admiradores en el resto de Europa.

08 de Octubre de 2015 | 10:46 | Emol / Agencias
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Con el Nobel a Alexievich, la Academia terminó de ratificar a la periodística "novela colectiva" como parte del universo literario.

AFP
SANTIAGO.- Para muchos a este lado del globo, es posible que el nombre de Svetlana Alexievich no diga demasiado. Es más, en un rápido repaso por la oferta de las principales librerías chilenas, simplemente no hay libros de la bielorrusa disponibles.

Pero lo cierto es que la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura cuenta con una obra reconocida en Europa, y que ha sido valorada sobre todo por retratar la vida en los ex estados soviéticos.

Claro que no es un retrato ficcionado, sino basado en la técnica de la "novela colectiva", a medio camino entre literatura y reportaje periodístico, por lo que se ha reconocido el reciente premio a Alexievich como la primera vez en que el Nobel de Literatura distingue a un exponente de ese género.

Muchos de sus libros, que retratan el imperio soviético desde Chernobil hasta Afganistán, a partir de testimonios recabados con paciencia, están ausentes en las librerías de su país, que no le perdona su visión del "homo sovieticus" incapaz de ser libre.

"El fin del hombre rojo o la era del desencanto", que se adentra en la personalidad soviética más de 20 años después de la implosión del imperio, recibió en 2013 el premio Medicis al ensayo en Francia.

"Conozco bien a aquel 'hombre rojo': Soy yo, la gente que me rodea, mis padres", explicó en una ocasión. "No ha desaparecido. Y el adiós será muy largo", ahodó en otra, percepción que estira no sólo al hombre sino también al imperio soviético, cuya final vislumbra, son pesimismo, manchado con sangre.

Por eso siente "respeto" por los ucranianos que con sus protestas expulsaron del poder al ex presidente pro ruso Viktor Yanukovich en 2014. "Hoy el modelo para todos es Ucrania. Su deseo de romper por completo con el pasado es digno de respeto", opinó la Nobel sobre ese país, desgarrado por el conflicto entre separatistas pro rusos y las fuerzas ucranianas.

Nacida el 31 de mayo de 1948 en el oeste de Ucrania, en el seno de una familia de maestros rurales, y diplomada de la facultad de periodismo de la Universidad de Minsk, Svetlana Alexievich trabajó en los años 70 en la rúbrica de cartas al director de "Selskaya gazeta", el diario de los koljós soviéticos, mientras también oficiaba como maestra de escuela.

Sin embargo, terminaría optando por el periodismo, oficio que luego desempeñaría en una revista y con el escritor Ales Adamovich como su maestro. Fue en aquel entonces cuando comenzó a registrar en su grabadora los relatos de mujeres que combatieron durante la Segunda Guerra Mundial, y que inspiraron su primera novela: "La guerra no tiene cara de mujer".

"Todo lo que sabíamos de la guerra fue contado por los hombres (...) ¿Por qué las mujeres que han soportado este mundo absolutamente masculino no defendieron su historia, sus palabras y sus sentimientos?", se interrogó.

Dolor de cabeza del presidente



La acusaron de "romper la imagen heroica de la mujer soviética" y su libro tuvo que esperar a la Perestroika para ser publicado en 1985. Con él alcanzó la fama en toda la Unión Soviética y también en el extranjero.

Desde entonces, recurrió siempre al mismo método para sus novelas documentales, entrevistando durante años a gente con experiencias dramáticas: Soldados soviéticos de regreso de la guerra en Afganistán ("Los ataúdes de zinc") o suicidas ("Embrujados por la muerte").

"Vivimos entre verdugos y víctimas, los verdugos son difíciles de encontrar. Las víctimas son nuestra sociedad, y son muy numerosas", declaró Alexievich sobre los protagonistas de sus libros.

Tras la catástrofe nuclear de Chernobil en 1986, la escritora trabajó durante más de 10 años en "Voces de Chernobil" (1997), uno de los dos libros suyos que han sido traducidos al español, junto con "La Plegaria de Chernobil". El trabajo —que está siendo llevado al cine como documental— incluye testimonios de miles de hombres enviados a trabajar a la central y de otras víctimas de la tragedia.

La Bielorrusia de Alexander Lukachenko, uno de los países más afectados por las consecuencias de Chernobil, donde el tema sigue siendo tabú, incluso prohibió su libro. Según la Nobel, su obra "no gusta" al presidente en el poder desde hace más de 20 años.

"Vivimos bajo una dictadura, hay opositores en la cárcel, la sociedad tiene miedo y al mismo tiempo es una vulgar sociedad de consumo, la gente no se interesa por la política. Es una época difícil", resumió en 2013.

Una experiencia similar había vivido ya con su libro "Pueblo" —que incluía testimonios de personas que abandonaron sus lugares de origen—, con el que se ganó la fama de periodista disidente y anti-soviética. Ante ello, el Comité Central de Bielorrusia la cuestionó, y fue amenazada con perder el trabajo por no pertenecer al Partido Comunista.

Hoy, los intelectuales del oficialismo bielorruso tampoco aprecian demasiado las opiniones de esta mujer, que por un lado reivindica la "cultura rusa", de la que ellos buscan distinguirse, y por otro vive la mayor parte del tiempo en Europa occidental.

Premios

El Nobel no es en ningún caso el primer reconocimiento que recibe la autora bielorrusa. Gracias a "Voces de Chernobil", Alexievich fue distinguida con el Premio del Círculo de Críticos de Estados Unidos en 2005, año en que el volumen se publicó en inglés.

Otros galardones, en tanto, dejan en claro la huella que la obra de la escritora ha dejado. Es el caso del Kurt Tucholsky, otorgado por el "coraje y dignidad en la escritura"; el Andrei Sinyavsky, a "la nobleza en la literatura"; el Leipzig, "a la mutua comprensión europea" (1998); y el alemán Herder o Premio de la Paz de los Libreros (2013).

Además, ha recibido el Premio Médicis francés, el National Book Critics Circle Prize de Nueva York, y también fue nombrada en 2014 como Oficial de las Artes y las Letras de la República Francesa.
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