SANTIAGO.- Han pasado 15 años desde su primera aparición en la vieja Zona de Contacto de El Mercurio. Por esos días de 2000, Chile era gobernado por Ricardo Lagos, la última novedad en comunicación se llamaba MSN Messenger y en televisión aún podía verse un programa como "Viva el lunes".
Suena a una eternidad, una brecha temporal insoslayable, pero que al recorrer las 143 páginas del recién reeditado "Chancho Cero, El Libro", curiosamente, puede borrarse de un plumazo. Su autor, Pedro Peirano lo reconoce: "Que siga habiendo interés por el Chancho es de verdad increíble, pero viéndolo y releyéndolo uno se da cuenta por qué".
Y claro. El corrosivo e irreverente cómic usaba como pantalla a la ficticia Escuela de Lobotomía de la también ficticia Universidad Nacional, para adentrarse en los más enquistados vicios de la educación superior chilena. Pero no de ésa que se planifica en ministerios y que se discute en fundaciones, sino la más tangible y elemental, aquella que se palpa en los patios y salas de las facultades, en los casinos y fotocopiadoras.
"Ese nivel de parodia es totalmente reconocible ahora. Ha cambiado poco la situación", dice el hombre tras Tulio Triviño (31 Minutos), periodista de profesión, aunque reconocido en ámbitos como el guión cinematográfico ("La Nana") y, por cierto, la ilustración, donde anota libros editados y exposiciones en galerías capitalinas.
Pero sin dudas que, hasta ahora, es "Chancho Cero" su obra cumbre, y que tras primeras ediciones en formato libro iniciadas por partes en 2002, y en presentaciones de bajo costo, regresa ahora en una edición de lujo, disponible en librerías y, hasta este fin de semana, en el stand de Hueders de la Feria del Libro de Santiago ($12.000).
No hay elemento de la vida universitaria "extra curricular" que quede fuera de este resumen: Desde los paseos a "Cartaguano" a las asambleas estudiantiles, pasando por peñas, rivalidades entre escuelas (en este caso, Lobotomía versus Economización Económica), y disputas con el decano y hasta con la policía.
"Estábamos tan acostumbrados a que nos pusieran la pata encima", dice Peirano, quien se inspiró en su propia experiencia como estudiante. "Había que aceptar lo que fuera, porque era lo único que había", agrega.
Algo que, en parte, contrasta con la realidad universitaria que percibe hoy, mediada por "esta sensación de que hay que luchar por los derechos de los estudiantes" y por procesos en ciernes derivados de las reformas en marcha, entre ellos la acreditación.
El dibujante lo ve con humor: "Se van a cerrar algunas escuelas de mierda, deben estar todas tratando de sobrevivir. Debe ser bastante paródico lo que están viviendo algunas, tratando de parecer serias, de parecer más universitarias de lo que son. Debe ser el festival del disimulo. Todas tratando de aparentar que no son Lobotomía, pero en realidad sí lo son".