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Ariana Grande mostró su madera de estrella ante una entusiasta y bulliciosa audiencia juvenil

La joven cantante estadounidense se presentó esta noche de miércoles en Movistar Arena, luciendo sus dotes vocales y horas de entrenamiento, en un show que se ciñe a lo justo.

21 de Octubre de 2015 | 23:26 | Por Sebastián Cerda, Emol
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Ariana Grande lució en el Movistar Arena.

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SANTIAGO.- El menú de papas fritas envasadas a $2.000 y cervezas sin alcohol que suele acompañar a cada show que se realiza en Movistar Arena, ha variado un poco esta noche de miércoles. En su lugar, bolsas de galletas, potes con algodón de azúcar y distintas variedades de chocolates, llenan las bandejas de los vendedores de delantal naranjo, residentes habituales de esta plaza.

Es la primera prueba fehaciente de que lo de hoy en el recinto de Parque O'Higgins es con target, aunque uno no tan infantil como se pudiera pensar desde afuera. Así, cerca de 12 mil hombres y mujeres de todo el rango sub 20, bien ataviados con cintilllos de orejas felinas, repletan los espacios entre escenario y galería, y desde los minutos previos a la salida de Ariana Grande a escena hacen del griterío algo permanente y ensordecedor.

En esa atmósfera debutó en Chile la joven cantante de 22 años, quien en cerca de 100 minutos de espectáculo demostró que está en pleno proceso de maduración, pero que sin dudas tiene pasta para optar a una mayor transversalidad en un futuro no demasiado lejano.

Para ello, dos son sus armas principales: Su vocación de showoman y una garganta evidentemente dotada y entrenada, que le permite moverse con facilidad en un amplio rango de recursos. El tercero es la lectura pop del r&b que tan buena acogida encuentra siempre en el paladar estadounidense. Y el cuarto, es la plena conciencia que la artista tiene a la hora de manejar las expresiones de su angelical rostro, en el que sensualidad e inocencia se mezclan al alero de sus enormes pestañas postizas, cuyo movimiento comparte gracias a los primeros planos en una igualmente enorme pantalla de fondo.

Ese es el recurso escénico estelar de un show basado en sus dos discos a la fecha, y cuyos temas emergieron en su totalidad desde la mesa de un DJ —que, dicho sea de paso, es también MC y hasta bailarín de tap—, tanto en sus elementos más cercanos al hip hop y al dance, como incluso en los coros. Ello sin dudas incide en crear cierto clima de doblaje que es injusto con la calidad interpretativa de Grande, pero no con los énfasis que la veinteañera privilegia.

Porque sin banda en vivo, pero con proyecciones, luces, tarimas, escaleras, pasarela y un correctísimo cuerpo de baile, esto termina siendo un espectáculo mucho más visual y sensorial. Para los 12 mil que copan el recinto, en tanto, algo que también es mucho más experiencial e iniciático, antes que musical.

De todos modos, éxitos como "Break free", "One Last Time" y "Problem" fueron coreados con un entusiasmo y fervor que no decayó a lo largo de la presentación, al igual que en temas menos difundidos como "Right There" y "Best Mistake". Y pese a los aires de casino de unos y el tono urbano de otros, todos cuentan con una lógica que suele repetirse entre ellos (partiendo por la intervención de un rapero invitado), recubriendo al concierto con cierta estela de "canción permanente" a ratos.

Pero ésas, ante públicos como el de hoy, son vueltas de más. Artistas como Ariana Grande valen también por cuánto suenan y por lo que representan en un nicho, antes que por consideraciones como la de un género que nunca ha encontrado demasiada acogida en el gusto nacional (si no, que lo digan referentes obvios como Mariah Carey y Christina Aguilera).

Grande tiene armas de sobra como para quebrar la histórica tendencia. Sólo que, por hoy, las desenfundó de modo parcial. Nada más que lo justo y necesario.
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