Para un perfil que le hizo la revista Paula el año 2012 llamado "Cómo ser Julita Astaburuaga", la socialité entregó su fórmula de la felicidad: frivolidad y solidaridad. Por lo mismo, contó que ella y sus amigas vendían ropa, y con las ganancias daban préstamos a mujeres en la comuna de Angol para que iniciaran sus propias empresas. "Pagan responsablemente cada cuota. Los pobres son más honrados que los ricos. Eso lo tengo comprobado”, confesó.
Poco habló de su tendencia política, pero cuando lo hizo sorprendió. En la revista Caras declaró considerarse "intermedia". No obstante, recalcó, además, que a veces le producía rechazo. "Podrían hacerse cosas maravillosas, pero suceden muchas más espantosas (...) A mí me catalogan de momia, pero de momia no tengo nada. Comparto muchas ideas con todos los partidos, especialmente con el Socialista", sostuvo.
Nunca ocultó la carencia de dinero durante su vejez, pero tampoco dejó que eso interfiriera en sus actividades sociales. En entrevista con El Mercurio contó: "No tengo ninguna jubilación y por suerte soy carga de Cristián, mi hijo, para la cuestión salud. Pero, como te dije, todo el mundo piensa que soy rica, a mí me llama todo Chile para pedirme plata". Y aunque no disponía de muchos recursos, entregaba lo que podía. "Tú no sabes la cantidad de ayuda que yo doy, de dos mil pesos, de tres mil pesos", contó en esa misma oportunidad.
Tras sufrir un asalto en pleno centro de Santiago el año 2007, la socialité dio una entrevista en la revista Cosas, donde manifestó su molestia con los medios, quienes habían sacado a la luz el precio de su cartera. "Me enojé con el periodismo porque crean odio de clases. Decir que cuesta un millón de pesos es una lesera. Efectivamente es verdadera. Me la regaló la tienda Vuitton cuando cumplí 85 años, pero yo tengo falsas iguales por 20 dólares que he comprado en Europa donde las copian todas. Crean entonces una situación de esta vieja cuica con una cartera de un millón", señaló.
Hablando de lo que le gustaba y lo que no de ser una figura tan predominante en la vida social chilena, Astaburuaga aseguró que por coincidencias ella se había mantenido en el jet-set criollo. "Mi papá y mi mamá eran muy sociables, muy ricos", dijo. Además, su matrimonio con el diplomático Fernando Maquieira también pudo seguir codeándose con figuras de la alta sociedad de Chile y el mundo. "Adoro la vida. Entonces, vivo con la tristeza de la muerte. Es terrible, todo el día estoy pensando en la muerte. Todo el tiempo", indicó.
Siguiendo con la lógica de que la socialité ha vivido la transformación de los chilenos a través de la historia, la santiaguina declaró que el mundo cambió "cuando salieron los bluejeans", porque fue una prenda que los emparejó a todos. "Ahora en Chile no hay andrajosos, la gente que pide plata en la calle anda bien vestida", dijo, y agregó ya no se nota tanto la brecha socioeconómica. "Todo el mundo (anda) de bluejeans, desde el aristócrata más rico al pobre más miserable".
En una de sus últimas entrevistas a las revistas de papel couché, la socialité confesó algunas cosas sobre sí misma. Cuando el periodista le preguntó qué veía Astaburuaga cuando se veía en el espejo, ella respondió con toda sinceridad: "¡Una vieja de mierda! Me molesta mucho ser vieja, porque en mi interior no tengo la edad que tengo por fuera, entonces cuando me miro al espejo digo: ‘pucha, cómo he llegado hasta aquí’. Es raro, como no soy vieja de alma me choca esa persona que tengo al frente y que no tiene nada que ver conmigo".