Juan Eduardo López, El Mercurio
SANTIAGO.- En un año generoso en lo que respecta a presentaciones internacionales, el recital ofrecido por el guitarrista David Gilmour entrará sin dudas en los destacados de este 2015, en especial por la simbiosis perfecta entre la emotividad del público y la propuesta del británico.
Sin dudas, la rápida venta de entradas a este show fue un antecedente certero de las ansias del público por ver a Gilmour y disfrutar del legado de Pink Floyd, aún cuando el motivo de la visita del guitarrista haya sido la promoción de su nuevo disco, Rattle That Lock.
Las más de cuarenta mil personas que acudieron al recinto ñuñoino, confirmando de paso la vigencia que posee la creación de músico británico, tuvieron un verdadero ejercicio de paciencia al esperar por poco más de 20 minutos a que iniciara el show, pactado para las nueve de la noche.
Gilmour sabe que a estos shows asisten más fanáticos de su banda madre, Pink Floyd, que de su apuesta solista. Una que, a diferencia de sus ex compañero Roger Waters, se ha construido de forma pausada, como los solos que salen de su clásica guitarra Fender Stratocaster negra con cápsulas blancas. En ese sentido, es un verdadero gusto observar cómo el británico defiende su obra más reciente con la inclusión en el set de "5:00 AM", "Rattle That Lock" o, ya en la segunda parte del recital, "The Girl in the Yellow Dress" y "Today".
Asimismo, en esta suerte de tributo a su propia obra, Gilmour también presentó temas del álbum On an Island (2006), como "On an Island" y "The Blue". Sin dudas, la obra solista del guitarrista, aunque de menor cantidad, rivaliza con la calidad de su trabajo con Pink Floyd.
Y justamente fue éste constructo, el que creó durante la década de los 70, el que acaparó los vítores del público. Ya fuere con cortes como "Money" o "Time", del mítico álbum Dark Side of the Moon o el homenaje a Syd Barret con "Astronomy Domine" y "Shine on you crazy diamond, Pts. 1-5", estos instantes fueron en los que el público de verdad de compenetró con la austera propuesta escénica del guitarristas. Y es que hay que ser justos: Gilmour emuló, en cierta forma, lo que presentó hace años con P.U.L.S.E. con esa enorme pantalla redonda, el único apoyo visual del show. Lo demás, fue un gran juego de luces y la música, a diferencia de, por ejemplo, los fastuosos recitales hechos por Roger Waters en nuestro país.
Lo austero de la propuesta, sin embargo, ensalzó los momentos álgidos. Más de cuarenta mil personas cantando "Wish you were here" o el cierre de las cerca de tres horas de presentación con "Comfortably numb", fueron un marco perfecto para recordar la primera venida del ex Pink Floyd a nuestro país. Una que, según dijo el propio guitarrista al terminar el show, espera que se repita en una próxima ocasión.